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Chapter 2 - Capitulo 1: un poco de mi

*AETHERIUS*

Me despierto con lágrimas en los ojos, los recuerdos de aquella última y emocionante pelea regresan como un eco distante.

"Ya hace tiempo que no soñaba con mi vida anterior…" me susurro a mí mismo, sintiendo cómo el corazón late más rápido.

De pronto, unos golpes suaves resuenan en la puerta. Toc, toc.

"Therius, hijo, levántate, ya es hora de desayunar" dice la voz cálida de mi madre.

"Ya me desperté, déjame lavarme la cara" le respondo con un grito ligero.

Después de asearme, salgo de mi habitación y me dirijo a la cocina. Allí me espera el mundo que hoy me pertenece: mi familia.

Papá, Dorian Emwind, está sentado en el comedor con la serenidad de un guerrero que alguna vez recorrió cientos de batallas. Mamá, Altea Emwind, prepara los últimos detalles del desayuno. Mi hermano mayor, Trevor, aún con el sudor del entrenamiento con la espada, conversa con mi hermana mayor, Layra, que sostiene su lanza como si no pudiera soltarla nunca. Y en la mesa, con su energía infantil desbordada, está mi hermana menor, Elowen.

Mi padre, a sus treinta y cinco años, domina el maná del viento. Puede reforzar su cuerpo con ráfagas cortantes o invocar cuchillas invisibles que viajan a gran velocidad.

Mi madre, con treinta y cuatro años, es dueña de la electricidad, y además porta una magia única y preciada: la curación. No muchos la estudian fuera de los médicos y sanadores de gremio, pero ella la dominó en sus años de aventurera, cuando ambos formaban parte del gremio Leviatán.

Trevor, con dieciséis años, combina espada y fuego. No lo usa para lanzar llamas espectaculares, sino para reforzar su cuerpo y su hoja, convirtiéndose en un luchador temible.

Layra, de quince, maneja la lanza y el agua. Prefiere el combate físico, pero cuando mezcla su arma con el flujo líquido, se mueve con una elegancia devastadora.

Yo soy Aetherius Emwind, aunque todos me llaman Therius. Doce años. Mi nombre suena pesado, pero me lo dieron con cariño, y lo porto con orgullo. He heredado el rayo de mamá, pero no me conformé con las armas convencionales. Mis recuerdos de otra vida me llevaron a elegir algo distinto, casi prohibido a ojos de mis padres: una guadaña. Y desde entonces, cada giro de su hoja curva se siente como una extensión de mí mismo.

Elowen, con apenas nueve años, es aún un misterio. Ha mostrado la sanación de mamá y un atisbo de afinidad con la tierra. Sus berrinches y fuerza de carácter parecen un augurio de lo que vendrá.

Nuestra familia es reconocida por la curiosa mezcla en nuestro cabello y ojos. Papá, con su melena ceniza y ojos verdes, piel bronceada y cuerpo musculoso. Mamá, rubia pálida, ojos morados y una piel blanca que aún conserva gracia pese a sus cuatro hijos. Trevor heredó el cabello de papá y los ojos de mamá; Layra el inverso: el cabello dorado de mamá y los ojos verdes de papá. Yo soy una mezcla de ambos: cabello cenizo con puntas doradas, y heterocromía, con un ojo verde y el otro morado. Y Elowen, la más pequeña, heredó lo de papá casi al completo.

Durante el desayuno, papá recuerda que Trevor debe regresar a la academia, y Layra está por presentar su examen de ingreso. La rutina se mezcla con la emoción de las despedidas.

"Oye mocoso, ¿ya terminaste de desayunar?" me dice Trevor con una sonrisa desafiante. "Es hora de entrenar. Quiero darte una última lección antes de irme."

"Jajaja, claro que sí, hermano. Hoy será el día en que yo te humille" le respondo con la misma sonrisa malévola.

Salimos al jardín, acompañados de toda la familia. Papá hace de árbitro.

"En sus marcas… ¿listos? ¡Peleen!"

La guadaña y la espada se encuentran en un choque brutal. Mi arma gira con todo mi cuerpo, balanceándose entre mis manos como un relámpago negro. Trevor esquiva, contraataca con fuerza, y siento el filo rozar mi mejilla. El dolor me despierta, pero también me enfurece.

Salto, giro, lanzo un ataque en espiral. Trevor apenas logra defenderse, pero mi movimiento final lo sorprende: un golpe rápido a sus piernas lo hace caer de rodillas. Con un segundo giro, lo desarmo. La espada vuela por los aires y coloco la curva de mi guadaña detrás de su nuca.

He ganado.

El silencio dura unos segundos, roto solo por la respiración agitada de ambos. Luego, todos aplauden. Layra me despeina, avergonzada pero emocionada. Papá me abraza con orgullo, y mamá sonríe con calma. Elowen me lanza una amenaza infantil:

"Hermano Ther, cuando se manifieste mi elemento y elija un arma, ¡te derrotaré!"

Trevor ríe, levantándola en sus hombros.

"Bien dicho, Wen. Dale su merecido por mí."

La tarde nos lleva de paseo por el pueblo. Saludamos amigos, caminamos hasta el parque. Yo me recuesto bajo la sombra de un árbol y dejo que la calma me venza. Mis ojos se cierran lentamente. Los recuerdos de mi otra vida regresan, ardiendo en mi mente como cicatrices que nunca sanaron.

De pronto, siento algo que me toca la cara. Una voz impaciente me alcanza.

"Oye, oye… ¿Theri?"

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