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Chapter 98 - Capítulo 93 - Día de Descanso 13

Capítulo 93 - Día de Descanso 13

El cielo aún no decidió si quería amanecer.

Todo estaba en pausa: el viento, los árboles, incluso el lago parecía contener la respiración.

Cody abrió los ojos.

No por sobresalto.

No por ruido.

Simplemente porque su cuerpo ya sabía que la historia seguía, aunque dijeran que era día de descanso.

Miró el techo de la cabaña, con sus vigas torcidas y esa telaraña que llevaba tres días sin moverse.

"Perdimos otra vez", pensó Cody, sin moverse. "Y no por falta de esfuerzo. Supongo que la maldición era cierta."

Se sentó en la literatura, estirando los brazos con un crujido que parecía parte del guion.

"Trent salió antes de lo planeado", murmuró. "No era su momento. Pero parece que la trama no es obligatoria".

Se puso de pie, buscó su ropa de entrenamiento, y mientras se cambiaba, su mente volvió a la ceremonia.

Las miradas.

Las tensiones.

Las decisiones que no parecían del todo propias.

Y luego, pensó en Beth.

"Si de verdad tomó el tiki... entonces todo encaja. Pobre la ida al baño le costara la salida, pero bueno al menos no es tan malo."

Se amarró los tenis, se puso la sudadera, y antes de salir, se detuvo.

"Pero esto hace que todo sea más divertido"

Abrí la puerta de la cabaña con cuidado, para no despertar a Owen, que dormía como si el mundo fuera de peluche.

El aire de la madrugada lo recibió con un escalofrío inesperado.

"Genial. Buen clima", dijo Cody, frotándose los brazos.

Y entonces la vio.

Lindsay.

Estaba de pie justo afuera de su cabaña, abrazándose a sí misma, temblando un poco.

Llevaba un pijama de algodón claro, con estampado de estrellas, y unas pantuflas que parecían hechas de nube.

Su cabello estaba suelto, ligeramente alborotado, y sus ojos, aunque algo somnolientos, brillaban con emoción.

Cody se detuvo.

"Lindsay... ¿qué haces aquí tan temprano?" dijo Cody, con tono amable.

Ella lo miró, escuchó, y se encogió un poco.

"Tengo frío..." dijo Lindsay, con voz suave. "No traje ropa abrigadora para las madrugadas. Pensé que siempre haría calor. Es verano, ¿no?"

Cody se rió, quitándose la sudadera.

"Podrías haber tomado tu manta", dijo Cody, mientras se la ofrecía.

Lindsay dio un golpecito en la frente.

"¡Obvio! ¿Cómo se me pudo olvidar eso?" dijo Lindsay. "Estás muy listo, Cody".

"Gracias", dijo Cody, divertido. "Pero no hace falta ser un genio para pensar en una manta. Aunque en este lugar, a veces sí."

Lindsay se puso la sudadera, que le quedaba grande, y se envolvió en ella como si fuera una capa mágica.

"Ahora sí", dijo Lindsay, sonriendo. "Mucho mejor."

Cody la miró, aún intrigado.

"¿Y qué haces aquí tan temprano? ¿Solo por el frío?"

Lindsay negó con la cabeza, y se acercó un poco más.

"En realidad... vine a pedirte algo", dijo Lindsay, bajando la voz.

"¿A mí?" dijo Cody.

Ella ascendió, y luego se inclinó hacia él, cubriendo la boca con una mano.

"Pero es un secreto", susurró Lindsay. "Ni siquiera para la cámara."

Cody arqueó una ceja, divertido.

"¿Tan secreto es?"

Lindsay afirmó con fuerza.

Cody se inclinó, escuchó lo que le decía al oído... y escuchó.

Una sonrisa amplia, genuina, divertida.

"¿Eso es todo?" dijo Cody.

Lindsay ascendió, con una mezcla de emoción y nerviosismo.

"Claro", dijo Cody. "Cuenta conmigo."

Lindsay se iluminó cuando Cody aceptó.

Sus ojos brillaron con una mezcla de alivio y emoción, y sin pensarlo, se inclinó hacia él y le plantó un beso en la mejilla.

No fue tímido.

No fue casual.

Fue un beso de pura felicidad.

De esos que salen solos, como un reflejo de gratitud sincera.

Cody excitando, sintiendo el calor del gesto aún en la piel.

