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ZULEY

CalebYY
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Synopsis
Ulicket asesinó al hombre que abusó de su hermana… y pagó su crimen con años de prisión. Al salir, descubre que Zuley ha muerto. La desesperación lo consume, la rabia lo arrastra… y su último acto lo lleva al borde de la muerte. Pero la muerte no es el final. Un mundo nuevo lo espera, donde el dolor y la venganza se mezclan con la posibilidad de empezar de nuevo… si es que puede sobrevivir a lo que viene.
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Chapter 1 - Cap 01 cuéntame el final esta vez

"Mi alma está saturada de males, y mi vida se acerca al sepulcro."

— Salmo 88:3

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Soy un asesino.

Sí… un asesino.

Si la excusa fue que aquel sujeto abusó de mi hermana.

Cumplo una condena de ocho años.

¿Me arrepiento?

No.

Quizás debí hacerlo de otra manera…

para que no se dieran cuenta,

para inculpar a alguien más.

Pero esos pensamientos solo pasan…

Ahora solo me pregunto cómo estará mi hermana.

En esta cárcel, ella es mi luz.

Mi pequeña Zuley.

Solo espero salir para verla.

Mañana saldré.

Con 26 años.

La haré feliz.

---

Pero cuando llegué al orfanato…

mi hermana estaba muerta.

Quedé en shock.

Sacudí a la mujer que me recibió,

y ella me dijo con voz fría:

—Son los castigos de nuestro Dios.

Te quitó lo más preciado por acabar con una vida.

Caí de rodillas.

No… esto no puede ser verdad.

Pensé que me estaban mintiendo.

Que era una broma cruel.

Mi hermana no podía estar muerta.

—¡Ella no está muerta! —grité—. ¡No lo está!

¿Cómo pueden decir eso?

¡No la cuidaron!

¿Por qué?

¿Qué pasó?

—Habla ,maldita monja —dije entre dientes.

Ella me miró con desprecio.

—Tú acabaste con el padre de aquí… aquel que te acogió.

Es tu castigo.

—¿Qué castigo?

¡Maldita mierda, él la abusó!

¡Él le hizo daño!

Y ella me respondió, sin inmutarse:

—Ella podía haberlo perdonado…

y él podría estar vivo, como ella también.

Si eso hubiera sucedido, nada de esto habría pasado.

No pude hablar.

Estos monstruos…

Me callaron con sus estúpidas, horribles palabras.

Me levanté a golpearla,

para que me dijera la verdad.

Pero ya habían llamado a la policía nuevamente.

Los niños del orfanato gritaban.

Me miraban con odio.

Aquellos mismos niños que antes me querían,

a los que solía contarles cuentos.

Los policías me agarraron.

Me bajaron al suelo.

No podían detenerme.

Debía saber la verdad.

Entonces un niño se acercó.

Era Sebastián.

—Ella murió… es verdad —dijo.

Mi cuerpo tembló.

No por la fuerza de los hombres que me sujetaban,

sino por el dolor.

Me paré con toda mi fuerza.

Tiré a esos tres hombres al suelo.

Escuchaba las sirenas afuera,

más gente llegando.

Agarré un cuchillo.

Y corrí hacia aquella monja

que subía las escaleras del orfanato.

—¡Maldita tú!

¡La mataste!

¡Maldita hija de puta!

¡Tú fuiste!

Ella solo me sonrió.

—Ella se suicidó —dijo.

—¿Eh?

¿Cómo que se suicidó?

No… no…

Eso no puede estar pasando…

No… no…

Mi hermana…

¡NO! ¡NO, NO, NO!

¡NO!

¡Me estás mintiendo, maldita!

—La dejaste sola.

¿Qué más iba a hacer?

Se echó la culpa… y se colgó.

Mis ojos se abrieron…

No podía creerlo.

Las lágrimas no bastaban

para contener la rabia.

La nada que sentía...

Debía irme con ella.

Debía estar con ella.

Debo estar con ella.

No tengo a nadie...

Solo a ti.

Es mi culpa... lo es... lo es...

Debí matarlo… de otra manera.

Hubiera hecho mil cosas…

Mil malditas cosas más.

Otras maneras… no debí alejarme de ti tantos años.

¡No, no, NO!

¡AAAAAHHHHHHAAAAAAAHHH!

Golpeé mi cabeza una y otra vez.

Tenía que ser un sueño… sí… sí… ¡sí lo es!

Pero no lo era.

Los pasos de los policías, golpeando la puerta, lo confirmaban.

Mi mente… se rompió.

Solo quedaba un sonido.

Solo una voz.

Ella…

Ella debe estar conmigo.

ZULEY...

Pronto... pronto...

Estaré contigo… te veré.

Corté mi cuello.

El calor de mi propia sangre me quemaba la garganta.

Sentí el hierro frío del cuchillo hundirse en mi piel.

El líquido rojo brotaba, goteando, manchando mis manos, mi pecho…

Mi vista se nublaba.

En los últimos segundos…

vi a aquella mujer,

abriendo la puerta para que los hombres entren.

Y entonces lo vi…

el libro.

La historia que siempre te contaba, Zuley…

la de la princesa que salvó al príncipe conejo.

Te lo hubiera contado mil veces más…

mil veces…

hasta que te durmieras otra vez entre mis brazos.

Cerré los ojos.

Pronto nos encontraremos, Zuley.

Mi pequeña hermana…

Estaré contigo en el mismo infierno.

___________________________

Ulicket yacía muerto.

Su cuerpo cayó.

El cuchillo tintineó en el suelo.

La sangre seguía fluyendo… hasta que ya no lo fue.

__

Entonces apareció un ángel.

Silencioso.

Sus ojos atravesaban la oscuridad, viendo todo.

No le importaba la muerte del hombre que mató Ulicket.

Lo que lo enfurecía eran sus palabras, su rebeldía, su impaciencia…

su falta de comprensión de lo que debía callar.

El enojo por aquellas palabras:

"Estaré contigo en el mismo infierno".

Celos de aquel niño que había visto nacer…

y ahora debía dejarlo adorar a seres de abajo.

—TÚ… QUE ERAS tan devoto… Ulicket,

¿por qué dices eso? —susurró, con voz helada y firme—

tanto has cambiado.

Debes volver.

Tienes que ser de nuevo…

Mi niño.

¿Qué debería hacer contigo…

Ulicket… hijo?

MÍO.

Entonces pronunció su sentencia, escalofriante y absoluta:

—Repetirás el mismo infierno.

En otro mundo.

Rezarás… hasta que tus rodillas sangren.

Callarás. Obedecerás…

Y solo entonces volverás a ser tú,

mi pequeño.

El ángel extendió sus manos.

La luz lo envolvió todo.

La sangre, el libro, el cuerpo… desaparecieron en un resplandor cegador.

Y así, bajo su juicio y su poder,

las dos vidas se encendieron de nuevo en otro mundo.

Ulicket…

y su hermana Zuley…

renacieron, comenzando otra vez.

Derechos de autor — Caleb Y.Y