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Chapter 204 - Inspired by the headache of watching raw episode 47 of "I Became a Pornhwa NPC"

ayer me rompio bastante el corazon resulta que estaba viendo un manhwua activo que se puede encontrar en google en ingles como este "I Became a Pornhwa NPC" capitulo 47 es el mas actualizado el 11 de agosto se publico mi molestia es que solo era un vanilla pero el autor esta haciendo demasiado o descuidando el extra (quien es el protagonista), en el siguiente capitulo posiblemente el rubio toca a la chica de cabello negro y eso me puso bastante mal ustedes decidan por si mismos si quieren ver este manhwua capitulo 47 es el ultimo actualizado y las controversias, bueno este es un capitulo mas para expresar ese doble rasero de ser fan de ntr pero que no te guste cuando en un vanilla tan lindo lo aplican volviendo todo molesto y mas cuando hay sentimientos de por medio.

Noah lucha contra sus demonios internos mientras se obsesiona con un capítulo perturbador de un manhwa. Intentando escapar de sus pensamientos, recurre a contenido explícito, pero su mente lo traiciona, mezclando realidad y fantasía. ¿Podrá liberarse de esta obsesión?

El dolor lo despertó antes del amanecer, un agudo pinchazo justo detrás del esternón, como si alguien le hubiera pinchado un dedo y lo estuviera retorciendo lentamente. Noah se incorporó en la cama jadeando, con la espalda cubierta de sudor frío y las sábanas enredadas en los muslos. La habitación olía a aire viciado y a ese ambientador barato de vainilla que había rociado horas antes, un intento fallido de disimular el hedor a frustración que se le había pegado a la piel. El monitor de su ordenador seguía encendido; la luz azulada proyectaba sombras nítidas sobre las paredes desnudas. En la pantalla, congelado en una pausa accidental, el capítulo 47 de «Me convertí en un NPC de Pornhwa Raw» lo miraba acusadoramente.

El protagonista —ahora un idiota sonriente, con los ojos vidriosos y la boca entreabierta— extendía los dedos hacia la mano de Noah, la primera mujer del extra, esa chica de cabello castaño y mirada ingenua que hasta ese momento había sido intocable. La trama, que hasta entonces había sido predeciblemente simple, se retorció en algo que quemó las entrañas de Noah: la chica buena a punto de ser "robada". No fue el acto en sí lo que lo asqueó —Dios sabe que había visto y buscado cosas peores— sino la traición. La distorsión de algo que debería haber sido limpio, tierno, en un espectáculo grotesco de palmas sudorosas y sonrisas falsas. Se pasó una mano por la cara, sintiendo el áspero vello de su barba rozando la palma. "Joder", pensó, con un sabor amargo en la lengua. Había leído ese capítulo cinco veces seguidas, como si al repetirlo pudiera cambiar el final, como si sus ojos pudieran reescribir las viñetas.

Le ardía el pecho. Se levantó de la cama torpemente, hundiendo los pies descalzos en la alfombra sintética que nunca había aspirado bien. El apartamento estaba en silencio, salvo por el zumbido del frigorífico de la cocina, un sonido que ahora le parecía opresivo. Fue al baño, encendió la luz y se miró en el espejo. Tenía los ojos inyectados en sangre, las ojeras marcadas como moretones. «Patético», se dijo, mientras abría el grifo y se echaba agua fría en la cara. Su reflejo lo juzgaba: un hombre de veinticuatro años, delgado pero no atlético, con el pelo oscuro despeinado y una expresión que oscilaba entre el agotamiento y la lujuria insatisfecha. Se secó con una toalla con olor a humedad y volvió arrastrando los pies al dormitorio.

Intentó distraerse. Encendió la consola, cargó un juego de disparos que ni siquiera le gustaba, pero sus dedos se movían por inercia, presionando botones sin registrar las explosiones en pantalla. Después, probó con un programa de televisión —algo de ciencia ficción con efectos especiales ruidosos—, pero las voces de los actores se mezclaban con el eco del diálogo del manhwa, esas líneas cursis que ahora sonaban a burla. "¿Por qué carajo me importa tanto?", se preguntó, mientras apagaba el televisor con un clic seco del control remoto. Sabía la respuesta, por supuesto. Porque en el fondo, Noah era un simp. Un pervertido que se aferraba a fantasías de pureza mientras veía maratones de videos de chicas con pechos falsos y sonrisas calculadas. Un hipócrita.

El cuerpo le dolía de tensión. Se quitó la camiseta sudada y se dejó caer sobre la cama, boca arriba, con los brazos extendidos a los lados. El aire acondicionado soplaba débilmente, pero no era suficiente para aliviar el calor que le subía desde el estómago. Cerró los ojos y, como siempre, la imagen volvió: la chica del extra, con ese vestido blanco ceñido al cuerpo, la tela tan delgada que dejaba adivinar el contorno de sus pezones duros. Pero esta vez, en su mente, la escena se distorsionaba. Ya no era el protagonista quien la tocaba. Eran sus dedos los que rozaban esa piel, su aliento el que le acaloraba el cuello. Se mordió el labio inferior hasta sentir el sabor metálico de la sangre.

"No", se ordenó, abriendo los ojos de golpe. No iba a caer en eso. No iba a dejar que su mente lo arrastrara a fantasías NTR, no cuando ya estaba lo suficientemente jodido. Necesitaba algo real. Algo que lo sacara de su propia cabeza. Con un suspiro, tomó el teléfono del cargador y abrió el navegador. Sus dedos teclearon sin pensarlo: el nombre de la universidad, el foro de estudiantes, la sección que todos fingían no conocer. Allí estaba, entre anuncios de libros usados y quejas sobre los profesores: un hilo con enlaces. "Contenido exclusivo—solo para los que saben apreciarlo". Clicó sin dudar.

