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Chapter 33 - Capitulo 33

*AEDRIC*

Mis manos temblaban ligeramente mientras me acercaba a la arena, mi corazón palpitaba con más fuerza que antes. Había observado los encuentros anteriores, y aunque los luchadores que se habían enfrentado antes que yo no eran débiles, sabía que este combate sería diferente. Mi oponente era un mago de hielo, uno de esos que podía controlar el entorno a su favor, que podía congelar el aire y convertir la arena en una trampa mortal. Mientras me ponía en mi posición, pude sentir el calor familiar de mi magia recorrer mis venas. Fuego. Siempre había sido mi elemento, y como siempre, me sentí más confiado con él, pero a la vez, también sabía que tendría que ir con todo si quería ganar este combate.

Me tomé un momento para calmar mis nervios, asegurándome de que la lanza de fuego, mi principal arma, estuviera lista. Mientras tanto, pude ver a lo lejos la figura de Thyra en las gradas. Su presencia era inquietante, casi como si su energía se sintiera desde aquí, aunque ella estuviera a una gran distancia. Un leve escalofrío recorrió mi espalda al pensar en ella. No sabía si sentía admiración, respeto o algo más por esa mujer, pero de alguna manera, su mirada me seguía en cada paso que daba.

"¡Aedric!" El referí gritó mi nombre, y la multitud estalló en vítores, pero mi mente estaba completamente centrada en el combate que iba a librar. Necesitaba ganar. Necesitaba demostrarme a mí mismo que podía seguir avanzando, que mi camino no terminaría aquí.

Mi oponente, el mago de hielo, hizo su aparición. Un hombre alto, de cabello blanco como la nieve, con una capa que brillaba con un resplandor frío. No tenía la mirada de alguien que subestimaría a su enemigo, y sabía que tenía que prepararme para lo peor.

"¿Listo para arder, joven Aedric?" dijo con una sonrisa burlona, y mi mano apretó la lanza. No había tiempo para jugar con palabras. Este combate sería decisivo.

La señal fue dada, y todo pasó en un instante. Mi primer ataque fue inmediato: la lanza se encendió en un fuego tan brillante que casi cegaba, y con un rápido movimiento, la lancé directamente hacia él. El aire se caldeó a mi alrededor, y pude sentir cómo mi magia se desbordaba, aumentando mi velocidad y mis reflejos. Pero el mago de hielo era rápido también. Alzó ambas manos, y de sus dedos surgió un torrente de cristales congelados que desviaron mi lanza en un estallido de chispas.

No me detuve. Mi cuerpo se movió con la fluidez de una danza mientras recogía otra lanza de fuego, y esta vez, en lugar de lanzarla, cargué directamente hacia él, usando la velocidad y el poder del fuego para impulsarme.

"¡Muere!" grité, sabiendo que no podía mostrar debilidad. Pero mi oponente no era tan fácil de derrotar. Sus movimientos eran calculados, y con cada hechizo de hielo que lanzaba, creaba barreras y tormentas heladas a mi alrededor. Sentía el frío comenzando a invadir mis huesos, pero el fuego dentro de mí nunca se apagaba, siempre lo mantenía encendido, desafiando la fría tormenta a cada paso.

Cada golpe, cada hechizo que lanzábamos, creaba explosiones de poder que sacudían la arena. Era un intercambio brutal, el calor del fuego contra la frialdad del hielo, y aunque sentía que mi resistencia se agotaba poco a poco, no podía detenerme. No ahora.

Mientras esquivaba una nueva ráfaga de hielo que venía en mi dirección, vi a Thyra entre la multitud, observando atentamente. Su mirada era fija, casi como si estuviera calculando cada uno de mis movimientos, y por un momento, esa sensación me llenó de una energía renovada. ¡Debía ganar! No podía fallar ahora, no frente a ella, no después de todo lo que había demostrado hasta ahora.

"Vamos," murmuró para sí mismo, y con una explosión de fuego, me lancé hacia él con todo lo que tenía.

