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Chapter 11 - Colmillo sombrio

Luego de cinco largos meses de arduo entrenamiento, el día de la ceremonia de ingreso a la academia estaba cada vez más cerca. Un mes era lo único que separaba a Kenji del inicio de una nueva etapa.

Su aspecto físico y mental había cambiado completamente. Se le veía como una persona capaz, alguien fuerte. Ahora podía utilizar su habilidad, fuerza y energía elemental a gusto.

De esta forma, el entrenamiento práctico y teórico finalizó para él. Así que era momento de ver todo su potencial en acción.

—Kenji… ¿Ya despertaste? —preguntó Elise, mientras abría la puerta de la habitación.

—Recuerda que hoy…

Luego de abrir, se dio cuenta de que él no se encontraba adentro.

—Haa… debe estar entrenando de nuevo —dijo, mientras miraba por la ventana.

Con un suspiro resignado pero teñido de orgullo, Elise se apoyó en el marco de la ventana. Sabía exactamente dónde encontrarlo: a unos cien metros de la casa, en el claro que habían usado como campo de entrenamiento improvisado durante aquellos largos meses.

Y allí estaba él, con las piernas firmemente plantadas en el suelo y los brazos en movimiento fluido. El aire a su alrededor vibraba visiblemente por el calor.

Una esfera de fuego vibrante se formó en su palma derecha, crepitando con energía contenida. No era la llama débil e inestable de sus inicios, sino una manifestación concentrada y controlada de su poder.

—Dominio elemental: Esfera llameante.

Con un movimiento rápido y preciso, lanzó la esfera hacia un viejo tronco de árbol carbonizado que usaba como blanco. El impacto fue limpio, dejando una gran marca humeante en la madera chamuscada.

Sin pausa, Kenji cambió de postura. Juntó las manos frente a su pecho, concentrándose. El calor se intensificó, el aire se onduló con más fuerza y luego, extendió los brazos hacia adelante.

—Dominio elemental: Llamas infernales.

Lanzó un torrente de llamas bestial, envolviendo el tronco e incinerándolo en su totalidad.

Se le veía sudoroso, la respiración ligeramente agitada, pero sus ojos brillaban con una determinación feroz. Repitió el proceso: esferas de fuego, lanzas, incluso intentó formar un escudo momentáneo de llamas danzantes frente a él, desviando unas pequeñas rocas que lanzó al aire con la otra mano. Cada movimiento era más seguro, más potente que el anterior. Había dominado los fundamentos y ahora exploraba los límites, la resistencia, la aplicación práctica en combate simulado.

Elise sonrió levemente. El entrenamiento “oficial” había terminado, sí. Habían cubierto la teoría, las técnicas básicas, el control elemental y la canalización de energía. Pero para Kenji, eso solo marcaba el final del aprendizaje guiado. Ahora solo tenía que perfeccionar sus técnicas.

Sabía que la academia sería exigente, un lugar para los dotados. Kenji no quería simplemente ingresar; quería destacar. Cumplir su objetivo rápidamente era lo más importante.

—Naomi —dijo, mientras empuñaba su mano con fuerza.

—Obsesionado como siempre —mencionó Elise, luego de llegar al lugar.

—Elise… ¿Qué haces aquí?

—Eso mismo me gustaría preguntarte. ¿Acaso olvidaste los planes que tenemos para hoy?

—Para nada. Es solo que quería practicar un poco.

—Me alegra saber que te sientes preparado. También me hace feliz ver lo mucho que has crecido y lo fuerte que te has hecho en estos pocos meses —le dijo Elise, demostrando lo orgullosa que estaba.

Sin embargo, el gesto de felicidad en su rostro cambiaría a un tono más serio rápidamente.

—Lo que vamos a hacer hoy será peligroso. Será la primera vez que te enfrentes a un monstruo en un combate real, sin el apoyo de Sofía y de mí.

La confianza que sentía momentos antes mientras incineraba el tronco ahora se veía teñida por una capa de tensión real. Una cosa era practicar contra objetivos inmóviles, incluso simular combates con Elise o Sofía, quienes siempre se contenían. Otra muy distinta era enfrentar a una criatura salvaje cuyo único instinto sería atacar con fuerza letal.

—Entendido, Elise —respondió.

Kenji apretó los puños, sintiendo el calor familiar comenzar a acumularse en sus palmas, un ancla en la repentina incertidumbre.

—He entrenado para esto. No te defraudaré.

—No se trata de defraudarme, Kenji —replicó Elise—. Se trata de que sobrevivas y aprendas. Los monstruos no siguen reglas. Explotarán cualquier debilidad que muestres. Hoy no solo probarás tu fuerza, sino tu capacidad de adaptación y tu instinto.

