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Chapter 47 - Capítulo 46: ¿Lo entenderán?

*DANIEL*

Me senté a su lado, sin poder evitarlo. La veía tan devastada, sumida en ese estado de culpa que no le pertenecía. Habíamos acordado que íbamos a seguir luchando, que todo esto no iba a desmoronarse. Pero verla así, tan abatida, me rompía por dentro. Aunque ella decía que no era su culpa, cada vez que sus ojos se llenaban de lágrimas y me repetía que todo lo había arruinado, me dolía profundamente.

Me arrodillé frente a ella, tomándola suavemente por los hombros. "Sofía," dije en voz baja, tratando de calmarla. "Esto no es tu culpa. No arruinaste nada, nada de lo que hemos construido." La miré, mi mano acariciando su rostro con delicadeza, saboreando cada detalle de su rostro, como si intentar retenerla en ese momento de tranquilidad antes de que todo estallara. Su piel blanca, suave como el terciopelo, sus ojos verdes, tan llenos de emociones, su cabello rubio cayendo en ondas sobre su espalda. El pequeño rubor en sus mejillas. Era tan hermosa, tan perfecta para mí.

Ella levantó la cabeza lentamente y me miró fijamente, sosteniéndome entre sus manos. Por un segundo, el tiempo se detuvo. "Amor," susurró, con su voz temblorosa. "Te ves realmente mal. Deberías descansar. Estás agotado."

"El descanso no es necesario para mí ahora," respondí, mi voz rasposa, cargada de agotamiento. Pero la miré con ternura, con todo el amor que sentía por ella. "Pero tú sí, Sofía. Necesitas descansar, al menos un rato. Todo esto va a seguir adelante, pero por ahora, por favor, cuídate un poco."

Me dolía verla así, tan vulnerable, como si ella fuera la culpable de todo. Sabía que las cosas se estaban desmoronando rápidamente, pero no era su culpa. Ninguna de las decisiones que estábamos tomando eran errores, aunque el mundo no lo entendiera. Lo que realmente quería era que ella supiera que no estaba sola, que la apoyaba, y que no importaba qué, todo esto lo íbamos a enfrentar.

Le sonreí levemente, esperando que al menos eso la tranquilizara un poco.

Poco después, las chicas llegaron, cada una con algo en las manos: pequeñas cosas para Sofía que pudieran ayudarla a sentirse un poco mejor, algo de comida ligera y algunas vitaminas. Valeria, Laura y Mariana se movían con una mezcla de preocupación y determinación, y Sofía, aunque parecía agotada, les agradecía con una leve sonrisa.

Mariana se acercó a mí mientras las otras ayudaban a Sofía. "Querido," dijo suavemente, tocando mi hombro. "Duerme un rato. De verdad, te ves mal. No has parado, ni un segundo."

Negué con la cabeza, aunque sabía que tenía razón. Mi cuerpo pedía descanso, pero mi mente no me dejaba. "No puedo, Mariana," respondí, mi voz ronca, cansada. "Pronto tendré que salir de la ciudad. Hablar con mis padres, enfrentar todo esto. Anni está preparando todo para esa larga plática que tendré con ellos."

Mariana me miró preocupada, como si quisiera insistir, pero antes de que pudiera decir algo más, Valeria intervino. "¿Estás seguro de que quieres ir solo?" me preguntó, su tono suave, pero con una preocupación palpable. "Es... es un momento crucial. No sé si es lo mejor ir solo."

La verdad es que había considerado lo contrario, pero al final, sabía que debía ser yo quien diera el primer paso. Era mi responsabilidad enfrentarlo, de alguna manera. "Sí, estoy seguro," respondí con determinación, aunque me sentía completamente desgastado. "Por el momento, necesito ser yo quien reciba los golpes iniciales. Después veremos cómo seguir. Es mi deber hablar con ellos, explicarlo todo... pero las demás no deberían estar allí en este primer momento. Quiero manejarlo yo."

Las chicas se quedaron en silencio por un momento, dándome espacio para procesar lo que acababa de decir. Sabía que no era lo ideal, pero algo me decía que debía ser así. La situación estaba demasiado tensa y, aunque ellas querían apoyarme, no podía ponerlas en esa posición aún. Tenía que ser yo quien asumiera las primeras consecuencias de lo que estábamos construyendo, aunque me doliera.

Mariana asintió lentamente, y Valeria me dio una mirada comprensiva. Las tres sabían que este era el primer paso hacia lo que probablemente sería una serie de conversaciones complicadas y llenas de confrontaciones.