"Déjamelo a mí", dijo Cody, antes de que ella pudiera decir algo más. "En serio. Yo me encargo."

Lindsay lo miró con ternura, pero también con esa chispa de querer ser útil.

"Quiero ayudar", dijo Lindsay, dando un paso más cerca. "De verdad quiero—"

Pero no terminó la frase.

Estornudó.

Un estornudo agudo, inesperado, que la hizo encogerse y abrazarse más fuerte con la sudadera.

Cody alzó una ceja.

"¿Ves? Estás tiritando. Vuelve a dormir, Lindsay. En serio. Yo lo tengo."

Ella dudó un segundo, pero luego asintió.

"Está bien... pero ahora te debo dos favores", dijo Lindsay, sonriendo. "Todavía no te pago lo de la noche de chicas."

Cody se rió.

"Lo anotaré en mi libreta imaginaria."

"Con tinta rosa, por favor", dijo Lindsay, mientras giraba para volver a su cabaña.

Y entonces Cody la vio alejarse.

La sudadera le quedaba grande, cubriéndole hasta medio muslo, pero la pijama de algodón se ceñía a su figura con una naturalidad que no pedía atención... y aún así, la atrapaba.

Sus piernas largas, torneadas por el ritmo de los retos.

El vaivén suave de sus caderas al caminar, como si flotara más que pisara.

La forma en que su cabello se balanceaba con cada paso, desordenado pero perfecto.

Cody no apartó la mirada.

No por morbo.

No por impulso.

Sino porque, en ese momento, Lindsay parecía más real que nunca.

"Y pienso que muchos la subestiman", pensó Cody. "Pero tiene más corazón que la mitad del campamento junto".

Suspiró.

"Y sí... también tiene un trasero espectacular". Dijo Cody mirando como se película

Se frotó la nuca, sonriendo solo.

"En fin. A entrenar."

Comenzó a trotar hacia el bosque, con el aire frío pegándole en la cara y la mente ya girando en mil direcciones.

"Trent salió antes de lo planeado. Beth esta maldita. Courtney no se va a rendir. Gwen está molesta. Y ahora Lindsay me pide ayuda en secreto".

Miró al cielo, aún gris.

"Esto se está complicando."

Pero .

Porque en el fondo, sabía que eso era justo lo que lo mantenía despierto.

El bosque lo recibió con silencio. No era el silencio absoluto de la noche, sino ese tipo de calma que se instala justo antes de que el día despierte por completo. Las ramas aún estaban cargadas de rocío, el suelo húmedo, y el aire tenía ese filo frío que corta la piel sin llegar a doler. Cody cruzó el límite entre el claro y los árboles sin detenerse, como si el bosque fuera una extensión natural de su cuerpo. No había pausa, ni preparación. Ya estaba listo.

Sus pasos comenzaron firmes, constantes, marcando un ritmo que no buscaba velocidad sino resistencia. El terreno irregular no lo frenaba. Subía por pendientes cubiertas de raíces, bajaba por laderas resbalosas, giraba entre troncos como si conociera cada curva del bosque. No miró hacia los lados. No buscaba nada. Solo corría. El sudor empezó a aparecer en su frente, bajando por la sensación, empapando la camiseta. Su respiración se mantenía pareja, controlada, como si el cuerpo y el entorno estuvieran sincronizados.

Cuando llegó a una zona de rocas planas, no se detuvo. Saltó de una a otra con precisión, como si hiciera parkour sobre una pista diseñada para él. Las piedras estaban húmedas, algunas inestables, pero sus pies estaban en equilibrio sin esfuerzo. Al llegar al final, se impulsó con fuerza, tomó una rama baja y se colgó, girando sobre sí mismo antes de caer de pie. No había público. No había música. Solo el sonido de su cuerpo en movimiento.

Siguió corriendo hasta encontrar un tronco caído. No lo rodeo. Lo saltó. Luego otro. Y otro. Cada obstáculo era una oportunidad para probar algo distinto. Trepó una roca alta, se impulsó con las manos, y al llegar arriba, se quedó un momento en cuclillas. Luego cayó de un salto, rodando sobre el hombro para amortiguar el impacto. El suelo le dejó marcas de tierra en la espalda, pero no se detuvo a limpiarse.

