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Chapter 5 - Capítulo 2 - Conversación en el bar

Luego de ese suceso con la Diosa Astrea, no tuvimos muchos más inconvenientes durante las semanas siguientes. Aunque la tensión al principio era evidente, con el paso de los días la convivencia se volvió más llevadera. Astrea respetó su palabra: no volvió a tocar el tema de la [Falna], ni intentó acercarse más de lo necesario.

Pasaron dos semanas desde aquella noche, y para ser sincero, todo fue sorprendentemente tranquilo.

Amy seguía con su rutina habitual: levantarse temprano, preparar el desayuno tarareando cualquier melodía que se le viniera a la mente, salir al jardín a regar sus plantas, y volver al mediodía con algo nuevo que quería probar en la cocina (Aunque siempre resultará en un desastre)

La Diosa Astrea, por su parte, no causaba problemas. No molestaba, no se metía en lo nuestro, y aunque al principio se mostraba reservado, poco a poco fue encontrando su lugar. A veces la encontraba en el porche al atardecer, sentada en silencio, observando el cielo como si esperara una señal. No hablábamos mucho, pero cuando lo hacíamos, evitábamos cualquier conversación que pudiera incomodar a uno de los dos. 

Justo esta mañana nos comunicó que era hora de que se fuera del pueblo. Amy se mostró un poco desanimada por la noticia. Se le notaba en la mirada, aunque trató de sonreír como siempre. Parecía haberle agradado esa Diosa en el corto tiempo que habíamos compartido hogar.

Yo, en cambio, me limité a asentir. No dije nada más. No por frialdad, sino porque, en el fondo, sentí un claro alivio. No me alegraba su partida, pero tampoco me entristecía.

Después de ayudar a cargar un par de cosas al carruaje que la esperaba en las afueras del pueblo, regresó a casa en silencio. Amy se quedó despidiéndose con algunas vecinas, con las cuales había creado una amistad en el corto tiempo que pasó en este lugar. Nunca dejé de sorprenderme la facilidad que tenía para conectar con la gente.

Viendo que mi presencia ya no era necesaria, me di la vuelta y regresé sin apuro. Al llegar, me puse una chaqueta ligera, tomé unas pocas monedas del cuenco en la repisa y salí de nuevo sin decir una palabra. Amy me vio desde la entrada mientras hablaba con una anciana, pero no dijo nada. Solo me lanzó una breve sonrisa y asintió con la cabeza, como si supiera que necesitaba despejarme.

Caminé por las calles empedradas mientras el sol comenzaba a desaparecer tras los tejados. Las fachadas de madera se teñían de tonos dorados, y los faroles se encendían poco a poco. Algunos niños corrían todavía por los callejones, ajenos al paso del tiempo. Vendedores guardaban lo que quedaba del día en sus carretillas. Todo como siempre.

Me detuve frente a una vieja taberna de fachada descuidada: ''El Jabalí Cansado''. Un nombre bastante ridículo si lo pensabas demasiado, pero con el tiempo le tomas cariño. Siempre venía aquí cuando tenía el día libre o simplemente cuando necesitaba desconectarme un rato. El dueño ya me conocía, y el ambiente era decente. Lo suficiente como para mantenerme lejos del bullicio y cerca de una buena comida caliente.

El interior estaba medio lleno. Un par de granjeros conversaban en la esquina, otro grupo jugaba a las cartas cerca de la chimenea, mientras que mi grupo me esperaba en una mesa ubicada en la esquina del bar.

''¡Hola Bell!'' gritó Akira con una sonrisa mientras agitaba una mano en el aire. Estaba sentado junto al guardia Joseph, quien como de costumbre, solo levantó la vista y se acercó con la cabeza en forma de saludo.

Me acerqué con calma, arrastrando la silla antes de sentarme. La madera crujió un poco al apoyarme.