***

A las pocas horas, la llamada de Anni me llega justo cuando me siento un poco más centrado, aunque no mucho. El sol ya se está comenzando a poner, y el peso de todo esto me aplasta por completo. La verdad, no estoy seguro de qué esperar cuando llegue allá, pero lo tengo que hacer, no puedo seguir escapando de lo que está por venir.

"Ya comenzó", dice Anni al otro lado de la línea, con un tono de voz que no me deja lugar a dudas. "Papá y mamá ya saben todo lo que les expliqué, y mientras llegas, ellos van a pensar lo que les dije. Están esperando tu explicación."

El nudo en mi garganta se aprieta aún más, y trato de mantener la calma.

"Entiendo," le respondo, mi voz sonando más vacía de lo que me gustaría. "No hay vuelta atrás ahora, ¿verdad?"

"No, no la hay", contesta Anni, y puedo escuchar la tensión en su voz, como si estuviera conteniendo algo más, pero no quiero preguntar más. Ya estoy bastante lleno de ansiedad como para buscar más razones para dudar de lo que se viene.

"Voy para allá. En uno rato estaré con ustedes", digo, pero la verdad es que lo único que quiero es evitar esta confrontación lo más posible. Aunque sé que es inevitable. No hay forma de que me escape de todo lo que está por pasar.

"Está bien", responde ella, su tono un poco más suave. "Hazlo a tu ritmo, pero no lo dejes para más tarde. Tienes que hablar con ellos."

Cuelgo sin decir mucho más, mirando el teléfono con la sensación de que todo lo que ha ocurrido hasta ahora me ha llevado a este punto.

Con un suspiro profundo, me concentro en el camino. No hay vuelta atrás, y lo único que me queda es enfrentar lo que venga.

El ambiente en la casa estaba cargado de tensión cuando llegué a la habitación. Sofía no estaba donde la había dejado descansando. La puerta del baño estaba entreabierta, y pude escuchar los débiles sonidos de alguien vomitando. Mis pasos se aceleraron, y cuando entré, vi a Sofía encorvada sobre el inodoro, con el rostro pálido, luchando por recuperar el aliento.

"¿Sofía?" dije, mi voz temblorosa, mientras me acercaba rápidamente a ella.

Laura estaba ahí, a su lado, tratando de calmarla. "Parece que la comida le cayó mal. El estrés de todo esto no ayuda, ¿sabes? Está agotada."

Me incliné y le palmeé la espalda con suavidad, intentando tranquilizarla. "Amor, ve a recostarte un rato. Bebe agua, toma algo para el malestar. Necesitas descansar."

Sofía levantó la cabeza lentamente, sus ojos apenas abiertos, y me miró con una expresión mezcla de agotamiento y culpa. "Lo siento... esto... no era lo que quería."

"Todo está bien", le aseguré, mientras la tomaba de los hombros para ayudarla a levantarse. "Ahora lo único que te importa es descansar. Ya hablaré con mis padres y todo esto se resolverá."

Las chicas se movían rápidamente, buscando cualquier cosa que pudiera ayudar. Mariana ya había salido de la habitación para buscar algo de medicamento, mientras Valeria traía un vaso con agua y Sofía le dio un pequeño sorbo.

"Yo la ayudo a cambiarse," dijo Valeria, con una voz cálida y tranquilizadora.

"Gracias," respondí, mientras me aseguraba de que Sofía estuviera lo más cómoda posible en la cama. El malestar estaba escrito en su rostro, pero me aseguré de que no se sintiera sola. No quería que se sintiera aún más culpable por algo que no había sido su culpa.

El sonido de la puerta principal sonó en la distancia, y mi cuerpo se tensó. El reloj ya estaba avanzando, y el tiempo que había tenido para prepararme mentalmente estaba a punto de agotarse. Ya tenía que irme. Mis padres me esperaban.

Me incliné una última vez sobre Sofía, acariciando su cabello mientras decía: "Tengo que irme ya. Esto se ha alargado demasiado, pero todo va a estar bien. Te prometo que todo va a mejorar."

Sofía asintió débilmente, su respiración aún irregular, pero parecía que la habían tranquilizado lo suficiente como para dormir. Las chicas continuaban moviéndose a su alrededor, asegurándose de que tuviera todo lo que necesitaba.

