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Chapter 3 - El Mercado de Sombras

El hombre que me había encontrado no tenía prisa, aunque sus ojos parecían buscar grietas en el aire mismo.Su abrigo gris se pegaba a su cuerpo delgado como una segunda piel, su sombrero ocultaba casi todo su rostro, pero podía sentir su mirada perforándome la memoria incompleta.

—¿No recuerdas tu nombre? —dijo, sin esperar respuesta.—No. Ni siquiera sé de dónde vengo.

Asintió, como si escuchara un eco lejano.—Es común —murmuró—. Esta tierra se lleva los recuerdos de los que caen aquí. Se los bebe con paciencia.

Me condujo sin preguntar hacia un portón oxidado que apareció entre los edificios, un muro que nunca antes había visto pero que ahora se alzaba delante de mí como una entrada a otro mundo.

—Vamos —dijo—. Aquí se mueve la verdad oculta, lo que nadie quiere que veas. El Mercado de Sombras.

Al cruzar, el aire cambió. Ya no olía a metal y polvo, sino a humo y tierra mojada. Las voces se arremolinaban como un viento constante, bajas y susurrantes, llenas de promesas y amenazas.

No era un mercado como los demás. No había carpas brillantes ni vendedores gritando. Era un laberinto de callejones oscuros, donde la luz luchaba por filtrarse y donde cada figura parecía estar observándote con una mezcla de hambre y desconfianza.

El hombre, que se presentó finalmente como Kharos, avanzaba con paso seguro, como si cada piedra del camino le perteneciera.

—Aquí se negocian más que objetos —susurró—. Aquí cambian destinos, se venden secretos y se compran segundos de vida.

Un puesto llamó mi atención: una mujer con tatuajes que parecían mapas estelares ofrecía frascos llenos de polvo dorado.—Curación para los que han roto sus hilos —dijo con voz baja—. Pero no sin precio.

La idea de que mi tiempo, el del "hilo" que el libro mencionaba, pudiera estar roto o consumirse me pesó en el pecho como una losa invisible.

Kharos me llevó hasta un anciano encorvado que examinaba un pequeño objeto que emitía luces tenues y erráticas.

—Este es Vorel —me dijo—. Él sabe lo que significa llevar la Autoridad.

Vorel tomó el libro de mis manos sin preguntar, sus dedos huesudos recorrieron las páginas con una paciencia casi dolorosa.

—Es un poder —dijo al fin— que puede moldear lo que te rodea, sí, pero que también consume lo más profundo de quien lo posee. El Archivo nunca olvida, y nunca perdona. Cada cambio que hagas tendrá un precio… y si ese precio es demasiado alto, la realidad simplemente te borrará.

Una corriente helada recorrió mi espalda. Miré el reloj que ahora veía en el libro, que seguía contando sin pausa, implacable.

—¿Hay forma de detenerlo? —pregunté con voz quebrada.

Kharos sonrió, pero no fue una sonrisa amable.—Hay quienes intentan engañar al Archivo. Quienes compran tiempo con vidas ajenas, quienes escriben pactos con entidades que nadie debería invocar. Pero el Mercado… el Mercado es implacable.

Vorel me devolvió el libro y el murmullo del mercado me envolvió otra vez, como un aliento frío.

Kharos se volvió hacia mí con una sonrisa torcida

—Bienvenido a tu nueva vida, lector. Aquí es donde comienza la verdadera historia.

Entonces, por primera vez, sentí que no sólo estaba atrapado en un mundo extraño, sino que era un prisionero de su historia.

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