Eché un vistazo rápido a Akira. Vestía como siempre: la misma ropa de entrenamiento, el mismo peinado atado con su típica banda elástica... aunque esta vez era de otro color. Celeste, en lugar de la negra habitual. Un detalle mínimo, pero que noté al instante ya que destacaba bastante, o por lo menos lo hacía para mis ojos, pero no vi necesidad de mencionarlo.

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''Llegas justo a tiempo. Iba a ordenar sin ti'', dijo Akira mientras dejaba la carta sobre la mesa.

''Como si alguna vez esperaras'', respondí con una leve sonrisa mientras tomaba la carta. Ya sabía lo que iba a pedir, pero igual era costumbre echarle una mirada, solo por si alguna vez se dignaban en cambiar el menú. Lamentablemente ese nunca era el caso.

Joseph tomó un sorbo de su jarra sin decir una palabra. Era el tipo de persona que no hablaba mucho ni tampoco se interesaba en reunirse con nosotros, pero al ser el guardia más experimentado del pueblo siempre tenía que vernos.

''¿Qué tal tu día?'' preguntó Akira mientras se acomodaba en su asiento, cruzando los brazos sobre la mesa.

''Tranquilo, en su mayoría. Astrea se fue esta mañana."

''Ah, ¿la diosa?'', preguntó sin mucho entusiasmo. ''¿No había estado quedándose contigo un par de semanas?''

''Si. Hoy decidió marcharse del pueblo. Dijo que tenía otros asuntos que atender.''

''Vaya... eso suena a excusa de diosa para no dar explicaciones'', murmuró mientras alzaba una ceja.

''Probablemente.'' dije sin mucho interés.

-¿Y Amy? -preguntó Akira.

''Se quedó un rato con las vecinas. Parece que se encarñó con Astrea más de lo que esperaba.''

Antes de que pudiéramos continuar, una figura delgada se acercó a nuestra mesa. Era la camarera de la taberna, una joven llamada Yoonseo. Su nombre siempre me pareció fuera de lugar en esta región, pero después de conocer tanta gente de tantas partes, uno aprende a no sorprenderse por nada.

Yoonseo había llegado al pueblo hacía un par de meses, perdida y sin rumbo, con una maleta pequeña y una mirada asustada. En ese entonces, apenas tenía un sitio donde quedarse, y mucho menos una idea de cómo sobrevivir. Al verla tan desorientada —y consciente de lo fácil que era para alguien en su situación caer en las manos equivocadas— le siguió este trabajo en la taberna, tras un breve 'diálogo' con el dueño.

Era evidente que su carácter tímido no la convertía en la mejor opción para tratar con algunos clientes del bar, pero su apariencia llamativa solía suavizar las exigencias de los más impacientes. Cabello rosado que le caía en mechones suaves hasta los hombros, ojos turquesa grandes que rara vez sostenían una mirada, y una estatura menuda que contrastaba con una zona donde no se le podía llamar para nada ''pequeña''.

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''B-buenas tardes, Bell-san... ¿q-qué p-podría ofrecerle?'' preguntó titubeando, mientras se ocultaba tras su flequillo como si quisiera volverse invisible.

''Sabes que no vengo solo, ¿verdad, Yoo~?'' respondí con tono tranquilo, casi juguetón. Alargué la mano y le revolví suavemente el cabello. A veces parecía más un cachorrito asustado que una camarera.

Yoonseo se acercó con rapidez y se giró hacia Akira y Joseph, evitando cruzar miradas. Akira solo suena con ligereza.

''Lo de siempre para mí'', dijo. ''Y no te preocupes, no vamos a comerte''.

Joseph levantó la jarra vacía en señal de que quería otra. No dijo una sola palabra. Yoonseo hizo una pequeña reverencia y se alejó con pasos cortos, casi tropezando con una silla en el camino.

''Pobre chica...'' murmuró Akira cuando ya estaba lejos. ''Todavía parece nerviosa todo el tiempo. ¿Siempre fue así?''

''Más o menos. Está mejor que cuando llegó. En aquel apenas entonces podía decir una oración entera sin echarse a llorar.''

''¿Y tú fuiste su salvador, entonces?'' preguntó Akira, arqueando una ceja con una sonrisa que rozaba la burla.