La arena se iluminó con la furia del combate, y el aire se cargó con el zumbido de la magia. El mago de hielo y yo nos enfrentábamos con todo lo que teníamos, cada uno desatando su poder sin restricciones, sabiendo que esto era la verdadera prueba. La multitud en las gradas rugía, sintiendo la magnitud del enfrentamiento. Cada hechizo y cada golpe de nuestra lucha resonaban a través de la arena, sacudiendo el suelo con cada explosión de magia.

Mi lanza de fuego se alzó una vez más, una columna ardiente de llamas que iluminaba la noche, y la lancé con la fuerza de todo mi cuerpo, buscando atravesar las barreras de hielo que mi oponente invocaba. El mago de hielo alzó una mano, y en un destello, una gran muralla helada apareció ante él, desintegrando mi lanza en el aire. Pero no se detuvo ahí. Con un movimiento rápido, extendió sus manos y de los cristales rotos surgió una tormenta de cuchillas de hielo que volaban hacia mí a velocidades vertiginosas.

Mis reflejos se pusieron a prueba. Agachándome y saltando hacia un lado, sentí como el aire helado rozaba mi piel, dejando una quemadura fría. El fuego que me rodeaba ardía más fuerte, luchando contra el hielo, pero la presión era inmensa. Estaba cansado, y cada segundo que pasaba, el esfuerzo se acumulaba, pero no podía dejarme vencer. No frente a todos estos ojos que nos observaban.

El mago de hielo sonrió con confianza al ver que no había terminado con un solo golpe. "Te subestimé al principio, joven Almaric", dijo, su voz resonando por encima del rugido del público. "Pero ahora verás lo que significa enfrentar al verdadero poder del hielo."

De repente, el suelo debajo de mis pies comenzó a congelarse, y una espiral de hielo surgió desde el centro de la arena, rodeándome en un rápido ascenso. El aire se volvió gélido, y una ola de frío helado me rodeó como una prisión. Sin embargo, sentí cómo el fuego dentro de mí respondía, aumentando la temperatura a mi alrededor, luchando contra la niebla helada que se formaba.

"¡No puedes detenerme!" grité, concentrando todo el poder del fuego en mi pecho. Sentí la magia ardiendo dentro de mí, intensificándose, mientras la lanza de fuego se materializaba de nuevo en mi mano. Esta vez no la lanzaría. Esta vez, la usaría para golpear directamente, rompiendo la barrera de hielo que había intentado encerrarme.

El mago de hielo, con un gesto rápido de la mano, elevó una capa de hielo que bloqueó mi avance, pero mi lanza atravesó su defensa, creando una explosión de calor que desintegró parcialmente la muralla helada, dejando al mago vulnerable por un instante. Aproveché ese momento, saltando hacia él, pero antes de llegar, el mago se giró y alzó ambas manos, invocando una tormenta de cristales afilados que comenzaron a girar alrededor de su cuerpo.

"¡Muere!", exclamó, y las agujas de hielo volaron hacia mí, más rápidas que cualquier flecha. Un par de ellas me rozaron el costado, y sentí el frío penetrante de la magia, como si el hielo estuviera buscando mi alma. Pero mi cuerpo reaccionó, el fuego explotó a mi alrededor, disipando algunas de las agujas, mientras otras pasaban peligrosamente cerca de mis hombros.

Me estrellé contra él con mi lanza, y la fuerza de la colisión envió una onda de choque a través de la arena. El mago de hielo cayó de rodillas, pero antes de que pudiera recuperarse, invocó una última barrera de hielo alrededor de su cuerpo, una esfera casi impenetrable que lo protegía de cualquier daño directo.

Pero yo ya no pensaba en detenerme. Concentrando toda la energía de la magia de fuego en mis manos, creé una explosión de calor tan intensa que el aire comenzó a arder. La esfera de hielo comenzó a agrietarse, y sentí la satisfacción de ver cómo las grietas se expandían. Al final, con un grito de furia, lancé un último golpe de fuego directo a su barrera, rompiéndola por completo.