Él asintió en silencio. Sabía que ella tenía razón. Su dominio del fuego era considerable ahora, pero ¿sería suficiente contra lo desconocido?

—Bien —dijo Elise, dando una palmada en su hombro—. Entonces prepárate. Ve a lavarte y ponte ropa más resistente. Nos encontraremos en quince minutos. No necesitaremos mucho equipo; tu habilidad será tu principal herramienta.

Kenji obedeció. Un baño rápido y frío ayudó a despejar su mente. Se vistió con un conjunto de ropa de entrenamiento reforzada, hecha de un material resistente, y se reunió con Elise en la entrada. Ella llevaba vestimenta ligera, sin mucha protección; tenía planeado solo observar lo que sucedía.

Comenzaron a caminar, alejándose de la casa y del claro de entrenamiento, adentrándose en una parte del bosque que Kenji no había explorado antes. El terreno se volvió más agreste y los árboles más densos y antiguos.

—¿A qué nos enfrentaremos? —preguntó Kenji, rompiendo el silencio.

—Será el “Colmillo Sombrío”, un monstruo de grado 1 —respondió Elise sin detenerse—. Son depredadores de tamaño mediano, rápidos y astutos. Su pelaje oscuro les permite camuflarse bien en las sombras del bosque. Tienen garras afiladas y una mordida potente, pero su principal peligro radica en su agilidad y ataques sorpresa. Son bastante parecidos a los monstruos que te atacaron en la zona prohibida, antes de nuestra llegada.

Kenji asintió, procesando la información. No sonaba como un enemigo formidable, lo que significaba que su fuego sería efectivo, pero también que la criatura probablemente dependería de la velocidad y la evasión.

—¿Por qué este monstruo en particular? —inquirió.

—Porque pone a prueba más que solo tu poder destructivo —explicó Elise—. Te obligará a estar alerta, a reaccionar rápido y a controlar el entorno. Quemar todo a tu alrededor puede ser efectivo, pero también peligroso e ineficiente. Necesitas precisión, Kenji. Y necesitas aprender a leer a tu oponente.

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Caminaron durante casi media hora hasta que Elise se detuvo al borde de una zona donde la luz del sol apenas penetraba la espesa cubierta de árboles. El suelo estaba cubierto de hojas secas y raíces retorcidas. Había una quietud antinatural en el aire.

—Este es su territorio —susurró Elise.

—He rastreado a uno hasta aquí. A partir de este punto, estás solo. Yo estaré observando desde la distancia, pero no intervendré a menos que sea absolutamente necesario. Este es tu desafío.

—Elise, ¿por qué este territorio se encuentra dentro de las murallas? ¿Acaso no es peligroso? Creí que los monstruos solo pertenecían a la zona prohibida.

—No es momento de preguntas. Por ahora, concéntrate en lo que vinimos a hacer. Adelante, encuéntralo antes de que él te encuentre a ti —le dijo Elise, señalando hacia el corazón de la zona sombría.

Kenji respiró hondo, mientras sentía la adrenalina fluir por su cuerpo, agudizando sus sentidos. Dio un paso hacia las sombras, dejando atrás la relativa seguridad de la presencia de Elise.

El crujido de las hojas secas bajo sus botas parecía resonar en el silencio. Escudriñó la penumbra, buscando cualquier señal de movimiento, cualquier forma oscura que no encajara. Recordó las palabras de Elise: agilidad, ataques sorpresa, camuflaje.

Se concentró, tratando de sentir cualquier fluctuación inusual de energía o calor, aunque sabía que era poco probable, basado en su nula experiencia con la zona elemental. Tendría que confiar en sus ojos, sus oídos y su instinto. Avanzó con cautela, manteniendo una pequeña llama parpadeante en la palma de su mano. No como arma aún, sino como una fuente de luz y preparación para un ataque rápido.

El corazón le latía con fuerza contra las costillas. Cada sombra parecía moverse, cada susurro del viento sonaba como un paso sigiloso.

Entonces, lo vio. O más bien, sintió una perturbación. Un destello de movimiento demasiado rápido para ser natural, entre las raíces de un árbol caído a unos veinte metros a su izquierda. Una silueta oscura, baja y musculosa, se confundía con las sombras profundas. Dos puntos brillantes, ojos amarillentos, lo observaban fijamente.

—Te encontré…

Antes de que Kenji pudiera reaccionar completamente, la criatura estalló en movimiento: una mancha borrosa de pelaje oscuro lanzándose hacia él a una velocidad increíble.

—¡Raaaargh!

