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Chapter 3 - Capítulo 3: Un Salto de Fe (y telarañas)

Los días siguientes se convirtieron en un frenesí de descubrimiento, una doble vida que Peter Parker jamás podría haber imaginado. Durante el día, era el adolescente recién dado de alta del hospital, torpe y reservado, intentando asimilar los pequeños detalles de la vida de un chico de Queens. Aprendió el camino a la escuela, los nombres de algunos compañeros de clase, y los horarios de la televisión que le gustaban a la tía May. Cada palabra, cada gesto, era un acto de improvisación constante.

Pero por la noche, cuando la tía May dormía profundamente y las luces de Queens parpadeaban como un millón de ojos, Peter se convertía en otra cosa. Sus nuevas habilidades eran un campo de pruebas adictivo. Trepaba por los edificios como una araña gigante, sintiendo la textura de los ladrillos bajo sus dedos con una intensidad asombrosa. Su sentido arácnido, una especie de zumbido o picazón en la nuca, le alertaba de peligros inminentes, una advertencia que al principio era confusa, pero que con la práctica se volvía increíblemente útil.

Lo más fascinante, y lo más frustrante, era el tema de las telarañas. La picadura de araña no le había dado glándulas de seda, un hecho que Peter descubrió después de varios intentos fallidos y muy pegajosos. Pero la idea se le había metido en la cabeza. Necesitaba lanzar telarañas. Era una parte fundamental de ser... bueno, lo que fuera que se estaba convirtiendo.

Pasó horas en el pequeño escritorio de su habitación, garabateando diseños de lo que él llamó "lanzadores de telarañas". Recordaba vagamente algo de sus clases de química en su vida anterior, y los conocimientos de Peter Parker sobre ingeniería parecían estar alojados en algún rincón de su nueva mente. Mezcló fórmulas, probó materiales (la tía May casi lo pilla con una olla de pegamento hirviendo), y se frustró incontables veces.

Una noche, en su tercer día de experimentación, la suerte pareció sonreírle. Con componentes de viejos radios, un par de relojes desechados y un montón de piezas extrañas que encontró en la ferretería local, ensambló un pequeño dispositivo que se ajustaba a su muñeca. Había formulado una especie de biopolímero en un cartucho, y ahora, con un clic en la palma de su mano, el líquido saldría a presión.

Se subió al techo de su edificio, sintiendo el frío aire de la noche. Apuntó al edificio de enfrente, un rascacielos modesto pero lo suficientemente alto para una primera prueba. Inspiró profundamente.

Un salto de fe, pensó, y telarañas, si todo va bien.

Apretó el gatillo.

Un chorro blanco y pegajoso salió disparado del dispositivo, creando un hilo brillante que se adhirió al edificio distante con un satisfactorio thwip. La adrenalina corrió por sus venas. Sin dudarlo, saltó del techo, sintiendo el tirón del hilo mientras se balanceaba en el aire.

La sensación era indescriptible. El viento le azotaba la cara, la ciudad se extendía debajo de él como un gigantesco tablero de juego. Por primera vez desde que se había despertado en este nuevo cuerpo, sintió una oleada de pura euforia, no teñida de miedo o confusión. Era libre. Era poderoso. Era... Spider-Man. El nombre se formó en su mente sin invitación, perfecto e inevitable.

Aterrizó en la pared del edificio opuesto con un sonido suave, sus dedos adhiriéndose sin esfuerzo. Miró hacia la calle, donde los taxis amarillos parecían pequeños insectos y las luces de neón parpadeaban. Una sonrisa salvaje se dibujó en su rostro.

Pero en medio de su júbrica, su sentido arácnido vibró. Una advertencia. Fuerte. Peligro.

Miró a su alrededor. Abajo, en la calle, vio un pequeño grupo de figuras forcejeando. Un atraco. Tres hombres armados contra una mujer indefensa. La escena era brutal y rápida. Su euforia se desvaneció, reemplazada por una punzada de algo que reconoció como culpa.

Aquí estaba, con estas increíbles habilidades, balanceándose por los tejados por pura diversión, mientras la gente real en la calle sufría. El recuerdo de Tío Ben, aunque no era su Tío Ben, se volvió más nítido en su mente. Frases sueltas, ecos de una sabiduría ajena: "Un gran poder conlleva una gran responsabilidad."

Miró a los atracadores, la ira creciendo en su pecho. Esto no era un juego. Esto era su segunda oportunidad, y tal vez, su propósito.

Se lanzó desde la pared, cayendo en picada hacia la calle. Era hora de que Queens conociera a su nuevo vecino. Y no iba a ser muy amigable con los delincuentes.

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