En una zona más abierta, donde los árboles eran altos y el suelo más firme, Cody se detuvo frente a un tronco horrible. Lo miró un segundo, luego cerró los puños y comenzó a golpearlo. No con furia, sino con técnica. Golpes secos, controlados, alternando entre manos, como si entrenara reflejos más que fuerza. El sonido de los impactos se mezclaba con el canto lejano de los pájaros. Después de varios minutos, se sacudió las manos, giró los hombros y siguió.

Encontró una rama caída, larga y firme. La levantó, la giró entre las manos, y comenzó a usarla como si fuera una barra de entrenamiento. La apoyada en dos troncos, se colgó, hizo flexiones. Luego la usamos para marcar distancia entre saltos. La dejó donde la encontró, sin romperla, sin llevarla consigo.

El entrenamiento continuó por casi una hora. Cody no contaba el tiempo, pero el sol ya comenzaba a filtrarse entre las hojas. La luz cambiaba de gris a dorado, y el bosque empezaba a llenarse de sonidos más vivos. Su cuerpo estaba cubierto de sudor, tierra y pequeñas marcas de ramas que lo habían rozado. Pero no se detuvo. Cada movimiento era parte de una secuencia que no necesitaba explicación. Correr, saltar, trepar, golpear, rodar. Todo fluía.

Cuando por fin se detuvo, lo hizo en una zona alta, donde el bosque se abría un poco y el aire era más limpio. Se apoyó en un tronco, respiró hondo, y dejó que el cuerpo bajara el ritmo. No había agotación. Pausa en solitario. El entrenamiento había terminado. Pero el día apenas comenzaba.

El entrenamiento había terminado. El cuerpo de Cody estaba cubierto de sudor seco, la camiseta pegada a la espalda, las manos marcadas por la fricción de la corteza y la tierra. No volvió al campamento. No se sentó a descansar. En lugar de eso, se colgó la mochila al hombro, ajustó las correas con un tirón firme, y se internó más profundo en el bosque. El sol ya se filtraba entre las copas de los árboles, proyectando sombras largas y doradas sobre el suelo húmedo. El aire seguía fresco, pero la luz comenzaba a calentar la piel.

Caminaba sin prisa, pero con dirección. No parecía buscar algo específico, y sin embargo, cada cierto tiempo se detenía. Se agachaba junto a un arbusto, apartaba hojas con la mano, y reconocía algo que guardaba sin mirarlo demasiado. A veces se estiraba para alcanzar algo entre las ramas. Otras, se inclinaba junto a un tronco caído, escarbando con los dedos en la tierra blanda. No había patrón aparente. No había lógica visible. Pero su mochila empezaba a llenarse.

Pasó por una zona de helechos altos, donde el suelo estaba cubierto de musgo espeso. Caminó con cuidado, sin hacer ruido, como si no quisiera perturbar el equilibrio del lugar. Se detuvo junto a una piedra grande, la rodeó, y se agachó detrás de ella. Algo fue parar a su mochila. Luego siguió. Más adelante, se detuvo frente a un árbol con raíces expuestas. Se arrodillo, metió la mano entre las grietas, y extrajo algo más. Lo limpió con la manga, lo giró entre los dedos, y lo guardó.

El recorrido lo llevó por zonas que no solía visitar. Atravesó un pequeño arroyo, usando piedras como escalones. Subió una pendiente cubierta de hojas secas, que crujían bajo sus pies. Se detuvo en un claro donde la luz caía en haces definidas, como columnas de polvo dorado. Allí se quedó un momento, observando el suelo, como si buscara señales. Luego se movió hacia un grupo de arbustos bajos, se agachó, y volvió a guardar algo.

La mochila comenzaba a pesar. Se la cambió de hombro, sacudió la tierra de las manos, y siguió. No se detenía a revisar lo que llevaba. No lo acomodaba. Solo lo recogía y lo guardaba. A veces se agachaba por varios minutos, escarbando con paciencia. Otras veces, pasaba de largo sin mirar. Su expresión era neutra, su cuerpo aún en tensión, como si el entrenamiento no hubiera terminado del todo.

Cruzó una zona donde los árboles eran más delgados y el suelo estaba cubierto de ramas secas. Allí se movía con más rapidez, como si supiera que no había mucho que encontrar. Luego giró hacia el norte, siguiendo un sendero apenas visible, marcado por huellas antiguas y hojas aplastadas. Se detuvo junto a un tronco hueco, metió la mano dentro, y sacó algo que guardó sin dudar. Luego se limpió la palma contra el pantalón y siguió caminando.

