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Chapter 3 - Chapter 3:

Los magos, portadores de sabiduría ancestral, emprendieron su expedición hacia el corazón del terror: el lugar donde habitaba la criatura conocida como el Oscuro.

El viaje fue largo. Pasaron días… incluso semanas. Durante el trayecto, sus ojos contemplaron las cicatrices que el Oscuro había dejado tras de sí: tierras calcinadas, pueblos destruidos, armas oxidadas en el suelo, restos de artefactos mágicos partidos por la mitad.

En algunas zonas aún quedaban árboles y paisajes hermosos, casi intactos, como si el mundo recordara lo que alguna vez fue. Pero mientras más se acercaban a su destino, la vida desaparecía. El aire se volvía pesado. El cielo parecía más gris. Los colores del mundo se desvanecían lentamente.

Y entonces llegaron.

Ante ellos, se abría un paisaje infernal: una llanura retorcida, con fuego saliendo de grietas en la tierra, un cielo perpetuamente oscuro y cadáveres esparcidos por doquier. Algunos aún conservaban la forma humana… otros eran solo huesos fundidos en el suelo. El hedor era insoportable. La energía del lugar hacía temblar hasta el alma más valiente.

Varios magos quedaron en shock, incapaces de hablar. Otros comenzaron a temblar, con los ojos abiertos de par en par, sin poder creer lo que veían. Y fue en ese momento… que lo escucharon.

Un estruendo en el cielo. Un zumbido creciente. Algo se aproximaba.

¡Impacto!

Los magos alzaron sus manos y, sin pensarlo, conjuraron un escudo mágico colectivo. Justo a tiempo: una lluvia de rayos y fuego cayó como un diluvio infernal. El ataque duró uno… dos… tres minutos. Pareció una eternidad.

Y entonces, silencio.

Los escudos se disiparon. El polvo bajó.

Allí estaba.

El Oscuro.

De pie entre las llamas, completamente inmóvil. Observando. No hablaba. No se movía. Solo miraba.

Los magos, nerviosos, comenzaron a lanzar sus hechizos más poderosos: fuego celestial, cadenas arcanas, relámpagos sellados, llamas blancas purificadoras… Todo lo que sabían, todo lo que habían guardado por siglos, fue dirigido hacia él.

Pero el Oscuro no se detuvo.

Caminaba. Lento. Firme. Imparable.

Un silencio aterrador se apoderó del grupo.

Entonces, uno de los magos —un elfo de túnica azul oscura y ojos como plata— habló:

—Existe un único hechizo… antiguo, prohibido… creado por los primeros sabios. Tal vez… solo tal vez, pueda contenerlo.

Los demás asintieron. Era su única esperanza.

Juntos, los magos comenzaron a recitar el Hechizo del Sello Final. Sus voces se elevaron al cielo, resonando como un canto ancestral. El aire vibraba. La tierra temblaba. Sobre ellos se abrió un vórtice de luz, una esfera brillante que crecía y crecía, alimentada por su energía combinada.

Cuando alcanzó su punto máximo, los magos alzaron sus bastones al unísono, apuntando directamente al Oscuro.

—¡AHORA! —gritó el elfo.

Y la luz fue disparada con toda su fuerza… hacia el corazón de la oscuridad.

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