Con un último vistazo hacia Sofía, me giré y salí de la habitación. El peso de lo que me esperaba golpeó mi pecho con fuerza, pero ya no podía evitarlo. La conversación con mis padres era ahora una necesidad, algo que ya no podía posponer.

****

El viaje fue largo, pero también me dio espacio para pensar, para preparar mentalmente todo lo que se venía. Cada kilómetro que recorría me daba más tiempo para preguntarme si había hecho lo correcto. Sabía que no podía escapar de lo que venía, pero la ansiedad no me dejaba pensar con claridad. El estrés de estar solo en esto, de enfrentar a mis padres, la presión de las familias, todo eso me aplastaba.

Estacioné frente a la casa de mis padres, el mismo lugar donde tantas veces había encontrado consuelo. Ahora, sin embargo, no había consuelo, solo un nudo en el estómago. Me quedé en el auto por unos minutos, mirando al frente, respirando con dificultad. No sabía qué esperar, solo que ya no podía darle más vueltas al asunto.

Mi teléfono vibró, sacándome de mis pensamientos. Miré la pantalla y vi que era un mensaje de Laura.

"Sofía ya está mejor. Logro comer un poco y sus náuseas se detuvieron. Está descansando ahora, no te preocupes."

Una leve sensación de alivio recorrió mi cuerpo. Al menos Sofía ya no estaba tan mal. Sabía que las chicas estarían cuidándola, y aunque la situación aún era tensa, al menos ella estaría mejor por ahora.

Guardé el teléfono en el asiento del pasajero y miré una vez más la casa de mis padres. Respiré hondo, tratando de calmar mi nerviosismo.

Sabía que tenía que hacerlo. Sabía que no podía darle la espalda a lo que estaba pasando. Si iba a seguir adelante con todo esto, tenía que ser con ellos de frente. No importaba cuán difícil fuera, ni lo que ellos pensaran. Lo más importante ahora era que todos estuviéramos juntos en esto, y que, por fin, después de todo este caos, todo saliera bien.

Me bajé del auto, cerré la puerta con fuerza, y caminé hacia la entrada.

Al llegar a la puerta, Anni me recibió. Su expresión estaba algo cansada, pero no tanto como la mía. Sabía que ella también había tenido que lidiar con todo esto de manera constante, pero sus ojos mostraban una mezcla de preocupación y, tal vez, un poco de alivio por finalmente haber llegado hasta aquí.

"Papá y mamá te esperan", me dijo, su voz ligeramente tensa, como si ella misma estuviera anticipando lo que vendría. "Mateo está en casa de uno de sus amiguitos y se quedará a dormir allí, así que al menos no tenemos que preocuparnos por que él nos interrumpa."

Asentí, dándome cuenta de lo necesario que era ese pequeño respiro. Mateo no debía enterarse de todo esto aún, no hasta que fuera el momento adecuado. Pero ahora no podía dejar de pensar en todo lo que se me venía encima.

Tomé una respiración profunda. Ya no había vuelta atrás.

"Gracias, Anni", dije con voz rasposa, incapaz de ocultar lo nervioso que me sentía. "No sé si estoy listo para esto, pero supongo que es lo que tengo que hacer."

Anni no dijo nada más, pero su mirada era todo lo que necesitaba. Sabía lo difícil que era para mí, lo difícil que había sido para todos, pero en sus ojos vi un poco de esperanza, algo que no había sentido en mucho tiempo.

Entramos a la casa, y el ambiente era pesado, como si la casa misma supiera lo que se venía. Mis padres estaban en la sala, en sus sillas, esperándome. Se notaba la tensión en el aire, y aunque el café estaba sobre la mesa, nadie parecía tener ganas de beberlo.

"¿Cómo estás, hijo?", dijo mi mamá, tratando de romper el hielo con una sonrisa suave, pero sabía que detrás de su tono había una mezcla de incertidumbre y dudas.

Papá solo me miraba en silencio, esperando que fuera yo quien hablara primero. Yo sabía que, si quería que todo esto tuviera un poco de sentido, tenía que empezar a hablar, a explicarles lo que estaba sucediendo.

Sin embargo, al mirar sus rostros, me sentí completamente solo en todo esto. ¿Cómo podía explicarles que mi vida había dado un giro tan inesperado? ¿Cómo podría hacerles entender que las cosas no eran tan simples como parecían?

Me senté frente a ellos, y el peso del momento me aplastó. Anni se quedó atrás, observando en silencio. Sabía que lo que estaba por venir marcaría un antes y un después en nuestras vidas.

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