El sol ya estaba alto cuando se detuvo por última vez. La mochila estaba llena, abultada, con los cierres tensos. Cody se quedó quieto, respirando hondo, observando el bosque a su alrededor. No había nadie. No se escuchaban voces. Solo el canto lejano de un ave y el susurro del viento entre las hojas. Se giró, ajustó las correas una vez más, y comenzó a caminar de regreso.

Sus pasos eran más lentos ahora, pero iguales de firmes. El cuerpo cansado, pero el ritmo intacto. El bosque lo dejaba ir sin resistencia, como si entendiera que su tarea había terminado. Y mientras se alejaba, la cámara lo seguía desde atrás, mostrando la figura de Cody entre los árboles, con la mochila llena de cosas que nadie había visto, y un propósito que aún no se revelaba.

El sol ya estaba alto cuando Cody regresó al campamento.

No había prisa en sus pasos, pero tampoco cansancio.

El entrenamiento y la recolección habían dejado su cuerpo marcado por el esfuerzo, pero su expresión era tranquila, casi satisfecha.

Entró a los baños sin cruzarse con nadie.

El vapor aún no había sido usado.

El agua estaba fría al principio, luego tibia, luego perfecta.

Se dejó caer bajo la ducha, cerró los ojos, y dejó que el agua arrastrara tierra, sudor y cualquier resto de tensión.

Al salir, se cambió con ropa limpia: camiseta azul, pantalón ligero, tenis secos.

Se pasó la toalla por el cabello, se miró al espejo un segundo, y luego salió.

El comedor estaba casi vacío.

Las mesas aún estaban desordenadas desde la noche anterior.

Las bandejas apiladas.

Las luces apagadas, salvo por la cocina, donde Chef ya estaba despierto.

Cody entró, y sin decir nada, se acercó al mostrador.

Chef lo vio llegar, levantó una ceja, y sin palabras, le deslizó una taza de café y un plato con tres rosquillas.

Cody sonriendo, tomó asiento en la barra, y dio el primer sorbo.

"Siempre eres el primero", dijo Chef, sin dejar de revólver algo en una olla.

"Costumbre", respondió Cody, en voz baja.

El silencio entre ellos era cómodo.

No es necesario llenar el aire.

Pero después de un par de minutos, Chef se apoyó en la barra, cruzó los brazos y lo miró.

"¿Y tú qué opinas de la WWE últimamente?"

Cody se limpió la boca con la manga, tomó otra rosquilla y pensó un segundo.

"Está raro", dijo. "Cena sigue siendo el rostro, pero lo están exprimiendo. Edge está en su mejor momento, pero lo van a frenar. Batista es fuerte, pero no lo dejan crecer fuera de SmackDown".

El chef asiente.

"Y Lashley. Lo están empujando como si fuera el nuevo Lesnar."

"Sí", dijo Cody. "Pero sin el carisma. Tiene fuerza, pero no conecta. Y lo de Vince y Trump... fue puro circo".

Chef soltó una risa seca.

"Eso fue televisión barata. Pero vendió."

Cody mordió otra rosquilla, saboreando el glaseado.

"Lo que me gusta es lo que están haciendo con CM Punk. En ECW. Todavía lo tienen contenido, pero se nota que tiene algo distinto."

Chef lo miró con atención.

"¿Crees que lo de ECW va a durar?"

Cody negó con la cabeza.

"No como lo están manejando. Es solo una sombra de lo que fue. Pero Punk... si lo dejan hablar, va a cambiar cosas".

El café se enfriaba lentamente.

La cocina empezaba a llenarse de olor a pan recién horneado.

A lo lejos, se escuchaban pasos: los primeros campistas despertando.

Chef se sirvió su propia taza, se sentó junto a Cody, y ambos se quedaron en silencio un momento.

"¿Y tú? ¿Tenías algún favorito?" preguntó Cody.

Chef pensó un segundo.

"Undertaker. Siempre. No necesita hablar. Solo aparece, destruye, y se va."

Cody sonrió.

"Clásico."

La conversación siguió un rato más, entre sorbos, comentarios sueltos y alguna risa breve.

No era una charla estratégica.

No era parte del juego.

Solo dos personas compartiendo café antes de que el caos del día comience.

El comedor estaba en reposo.