''No diría tanto. Solo le di una opción decente antes de que el pueblo le ofrezca una peor.''

Akira apoyó un codo en la mesa y apoyó el rostro en su mano.

''A veces olvido que eres el héroe de este pueblo, Bell.''

''¿Héroe? Sin exageraciones. Solo me establecí aquí y hago lo que puedo."

''¿Sabes qué es lo curioso, Bell?'', preguntó Akira, mientras se apoyaba sobre la mesa con ambos codos. ''Que tú dices eso con esa voz tranquila tuya, como si fuera algo menor. Pero sin ti, este lugar no sería ni la mitad de seguro que es ahora. Antes de que llegaras, muchos teníamos miedo incluso de salir de noche. ¿Recuerdas los asaltos en las rutas cercanas? O cuando las cosechas eran robadas sin que nadie pudiera hacer nada. Toda esa actitud noble tuya hizo que hasta el inexpresivo Joseph te respetara''

Joseph alzó una ceja, como si hubiera escuchado, pero no hizo comentario alguno. Solo bebió de su nueva jarra, que había llegado sin que lo notáramos.

''Además... gracias a ti ahora soy la instructora oficial de esgrima del pueblo. ¿Lo recuerdas?'' dijo Akira, dándose un ligero golpe en el pecho con orgullo. ''Cuando llegaste, yo apenas sabía cómo sostener una espada sin torcer la muñeca. Y ahora entreno a los nuevos reclutas ya los chicos que quieren aprender a defender su hogar.''

''Tú pusiste el esfuerzo. Yo solo te di unas cuantas correcciones y te grité cuando sostenías mal la empuñadura.''

Akira soltó una risa breve ante mi comentario.

''¿Algunas cuantas? Me dejabas los brazos entumidos de tanto repetir la misma postura. Pero valió la pena. Ahora entreno a los más jóvenes, incluso a algunos guardias que llevan más tiempo que yo. A veces ni yo me lo creo."

''Es porque eres buena. Siempre tuviste instinto, solo necesitabas pulirlo.''

Joseph terminó su bebida en silencio, dejó unas monedas sobre la mesa y se puso de pie. Asintió levemente a modo de despedida.

''¿Ya te vas?'' preguntó Akira.

Joseph no respondió, pero hizo un gesto con la cabeza hacia la puerta, como indicando que debía volver a la ronda. Luego salió sin más, dejando la silla vacía tras él.

El ambiente se volvió más tranquilo con su partida. Akira se estiró un poco, soltando un suspiro largo.

''¿Sabes? A veces pienso en cómo habrían sido las cosas si no hubieras llegado. Seguramente seguiríamos usando espadas sin filo y huyendo al primer ruido en el bosque.''

''O tal vez ya habrías tomado las riendas iguales. Siempre tuviste carácter.''

''Pero sin técnica ni confianza. Y tú me diste ambas, aunque te hagas el humilde. No es que te esté agradeciendo con palabras dulces, así que no se te suba a la cabeza'', dijo con una sonrisa ladeada.

''Tranquila, no corro ese riesgo.''

En ese momento, Yoonseo volvió con los pedidos, dejando con cuidado las jarras y platos sobre la mesa. Murmuró un tímido ''buen provecho'' y se alejó casi de puntillas.

''Ojalá poder pagarte algún día lo que has hecho por nosotros'' dijo en un leve murmullo, aunque gracias a mis sentidos pude escucharlo.

''No tienen que pagarme nada, Akira. Este pueblo me dio más de lo que esperaba. Un lugar donde nadie me persigue, donde puedo dormir tranquilo y tomar una cerveza sin mirar por encima del hombro. Eso... vale más que cualquier otra cosa que haya tenido en años.''

Akira tomó la suya y dio un sorbo largo.

''Bueno... por los días tranquilos y las noches sin sobresaltos.''

''Y por que duren'', añadí, levantando mi jarra, cochándola contra la suya.

Lamentablemente... Estos días no podrían durar para siempre.

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