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Chapter 9 - 6: CORAZONES INCOMPRENDIDOS

Sant Filix, Reino de Rohaar

Año 860 de la Era Vampírica

Belias es el fundador de los Santos Exterminadores del Reino Khundras, Kaly es la Fundadora de los Santos Exterminadores del Reino Skandir y Shon es el fundador de los Santos Exterminadores del Reino Rohaar.

 

Archer, líder del primer escuadrón de Los Santos Exterminadores de Rohaar, sentado en el borde de su cama deshecha, no escuchaba ni una sola palabra de lo que le decía Karina Roux, líder del tercer escuadrón. La voz de la muchacha era un lejano susurro apenas audible en la habitación, y por mucho que ella se esmerara en ser lo más detallista posible, no lograba tener la atención de su amigo. La mente del exterminador se hallaba en otra parte. Con Rune.

Tiene que haber una manera…

El Maestro Santo antes dijo que él podría estar en manos de cualquiera de los cuatro príncipes vampiro, y enfrentarlos era una tarea suicida. Imposible, tal vez. Ellos, en comparación a los otros clanes vampiro, eran demasiado poderosos y Los Santos Exterminadores no tenían necesidad o quizás no se atrevían a luchar contra ellos. Pero ahora era necesario hacerlo; Rune, en muchos aspectos, era valioso para la organización. A pesar de eso, el Maestro Santo parecía no estar interesado en rescatar al muchacho, por lo tanto, él tendría que llevarlo a cabo por su cuenta.

¿Cómo? ¿Qué puedo hacer yo solo?

Karina continuaba hablando sin percatarse de que Archer no la oía.

Había pasado algunos días del rapto de Rune, pero Archer seguía sintiendo como si hubiera sido ayer. Y su ausencia dolía cada vez más. Ese día, por la mañana, estuvo vigilando cerca de la frontera, estudiaba el terreno en busca de vampiros de hueso o de cristal que pudiera capturar. En su lugar solo halló a un ejército de ghuls invernando en el interior del bosque de las espinas, en las tierras del Imperio del Acero. Bastaba con que pusiera un pie fuera de Rohaar para que las criaturas despertaran de su letargo. También pudo notar la presencia de dos enormes cerberos patrullando la zona. En ningún momento pudo hacer el intento de aproximarse más allá de línea fronteriza. Parecía imposible poder entrar o salir del Imperio. Sin embargo, él debía descubrir la manera de hacerlo. Tenía que hacerlo por Rune.

—¡Hey! —protestó Karina al ver la mirada perdida de su compañero—. ¡Archer!

El exterminador la miró.

Karina, era como su hermanita pequeña, o al menos así la veía él. De piel oscura, menuda y flacucha, la muchacha se hacía respetar ante el resto de los exterminadores con su sola presencia. De hecho, muchos le temían en su división. Archer, por supuesto, se las arreglaba para molestarla.

—¿Qué decías? —dijo él, poniendo cara de pena.

La muchacha bufó.

—¿Qué sucede, Archer? Ya no eres el mismo desde que… —se calló y bajó la cabeza.

—Lo siento, Karina. Solo estoy cansado —dijo el joven santo apenado.

—Sigues pensando en él, ¿cierto? —Karina suspiró—. Escucha, Archer, ya han pasado varios días de aquello… tal vez esto suene cruel, pero dudo mucho que Rune esté vivo. Lo siento, alguien tenía que decírtelo. Tienes que olvidarlo.

—¿Olvidarlo? Si fueras tú, Karina, también estaría preocupado. Buscaría la manera de salvarte. Y no, no voy a abandonarlo, simplemente no puedo, porque yo…

—Lo amas —lo interrumpió. Archer se envaró.

—Haría lo mismo por cualquiera de mis compañeros. Juré que los protegería; es mi deber como su líder —trató de ocultarlo evitando mirarla—. Además, estoy casi seguro de que no está muerto. No me preguntes cómo lo sé. Solo lo siento.

Karina se lo que viendo, y pensó: lo amas tanto que te niegas a ver la verdad. Solo te harás más daño, sin embargo, puedo entenderte.

—Vale, te ayudaré —se acercó a él y le tendió una mano. Archer se la estrechó—. ¿Tienes algún plan en mente?

Él negó con la cabeza.

Lo cierto es que Archer no tenía mucha información relevante. Una horda de ghuls custodiaba el bosque en compañía de feroces cerberos, eso y la posibilidad de que hubiera vampiros de hueso escondidos en las sombras. Y sí que los habría, puesto que los ghuls solo actuaban si se les ordenaba hacerlo. Así que no sería para nada fácil una incursión en el Imperio.

—Un vampiro nebuloso —dijo el exterminador como si de pronto hubiera surgido una idea.

—¿Qué? —Karina frunció el ceño.

—Necesitamos las habilidades de un vampiro nebuloso para cruzar la frontera.

Karina alzó las cejas.

—Ya, creo que lo pillo. ¿Qué más?

—Unas dagas bien afiladas y mucha fe.

—Cuenta con ello —aseguró la exterminadora antes de salir de la habitación.

*** 

Con la ayuda de Karina, Archer se armó de valor y recuperó las esperanzas. Ahora veía una posibilidad, aunque escasa, de recuperar a Rune.