La luz del amanecer entraba por las ventanas en haces suaves, dorando las mesas vacías y las bandejas apiladas desde la noche anterior.

El aire olía un café recién hecho, un pan tibio, una cocina que despierta sin prisa.

No se escuchaban voces.

Solo el zumbido bajo del refrigerador, el golpeteo ocasional de una cuchara contra una taza, y el crujido de madera cuando el viento rozaba las paredes.

Era una escena tranquila.

Casi contemplativa.

El tipo de momento que parece durar más de lo que dura.

Y entonces, sin transición, sin aviso, la cámara nos lleva al fondo del comedor.

Chef y Cody están en plena pulsada.

Los codos firmes sobre la mesa.

Las manos entrelazadas.

Los músculos tensos.

Las venas marcadas como cables debajo de la piel.

La mesa tiembla.

El sudor les baja por la frente.

Las sillas rechinan con cada movimiento.

No hay palabras.

No hay bromas de heno.

Solo fuerza.

Chef tiene el rostro apretado, la mandíbula dura, los ojos clavados en la mano de Cody como si pudiera doblarla con la mirada.

Cody está concentrado, el brazo firme, los dedos cerrados con precisión quirúrgica.

Su respiración es pareja, pero el esfuerzo se nota en cada fibra de su cuerpo.

La pulsada no es juego.

Es guerra.

Y en medio de esa tensión, justo cuando parece que ninguno va a ceder, Cody rompe el silencio.

"Michelle McCool es más hermosa que Kelly Kelly".

Chef gruñe, sin soltar la presión.

"Ni de broma."

"Tiene más estilo. Más presencia. No parece salida de un catálogo de bikinis."

"Kelly tiene carisma. Y sonrisa. Y piernas que podrían firmar autógrafos".

La mesa cruje.

Las manos se mueven apenas, milímetros.

Pero Cody no tiembla.

No retroceder.

"Michelle puede hacer una llave sin despeinarse."

"Kelly puede hacer que el público grite sin mover un dedo".

Y entonces, con un giro de muñeca y un empuje controlado, Cody baja el brazo de Chef hasta la madera.

Golpe seco.

Victoria.

Chef se queda mirando su mano, luego a Cody, luego al techo.

Cody se recuesta en la silla, sacudiéndose el brazo como si acabara de lanzar una jabalina.

"¿Ves?" dice, sin triunfalismo. "Ahora acepta que Michelle McCool es más hermosa que Kelly Kelly".

Chef se levanta, va por otra taza de café, y vuelve a sentarse sin decir nada.

"Esto no ha terminado", dice al fin, tomando un sorbo. "La próxima vez, hablaremos de Melina".

El comedor sigue vacío.

El sol sigue entrando.

Y en esa calma perfecta, dos idiotas acaban de convertir una discusión sobre divas de la WWE en una batalla épica de fuerza y ​​orgullo.

La cocina ya estaba en marcha cuando el sol apenas comenzaba a colarse por las ventanas del comedor. El vapor subía en columnas suaves desde las ollas, el café burbujeaba en la cafetera industrial, y el aroma del tocino dorándose se mezclaba con el de pan recién horneado. Chef se movía con precisión entre sartenes y bandejas, sin perder el ritmo, sin decir una palabra de más.

Cody estaba ahí desde antes que la luz tocara el suelo.

Con las mangas arremangadas y una concentración tranquila en el rostro, ayudaba a Chef sin necesidad de instrucciones.

Pasaba platos, cortaba fruta, alineaba rosquillas en bandejas metálicas.

No hablaban mucho.

No hacía falta.

El sonido de los cubiertos, el crujido del pan tostado, el golpeteo de la espátula contra la plancha.

Todo tenía un ritmo.

Y Cody se movía dentro de él como si fuera parte de la cocina.

Cuando la primera tanda de desayuno estuvo lista, se quitó los guantes, se limpió las manos en un trapo y salió al comedor.

Las mesas aún estaban vacías.

La luz era suave, dorada, proyectando sombras largas sobre la madera.

Cody se sirvió una taza de café, tomó una bandeja con huevos, tocino y pan tostado, y se sentó en una de las mesas centrales.

Poco a poco, el campamento comenzó a moverse.

Primero Owen, con su energía habitual, dirige a las rosquillas como si fueran un tesoro.

Luego Noah, con su libro en una mano y la taza de café en la otra, sin mirar a nadie.