—¡Mierda…!

Sin pensárselo mucho, Kenji reaccionó. Se lanzó hacia un lado, rodando sobre las hojas secas y la tierra húmeda justo cuando la criatura pasaba como un rayo oscuro por el lugar donde había estado un instante antes. Unas garras afiladas rasgaron el aire con un silbido vicioso.

Al mismo tiempo que rodaba, Kenji extendió instintivamente la mano que sostenía la pequeña llama. No tuvo tiempo de formar una esfera ni un torrente, pero sí de liberar una explosión corta y descontrolada de calor y fuego en dirección a la amenaza.

—¡Grr…!

Un chillido agudo y furioso rompió el silencio del bosque. La ráfaga de fuego no había impactado de lleno, pero había chamuscado el pelaje del flanco del Colmillo Sombrío, obligándolo a desviarse ligeramente y a aterrizar con menos gracia de la que pretendía, deslizándose unos metros sobre las hojas.

Kenji se puso en pie de un salto. El sudor frío le recorría la espalda, mezclándose con el calor residual de su propia llama. Ahora podía ver mejor a su oponente: era del tamaño de un lobo grande, pero más delgado y fibroso, con un pelaje negro como la tinta que parecía absorber la poca luz. Sus músculos se tensaban bajo la piel, y unos ojos amarillos y sedientos de sangre lo observaban con una inteligencia depredadora.

—¡Es rápido! Mucho más rápido de lo que imaginaba… —pensó Kenji.

No había tiempo para la contemplación. La criatura ya se estaba agazapando de nuevo, buscando otro ángulo de ataque.

Kenji levantó ambas manos, esta vez concentrándose. Necesitaba mantener la distancia.

—¡Dominio elemental: Esfera llameante!

Una bola de fuego, más grande y estable que la que había usado en el tronco, se materializó entre sus palmas. Sin dudar, la lanzó hacia el Colmillo Sombrío. Pero la criatura era la personificación de la agilidad. Justo cuando la esfera silbaba hacia ella, se movió con una velocidad borrosa, esquivándola con una facilidad insultante.

¡Fum!

La bola de fuego impactó contra un árbol cercano, haciéndolo estallar en astillas y brasas.

El breve destello iluminó la escena, mostrando al monstruo ahora a la derecha de Kenji, moviéndose en círculos, usando los troncos y las sombras más profundas para ocultar sus movimientos.

—No puedo golpearlo si sigue moviéndose así… —murmuró Kenji para sí mismo, apretando los dientes.

La frustración comenzaba a mezclarse con la adrenalina. Pero recordó las palabras de Elise: precisión, control del entorno, leer al oponente.

El Colmillo Sombrío se detuvo por un instante detrás de un roble grueso. Solo sus brillantes ojos amarillos eran visibles en la penumbra. Kenji sabía que estaba preparando otro ataque, probablemente desde un ángulo inesperado.

En lugar de preparar otra esfera, Kenji cambió de táctica. Respiró hondo, tratando de calmar el tamborileo de su corazón, y extendió una mano, palma abierta. No buscaba una explosión masiva, sino algo más rápido, más dirigido. Canalizó su energía elemental, visualizando no una bola, sino un látigo de fuego.

—¡Vamos!

Justo cuando la criatura saltaba desde detrás del árbol, lanzándose en diagonal hacia él, Kenji barrió el brazo hacia adelante. Un arco de llamas, delgado pero intenso, surgió de su mano, cortando el aire como un látigo incandescente.

—Dominio elemental: Látigo de fuego.

El Colmillo Sombrío, sorprendido por la forma del ataque, tuvo que contorsionarse en el aire para evitar el latigazo principal. Aunque esquivó el impacto directo, la punta del látigo de fuego le rozó una pata delantera, haciendo que aterrizara torpemente. Provocando que el torrente de fuego lo envolviera.

—¡Grrraaaa!

Se escuchó un aullido desgarrador mientras la criatura se retorcía entre las llamas, intentando desesperadamente escapar del calor abrasador.

Kenji mantuvo el flujo de llamas durante unos segundos cruciales, concentrado, sintiendo cómo su energía elemental disminuía. Luego, cortó el ataque.

El monstruo yacía en el suelo, inmóvil, su pelaje negro ahora chamuscado y humeante en varias partes. Kenji permaneció en guardia, respirando con dificultad, observando a la criatura. El silencio del bosque regresó, solo roto por el crepitar de algunas hojas secas y su propia respiración agitada.

Esperó, con una pequeña llama lista en su mano por si acaso, pero luego de varios segundos tensos… Nada.

Había ganado su primer combate real contra un monstruo.

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