Así que, al día siguiente, ambos exterminadores se dirigieron hasta la frontera. Al llegar, se apostaron tan cerca como pudieron de la linde del bosque, camuflados detrás de dos árboles gigantes. Desde allí observaron durante un rato el paisaje austero al otro lado de una línea divisoria imaginaria, solo definida por la tierra muerta y la vegetación marchita. Extrañamente, no hubo rastro de los ghuls ni de los cerberos. Mucho menos de vampiros. El paso estaba libre.

Karina dudó. No podía ser tan sencillo cruzar. Algo anda mal. Miró a Archer y negó con la cabeza.

Él, en cambio, vio una oportunidad. Entonces, bajo la mirada tensa de su compañera, sacó un frasquito de su ropa e ingirió todo su contenido.

—Esto no pinta bien, Archer —le dijo ella en voz baja desde su posición.

Pero él no la escuchó, y en vez de estudiar un poco más la situación y reconsiderarlo, se agachó y depositó las manos sobre la superficie de la tierra húmeda. Karina puso los ojos en blanco antes de volver a escrutar el paso fronterizo.

Comenzó a llover ceniza.

¿En qué demonios me metí?

Concentrándose, Archer convocó el poder que el polvo negro le había proporcionado. De la tierra bajo la hierba, una bruma grisácea comenzó a brotar hacia la frontera y el bosque gris que se alzaba del otro lado. Las vistas se desvanecieron y Karina se vio forzada a usar los polvos negros que traía para poder distinguir las formas dentro de la espesa neblina. Los dones vampíricos podían otorgarles una visión de las energías que cada ser vivo emana de su cuerpo.

Así podrían saber hacia dónde se movían.

Archer se incorporó y, sin esperar a su compañera, se lanzó hacia la neblina.

—¡Hey! No tan rápido, podría ser una trampa —se quejó Karina tras seguirlo.

Con pasos decididos avanzaron a través de la bruma nebulosa, cruzaron la frontera y se internaron en el bosque mientras la ceniza caía silenciosa sobre ellos. Incluso si se dirigían directo a una trampa, Archer no se paró a pensarlo.

Los dos exterminadores continuaron adelante, a pesar del peligro que eso podría significar, siguieron durante un rato una especia de sendero que se abría hacia el otro lado del bosque, donde se emplazaba una impresionante torre negra rodeada de fortificados muros de acero. Se agazaparon uno al lado del otro bajo el alero podrido de un árbol viejo.

Karina levantó la vista y estudió la edificación.

—¿Crees que lo tengan allí? —preguntó.

—No lo sé. Pero es posible —dijo Archer, tenso.

—Entrar va a ser muy jodido. Lo sabes, ¿cierto?

Él asintió.

—Sé que es riesgoso y… —Se volvió a ver a su compañera—. Karina, en serio estoy agradecido de tu ayuda, y no quiero que…

—¡Shhh! Nada de lamentaciones, ya estoy involucrada en esto —lo dijo ella mientras su mirada se desviaba hacia otra parte—. Mira. Por allá. —Señaló el norte.

Los ojos ennegrecidos de Archer se enfocaron en esa dirección.

En la carretera principal, a lo lejos, un carruaje blindado apareció a toda velocidad y tirado por bellos corceles blancos. Se dirigían hacia la fortificación de los vampiros. Con la visión amplificada, Karina pudo distinguir el escudo de la orden de los Oscuros en sus ventanas. 

—¡Son los Oscuros! —anunció la exterminadora.

—Sí, ya me di cuenta. Puedo oler su pestilencia hasta aquí. —La muchacha se volvió hacia Archer—. Si Rune está en la torre, esos ocultistas han venido por él.

—Eso no es bueno considerando que Rune aún siga con vida. Los Oscuros sacrifican humanos para complacer las necesidades de sus amos.

—Lo sé. No tienes que recodármelo. Se me revuelve el estómago.

Karina reflexionó un momento. Cuando volvió a hablar lo hizo con decisión.

—No podemos entrar los dos solos. Hay que pedir ayuda.

Archer la miró con aquellos ojos vacíos.

—Si viene más gente todo podría complicarse. Aumentarían las posibilidades de fracasar, y con ello, las bajas serían importantes.

—¿Y si recurrimos a los Maestros Santos? Tal vez pueda persuadirlos y…

—¡Basta! —Él la interrumpió—. Karina, ellos no van a intervenir. No tiene caso alertarlos de nuestro plan. Lo arruinarían.

Karina regresó su atención al carruaje cuando este llegó a la fortificación. Entonces, s ele ocurrió que la única manera de averiguar si Rune estaba con vida, era por medio de los Oscuros. Tendrían que interceptarlos una vez abandonaran el lugar. Si querían rescatar al santo, debían quedarse allí y esperar una oportunidad; luego asaltarían el carruaje. El plan parecía bueno, sin embargo, había un problema: no sabían si los Oscuros viajaban solos o con alguno de los príncipes vampiros. Ellos dos no serían rival para un heredero del Señor del Acero. Aun así, con todo en contra, era la mejor opción.

—Tengo una idea —dijo la exterminadora pasado un rato—. Es tan arriesgado como irrumpir en la fortaleza, pero podría funcionar.

Archer se giró hacia ella.

—Te escucho.

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