El golpe final atravesó la barrera de hielo, pero al hacer contacto, sentí algo extraño: el hielo se desintegró, pero al mismo tiempo, el suelo debajo de mí crujió y se hundió levemente. Un suspiro frío recorrió la arena, y antes de que pudiera reaccionar completamente, los trozos de hielo destrozados comenzaron a moverse. El suelo congelado se levantó en espiral, y una serie de figuras de hielo emergieron de él, atacándome en todas direcciones.

Mis sentidos se agudizaron de inmediato. El verdadero mago de hielo estaba allí, oculto entre los fragmentos que se habían desintegrado, usando su magia para engañarme y lanzar un ataque sorpresa. Podía sentir su mana fluir a través del hielo, notando su poder concentrado y la forma en que se entrelazaba con la energía a su alrededor. Sus hechizos eran más poderosos que antes, y ahora sentía la verdadera amenaza de este oponente.

Las figuras de hielo que surgían del suelo me atacaron desde diferentes ángulos: lanzaban lanzas afiladas, escudos que reflejaban la luz y unas espinas que se movían rápidamente hacia mí, intentando atravesar mi defensa. El aire se volvió helado y pesado, con el peligro constante de ser perforado por el hielo.

Desplegué mi magia con fuerza. El fuego que me rodeaba ardió más intensamente, transformándose en una explosión de calor que derritió rápidamente algunos de los atacantes de hielo. Mi lanza de fuego surgió de nuevo, y con un giro rápido, la lancé hacia las figuras que se acercaban. Cada estallido de llamas reducía el hielo a vapor en segundos, pero el mago de hielo seguía manipulando su entorno con rapidez, invocando más y más criaturas heladas, mientras sus manos brillaban con poder.

Escuché la voz del referí resonando por toda la arena, llena de emoción. "¡Increíble! ¡Ambos luchadores están demostrando el verdadero poder que poseen! El mago de hielo, con su dominio sobre el frío, y Aedric, con su fuego abrasador. ¡Esto se está convirtiendo en un espectáculo de magia pura!"

La multitud estalló en vítores, pero yo no podía distraerme. El mago de hielo no era solo un oponente de fuerza bruta, sino también de astucia. Utilizaba el entorno, el hielo, para crear ilusiones y ataques imprevistos. Podía sentir su mana aún vibrando a través del suelo congelado, y comprendí que debía acabar con él rápidamente, antes de que tuviera la oportunidad de hacer algo aún más devastador.

Desplegué toda mi magia en un solo movimiento. Llené la arena con una ola de fuego tan poderosa que el calor dejó una sensación abrasadora incluso sobre mi propia piel. Las figuras de hielo se disolvieron rápidamente, pero el mago de hielo se protegió invocando una capa gruesa de hielo en su alrededor.

Aprovechando su distracción, me lancé hacia él, sintiendo la energía dentro de mí estallar a medida que me acercaba. Cuando finalmente estuve lo suficientemente cerca, lancé un golpe directo con mi lanza de fuego, imbuyendo el metal con toda mi magia. El hielo que formaba su escudo comenzó a romperse, y con un grito de furia, empujé la lanza hacia el mago de hielo.

Fue entonces cuando, con una explosión de energía, el hielo estalló por completo. El mago de hielo, atrapado en su propia defensa, fue finalmente derrotado. Su cuerpo colapsó en fragmentos de hielo, derritiéndose en el aire caliente que ahora llenaba la arena.

La multitud rugió, y el referí, aún flotando en su plataforma, exclamó con asombro. "¡Y ahí lo tienen! ¡La victoria de Aedric! Con un poder increíble y una habilidad sorprendente, ha logrado derrotar a su oponente con pura destreza."