La página cargó con lentitud, como si el universo mismo intentara disuadirlo. Pero cuando la imagen apareció, el aire se le escapó de los pulmones. Era ella. La chica de segundo año de Sociología, la que siempre llevaba blusas ajustadas que dejaban poco a la imaginación. La que en clase se sentaba en primera fila y levantaba la mano con una sonrisa tímida, como si no supiera que la mitad de los tipos en el aula fantaseaban con desabrocharle esos botones uno por uno. En el video, estaba sentada en una silla de madera, con las piernas cruzadas y un vestido negro que se ceñía a sus caderas generosas. Pero lo que lo dejó sin aliento fueron sus pechos. Dios mío, eran enormes, redondos, pesados, apretujados contra el escote hasta que la tela parecía a punto de reventar. Y en sus manos, un frasco de crema hidratante.

—No puedo creer que estés viendo esto otra vez —murmuró para sí mismo, pero sus dedos ya ajustaban el volumen. La voz de ella era suave, casi un susurro, con ese dejo juguetón que lo ponía duro al instante.

—Hoy me siento… necesitada —dijo ella, mordisqueando el labio inferior mientras vertía un chorro de crema sobre sus palmas—. Y sé que a vosotros os gusta cuando me toco, ¿verdad?

Noah tragó saliva. Sus ojos seguían cada movimiento: cómo se frotaba las manos para calentar el líquido, cómo luego las deslizaba bajo el escote, masajeando la carne blanca con movimientos circulares. La crema brillaba bajo las luces del estudio, resbaladiza, obscena. Cuando sus dedos pellizcaron un pezón, arrugando la tela del vestido, él gimió sin querer, la mano ya dentro de sus bóxers, agarrando su polla con urgencia.

—Ah, sí… así me gusta —gimoteó ella, arqueando la espalda, empujando esos pechos hacia adelante como una oferta—. Me encanta cuando me miráis mientras me corro.

La pantalla se llenó del sonido húmedo de sus dedos trabajando, el vestido ahora manchado de blanco, transparente donde la crema se había filtrado. Noah se frotaba con furia, el pre-semen ya resbalando por su gland, la respiración entrecortada. Pero entonces, como un latigazo, la imagen del manhwa lo golpeó de nuevo. La chica del vestido blanco. La sonrisa del protagonista. El click de la puerta cerrándose tras ellos.

—Joder—.

Su ritmo se quebró. La excitación se agrió en su boca, reemplazada por esa náusea familiar. No era solo el video. No era solo la chica de la universidad con sus tetas perfectas y su voz de puta carísima. Era el conocimiento de que, sin importar cuánto se corriera, sin importar cuántas pajas se diera hasta dejar los huevos doloridos, nada lo saciaría. Porque lo que realmente quería no estaba en esa pantalla. Estaba en esas páginas malditas, en una historia que lo enfermaba y lo excitaba en igual medida.

Con un gruñido, cerró la pestaña. Pero el daño ya estaba hecho. Su polla seguía dura, palpitante, exigente. Y él, como el simp patético que era, no podía resistirse. Abrió otra ventana. Esta vez, un streaming en vivo. Una chica con el cabello teñido de rosa y un cuerpo que parecía esculpido para el pecado, sentada en una cama con las piernas abiertas, los labios brillantes y húmedos.

—Hola, cariño —ronroneó ella al ver su nombre aparecer en la lista de espectadores—. ¿Vienes a jugar?

Noah no respondió. No necesitaba hacerlo. Sus dedos ya se movían sobre la pantalla táctil, enviando tips como si el dinero no importara. La chica se rio, un sonido agudo y calculado, antes de deslizar un dedo entre sus labios y chuparlo con exageración.

—Mmm, alguien está ansioso hoy —dijo, mientras con la otra mano se levantaba el sujetador, liberando unos pechos que, aunque no eran tan grandes como los de la otra, estaban perfectamente redondos, con pezones rosados y duros—. ¿Quieres que me corra por ti, Noah?

He nodded, though she couldn't see it. His hand was moving faster now, the sound of flesh hitting flesh filling the silence of her room. The streamer leaned into the camera, her fingers disappearing between her legs. The moan that escaped her throat was pure theater, but he didn't care. He closed his eyes, trying to focus on the pleasure, on the heat pooling in his loins.

But then, like a ghost, she appeared again. The girl from the manhwa . The good girl. Only this time, in her fantasy, it wasn't the protagonist touching her.

It was him .

His fingers brushing her wrist. His breath in her ear. "Let me . "

— Fuck! —.

El orgasmo lo golpeó como un puñetazo, inesperado y caótico. El semen brotó a chorros densos, manchando su estómago, la sábana, sus propios dedos. La streamer en la pantalla gritó su nombre como si fuera algo íntimo, como si lo conociera, pero Noah ya no podía oírla. Solo podía ver esa sonrisa. La de la universitaria del video. La del manhwa.

El que lo perseguiría incluso en sueños.

Se quedó allí, jadeando, con el semen secándose en la piel y el sabor de la derrota en la boca. Afuera, el sol comenzaba a filtrarse por las persianas, pintando vetas doradas sobre el desorden de su habitación. Noah se miró fijamente en la pantalla en blanco. Un tipo solitario. Un tipo que pagaba por sonrisas falsas y se entregaba a fantasías que le repugnaban.

Y sin embargo, mientras se lo secaba con el dorso de la mano, una pregunta ardía en su interior, insistente como un latido:

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