El Despertar del Lienzo Infinito
El silencio era absoluto. Ni el eco de un paso, ni el susurro del viento. Solo un blanco infinito que se extendía en todas direcciones, como si el mundo entero hubiera sido borrado.
Kenji abrió los ojos lentamente, sintiendo una extraña ligereza en el cuerpo. No había techo, no había suelo, y sin embargo estaba de pie.
—¿Qué… es esto? —murmuró, mirando a su alrededor.
Una voz profunda, suave pero con un timbre que estremecía el alma, respondió:
—Es el lugar donde todo comienza y termina.
Kenji giró bruscamente. Frente a él no había un hombre, ni una mujer, sino una figura envuelta en luz, sin rostro, sin forma definida. Su silueta cambiaba como un reflejo sobre el agua.
—¿Eres… Dios? —preguntó Kenji, su voz apenas un susurro.
—O algo cercano a lo que entiendes como tal —respondió la voz, con un tono que mezclaba ternura y autoridad—. Nos vimos una vez, antes de que todo esto empezara. ¿Lo recuerdas?
Fragmentos rotos emergieron en su mente: la oscuridad después de su muerte, el cansancio, la voz que le ofreció una segunda oportunidad. Y la promesa que él mismo hizo.
—"Quiero ser perfecto"… —susurró Kenji, recordando aquellas palabras.
La figura asintió.
—Eso dijiste. Y por eso estás aquí. Te di talento, un cuerpo fuerte, una mente ágil. Pero eso solo fue… el lienzo.
Kenji frunció el ceño.
—¿El lienzo?
—Sí —continuó la voz—. Te puse en un mundo que conocías bien, donde tus conocimientos serían ventaja. Pero la pintura… depende de ti.
El espacio tembló, y de pronto, frente a Kenji apareció un espejo. En él vio su reflejo, pero no era exactamente él: era una versión más alta, más segura, con un aura que parecía quemar el aire. Una versión que no solo dominaba cada habilidad, sino que inspiraba a todos a su alrededor.
—Ese… ¿ese soy yo?
—Podría serlo. Ese es el potencial que yace en ti. El hombre que puede caminar hombro con hombro con los dioses.
Kenji sintió un escalofrío recorrerle la espalda.
—¿Entonces… soy especial?
Por primera vez, la voz sonó más firme.
—No. Tienes el talento, pero el talento solo abre la puerta. El esfuerzo, el sacrificio, el amor por lo que haces… eso es lo que te llevará más allá.
La imagen en el espejo se desvaneció, dejando solo el vacío blanco.
—Recuerda esto, Kenji Hori: la perfección que anhelas no es no fallar… es levantarte cada vez que caigas.
Las palabras resonaron como campanas en su mente. El espacio comenzó a quebrarse, como un vidrio roto por el viento.
—Espera… —intentó decir, pero la luz lo envolvió por completo.
Kenji despertó sobresaltado, con el corazón latiendo como un tambor. El techo familiar de su habitación apareció sobre él, iluminado por los primeros rayos del amanecer. Se sentó en la cama, pasando una mano por el rostro empapado de sudor.
—Un sueño… —susurró. Pero en su interior, sabía que no lo era.
Se levantó, abrió la ventana y dejó que el aire fresco llenara sus pulmones. El cielo estaba teñido de naranja, y por primera vez en mucho tiempo, sintió que ese cielo era una promesa.
—No basta con querer ser perfecto… —dijo en voz baja—. Hay que construirlo. Paso a paso.
Cuando bajó a la cocina, el olor a desayuno lo recibió como un abrazo. Yuriko estaba tarareando mientras preparaba panqueques, y Sota corría por el pasillo con un avión de juguete.
—¡Kenji-niii! ¡Avión de ataque! —gritó el pequeño, lanzándose sobre él.
Kenji lo atrapó en el aire con una carcajada, girándolo como si fuera un avión de verdad. Yuriko se volvió y sonrió al verlo.
—Te ves más tranquilo hoy —comentó, colocando la mesa—. Supongo que dormir bien ayuda.
Kenji sonrió, aunque en su mente ardían las palabras de aquella voz.
—Sí… dormir bien ayuda.
En la escuela, el ambiente había cambiado. Ya no había rumores venenosos ni miradas de desconfianza: ahora, todos parecían mirar a Kenji con una mezcla de admiración y curiosidad. Algunos incluso le pedían selfies, cosa que Marin aprovechó para grabar un vlog titulado:
"¡La leyenda del héroe escolar comienza aquí!"
—Marin, baja la voz… —murmuró Kenji, mientras ella lo rodeaba con la cámara—. No soy ningún héroe.
—¡Pues actúas como uno! —replicó ella, guiñando un ojo.
Sawada, que observaba desde el fondo, soltó una risita burlona.
—Héroe… claro. Más bien estrella de reality.
Kenji la miró, sonriendo con ese toque desafiante que siempre parecía irritarla… y fascinarla al mismo tiempo.
Sakura, en cambio, caminaba a su lado con una sonrisa cálida, sosteniendo una carpeta llena de apuntes.
—Tengo una lista de cosas que debemos estudiar para el examen de fin de trimestre —dijo con su tono dulce—. Después de todo lo que pasó, necesitamos recuperar el ritmo.
Kenji asintió.
—Perfecto. Empecemos hoy mismo.
Marin, por supuesto, interrumpió con un salto dramático.
—¡Nada de eso! ¡Primero, reunión oficial para planear la próxima presentación de la banda! ¡Ishihoriwa Records no se va a fundar sola!
Kenji soltó una carcajada. El peso del juicio ya no estaba sobre sus hombros, pero algo nuevo comenzaba a latir en su interior: una mezcla de emoción, ambición… y una sensación extraña cuando miraba a las chicas que caminaban a su lado.
El mundo seguía girando, y con él, la sinfonía apenas comenzaba.