Después de Leshawna, saludando a Chef con un gesto de respeto antes de sentarse junto a Gwen, que llegó en silencio, con el cabello aún húmedo y la mirada baja.

Cody los observó llegar, sin moverse.

Cuando Gwen se sentó, esperó unos segundos.

Luego se levantó, tomó su bandeja y fue a sentarse con ellos.

El saludo fue breve.

Un sentimiento de cabeza.

Una sonrisa contenida.

Gwen no respondió.

Hablaba con Leshawna, comentando trivialidades.

Nada importante.

Solo cosas como "¿cuántas veces ha ganado Heather?" o "¿cuál fue el reto más ridículo hasta ahora?"

Cody se sentó a su lado, sin interrumpir.

Comía en silencio, cada tanto lanzando una mirada a Gwen, esperando una señal.

Una palabra.

Un gesto.

Nada.

"Sobre lo de ayer..." empezó a decir, en voz baja.

Gwen no respondió.

Ni siquiera giró la cabeza.

Solo siguió hablando con Leshawna, como si él no estuviera ahí.

Cody suspir, tom un sorbo de caf y se recost en la silla.

Desde la mesa de al lado, Owen soltó una carcajada.

"¡Te aplicaron la ley del hielo, hermano!"

Noah levantó la vista de su libro.

"Clásico castigo pasivo-agresivo. Efectivo. Silencioso. Humillante."

Cody se encogió de hombros.

"Ya me perdonó. Solo está... castigándome."

"¿Y tú qué hiciste? ¿Le dijiste que fue culpa de la trama?" dijo Noah, con sarcasmo.

"No. Le dije la verdad."

"Peor aún", dijo Owen, con la boca llena. "¡Nunca digas la verdad! ¡Di que fue por una apuesta!"

Cody se rió, sin ganas.

"Gracias por el consejo, Casanova."

La conversación giró hacia otros temas.

La comida seguía.

El café se renovaba.

Chef pasaba entre las mesas, recogiendo platos vacíos, lanzando comentarios sueltos como "no dejen migas" o "si vomitan, limpian".

Y entonces, como si el universo necesitara un nuevo conflicto, Owen lanzó una pregunta al aire.

"¿Quién ganaría en una pelea? ¿Superman o Goku?"

Cody levantó la vista.

¿En serio?

"¡Obvio! Es una duda universal."

Noé cerró su libro.

"Superman es fuerte, pero Goku tiene técnicas. Y entrenamiento. Y puede destruir planetas".

"¡Superman también!" dijo Owen. "¡Y ni siquiera necesita respirar!"

"Goku ha muerto y ha vuelto más veces que Superman ha cambiado de traje", dijo Cody.

"¡Superman ha levantado la Tierra!" gritó Owen.

"Goku ha peleado en todo el universo" dijo Cody.

Noah se acomodó en la silla.

"El hijo de Ambos está sobrevalorado. Yo escojo a Sentry".

Los dos lo miraron.

"¿Quién?" dijo Owen.

"¿El de Marvel?" dijo Cody.

"Sí. El tipo con el poder de un millón de soles. Literal. Puede borrar la existencia. Tiene problemas mentales, sí, pero si hablamos de poder bruto, Sentry los aplasta."

Owen frunció el ceño.

"¿Y ese qué hace? ¿Brilla?"

"Puede romper la realidad", dijo Noah. "Y has vencido a Hulk. A Thor. A casi todos".

Cody se inclina hacia él.

"Pero no tiene disciplina. Ni control. Goku lo vencería por estrategia."

"Superman lo vencería por moral", dijo Owen. "¡El tipo tiene corazón!"

"Sentry no tiene corazón. Tiene trauma", dijo Noah.

La discusión se encendió.

Las voces subieron.

Las manos se movían.

Las comparaciones volaban.

"Goku tiene el ssj 4" dijo Cody.

"¡Eso que!" gritó Noah.

"¡Entonces la fusión, Gogeta o Vegito acaban con Sentry!" Corrió a Cody.

"¡Y Superman tiene la versión Prime!" dijo Owen.

"¡Que no es canon!" respondió Noé.

Chef los miró desde la cocina, sin intervenir.

Solo sacudió la cabeza y volvió a limpiar una bandeja.

La discusión seguía.

No había ganador.

Solo argumentos.

Comparaciones.

Y una energía que llenaba el comedor como si fuera un reto más.

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