—¡Papá, vamos al parque! —Shin-chan saltaba de emoción.
Hiroshi solo gruñó y se dio la vuelta.
Su rostro aún mostraba las marcas del "castigo" que Misae le había aplicado.
La caseta de Shiro tendría que esperar; hoy no estaba de humor para reparaciones.
—Id vosotros. Ese entrenador aterrador seguro que también está.
—Bueno, tío Hideki, vámonos. ¡Las chicas de esta mañana quedaron con nosotros para jugar voleibol esta tarde!
¿Voleibol?
La mente de Hiroshi comenzó a divagar.
Escenas sugerentes se proyectaron en su imaginación.
—"Ay, Hiroshi, no seas tan bruto…"
—"¡Hiroshi, tú puedes!"
¿Eh?
Recostado junto a la ventana, por fin asomó una sonrisa en su rostro.
—¡Muy bien! ¡Voy a animarme y pasar tiempo con Shin-chan!
—¡Papá!
—¡Shin-chan!
—¡Te acompañaré hasta que te conviertas en un hombre de verdad!
—¡Papá!
Hiroshi abrazó a Shin-chan, en una escena tan tierna como falsamente dramática.
Hideki apenas podía creer lo mucho que a estos dos les gustaba actuar.
—¡Bien! ¿Cuál es el siguiente reto? ¿El voleibol?
Hiroshi se frotó las piernas adoloridas. Normalmente, el dolor muscular aparecía al día siguiente.
Eso significaba que mañana sería aún peor.
Pero por jugar voleibol y compensar el bochorno de la mañana, ¡estaba dispuesto a soportarlo!
—Mi cuñado tiene buena resistencia. Mañana le ayudo con la caseta de Shiro.
Hideki sonrió. Sabía lo que pasaba por la mente de Hiroshi, pero no había opción: el sistema le había dado una misión.
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—¡El aire está tan fresco!
—Hacía mucho que no me relajaba así.
—¿Y las chicas? —Shin-chan miraba a todos lados.
—¿Shin-chan? ¿Hideki?
Un grupo de chicas se acercó.
Eran las mismas de la mañana.
—¡Hola!
Hideki las saludó con naturalidad. No era que no le interesaran, pero estaba acostumbrado a este tipo de atención.
Shin-chan, en cambio, corrió hacia ellas, saludando a cada una con entusiasmo.
Probablemente era el día más feliz de su vida reciente.
No todas eran modelos, pero la mayoría eran jóvenes atractivas, algunas incluso con uniformes escolares.
—¡Qué envidia! —murmuró Hiroshi, cambiando completamente de expresión.
Pero no se movió. Por más que temblara por dentro, se contuvo.
En su época universitaria, Hiroshi también había sido popular. Hubo chicas que coqueteaban con él.
Pero después del matrimonio, esa atención femenina desapareció.
Ahora, con su traje de oficina, aunque lucía maduro, también era evidente que era un simple asalariado.
¿Acaso Hideki había conquistado a una escuela femenina entera?
Viendo esas faldas cortas y esa energía juvenil, a Hiroshi le dio un ataque de celos…
—'La juventud es maravillosa…'
Una voz fría lo devolvió a la realidad.
Misae lo observaba con los ojos entrecerrados.
Shin-chan, en su propio mundo, hacía el ridículo como siempre.
—¡N-no! ¡Las mujeres maduras son las que más me gustan!
Era la única respuesta correcta para salvar su pellejo.
—Hum.
Misae lo miró con desdén, pero al menos no lo golpeó.
Hiroshi había aceptado venir, pero no esperaba que Misae también los acompañara.
Ahora solo podía mirar con nostalgia cómo Shin-chan jugaba con las chicas.
—Hola, ¿ustedes son la hermana y el cuñado de Hideki?
Las chicas estaban interesadas en Hideki, pero él se mantenía distante.
La verdad, Hideki no era de esos que andan buscando conquistas.
Esa mañana, simplemente se había quedado parado en un lugar estratégico.
Casualmente, cerca había un grupo de estudiantes femeninas haciendo ejercicio.
Así terminaron todas ahí.
Pero quien había quedado con ellas era Shin-chan, no Hideki.
Este último solo las saludó sin profundizar.
Sabía que si se mostraba demasiado amable, no lo dejarían en paz.
Al ver su actitud, las chicas optaron por acercarse a su familia.
—¡Vuelve aquí!
Misae agarró a Hiroshi por el cuello de la camisa; sus ojos estaban inyectados de sangre.
—S-sí, él es nuestro Hideki…
El "feliz" sábado pasó lentamente.
—¡Oh, por favor! ¡Tengo 28 años! ¡No soy tan joven!
Misae, halagada, se dejó llevar por los cumplidos, olvidando cualquier rivalidad femenina.
—¡Oye, oye! ¿Tú tampoco te gusta el pimiento verde? —Shin-chan seguía hiperactivo.
Hideki tampoco podía escapar de las chicas.
Solo Hiroshi, sentado en un banco del parque, suspiraba profundamente.
El sol se ponía, alargando su sombra.
Pensando en su hipoteca de 32 años y en la superioridad de Hideki, una lágrima solitaria rodó por su mejilla.
Hideki, al verlo, no pudo evitar una sonrisa compasiva.
Hiroshi tenía una suerte terrible… pero a su manera, era feliz.
O al menos… algo parecido.