Mientras la arena se llenaba de vítores y aplausos, me dejé caer de rodillas, agotado. La lucha había sido difícil, pero ahora que había terminado, solo quedaba el peso de la victoria y una sensación de alivio. Miré hacia las gradas, buscando a Thyra.

A medida que caminaba hacia ella, sentía la adrenalina aún corriendo por mi cuerpo, pero también un alivio profundo. La batalla había sido ardua, pero ahora que todo había terminado, una calma inesperada me invadió.

Cuando llegué a su lado, no pude evitar sonreírle, una sonrisa victoriosa, llena de satisfacción por el esfuerzo y el resultado. Thyra, con su característica calma, me respondió de inmediato con la misma sonrisa, un brillo de aprobación en sus ojos. Sin decir palabra, levantó el pulgar en un gesto claro de respeto y reconocimiento.

Era un pequeño gesto, pero en ese momento significaba mucho para mí. En medio de toda la emoción y la gente que nos rodeaba, ese momento de complicidad con ella era más valioso que cualquier ovación. Agradecí en silencio por su apoyo, y por el hecho de que, a pesar de todo lo que estaba sucediendo, aún podíamos compartir este tipo de conexiones genuinas.

"Gracias," murmuré, casi para mí mismo, antes de darme cuenta de que había hablado en voz alta. No importaba.

****

*THYRA*

Las siguientes rondas de batallas seguían avanzando, pero mi atención no estaba completamente en la arena. De reojo, observé a Aedric, sentado en el suelo con las piernas cruzadas, los ojos cerrados mientras intentaba meditar. Podía sentir el flujo de su mana: rítmico pero torpe, moviéndose de forma lenta e ineficiente. Sabía que lo estaba intentando, y no podía evitar admirarlo por ello, incluso si su técnica dejaba mucho que desear.

Había algo en su determinación que me resultaba… refrescante. En un mundo donde muchos luchadores dependían exclusivamente de su fuerza bruta o talento natural, Aedric estaba esforzándose por mejorar, por dominar algo que claramente no era su fuerte. Eso era admirable.

Pero al mismo tiempo, era un desastre absoluto.

Podía identificar al menos tres errores fundamentales en la forma en que estaba manejando su mana. Para empezar, estaba tratando de forzar el flujo en lugar de permitir que fluyera con naturalidad. Su respiración tampoco estaba sincronizada correctamente, lo que interrumpía la conexión entre su cuerpo y su energía. Y, sobre todo, no tenía la más mínima noción de cómo anclar su conciencia en el proceso.

Era casi doloroso de ver.

Por un instante, estuve tentada a corregirlo, a darle una instrucción rápida para que al menos pudiera aprovechar mejor sus esfuerzos. Tal vez enseñarle un método básico de respiración rítmica o cómo encontrar un equilibrio entre la concentración y la relajación. No sería difícil, y estoy segura de que lo entendería rápido con lo dispuesto que es.

Pero me contuve.

Sabía que, aunque le ayudara, eso podría robarle el mérito de descubrirlo por sí mismo. El crecimiento verdadero venía del esfuerzo personal, de aprender a superar los propios límites. Intervenir ahora sería una forma de privarlo de esa experiencia. Además, si decidía ayudarlo, no sería en un momento tan público como este, con los combates de fondo y el bullicio de la arena. No era el momento adecuado.

Suspiré y aparté la mirada, volviendo a enfocarme en las batallas que se desarrollaban en la arena. Mientras tanto, podía sentir cómo el mana de Aedric fluctuaba, como si estuviera atrapado en un ciclo de frustración consigo mismo.

"Sigue intentándolo, Aedric," pensé para mis adentros, esbozando una leve sonrisa. "Con suerte, aprenderás por tu cuenta… y si no, tal vez un día me anime a enseñarte."

Las batallas continuaban, y aunque cada enfrentamiento era interesante, ninguno lograba captar completamente mi atención. Mi mente seguía regresando a él, al hombre que no dejaba de luchar por mejorar, incluso en los momentos en que nadie más parecía notarlo.

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