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Chapter 67 - Capítulo 63 – Día de Descanso 8

Capítulo 63 – Día de Descanso 8

La oscuridad aún cubría la habitación como una manta densa, tibia, silenciosa. No era la oscuridad del miedo, ni la del insomnio. Era esa que precede al amanecer, cuando el mundo aún no ha decidido si quiere despertar.

Cody abrió los ojos sin sobresalto. No hubo jadeo, ni sobresalto, ni confusión. Solo una respiración lenta, profunda, como si su cuerpo hubiera estado esperando ese momento exacto para volver a sí mismo.

La habitación estaba en silencio. No se oían pasos, ni voces, ni risas lejanas. Solo el crujido ocasional de la madera, como si el edificio respiraa con él.

Se quedó acostado unos segundos, sin moverse. Sintiendo.

Y lo que sintió fue... nada.

Nada de dolor.

Nada de punzadas en el costado.

Nada de ardor en el hombro.

Solo su cuerpo. Íntegro. Silencioso. Presente.

Lentamente, se incorporó. La sábana cayó sobre su cintura, revelando el torso desnudo. El aire estaba fresco, pero no frío. Su piel se erizó levemente, no por incomodidad, sino por la conciencia de estar despierto.

Se llevó la mano al costado, donde días antes había sentido el zarpazo del oso. Lo tocó con cuidado, como quien revisa una herida que ya no sangra.

Y ahí estaba.

La marca.

No una herida abierta.

No una costra.

Solo una línea tenue, apenas visible, como si el cuerpo hubiera decidido dejar un recuerdo sin dolor.

Se inclinó hacia la lámpara junto a la cama, pero no la encendió. No quería luz aún. Quería ver con los dedos, con la memoria.

Pasó la mano por el hombro, donde había recibido el golpe. Otra marca. Más redondo. Más suave. Como una firma que el peligro había dejado, pero sin reclamar territorio.

Se levantó despacio, sintiendo el suelo frío bajo los pies. Camino hacia el espejo, guiado por la penumbra. No necesito versos con claridad. Solo confirma que seguía siendo él.

Frente al espejo, se detuvo.

Su reflejo era apenas una silueta.

Pero suficiente.

Los ojos estaban abiertos, tranquilos.

El rostro tenía rastros de cansancio, pero no de sufrimiento.

Los labios... aún tenían un leve tono, como si el labial se hubiera resistido a desaparecer del todo. Sonrio. No por vanidad. Por absurdo.

"Soy un campo de batalla emocional", murmuró.

Se giró hacia la ventana. Las cortinas estaban cerradas, pero una línea de luz azul comenzaba a filtrarse por el borde. El amanecer estaba cerca. El mundo aún dormía, pero ya se movía.

Cody se sentó en el borde de la cama, con la espalda recta y las manos sobre las rodillas. Respiro hondo. No para calmarse. Para afirmarse.

Su cuerpo estaba entero.

Su mente... no tanto.

Recordó el árbol.

El beso.

La risa.

La marca azul.

El abrazo de Lindsay.

El gesto torpe de Heather.

La mirada de Beth.

Y luego el silencio.

Todo eso había sucedido.

Todo eso estaba en él.

Pero ahora, en esa habitación aún oscura, no había nadie más.

Solo él.

Y las marcas.

No como heridas.

Sino como memoria.

Se levantó otra vez, caminando hacia su mochila. Sacó una camiseta limpia, se la puso sin prisa. Luego se sentó en el suelo, cruzando las piernas, mirando hacia la ventana.

El cielo comenzaba a cambiar.

Del negro al azul profundo.

Del azul al gris suave.

Pronto, el sol aparecería.

Y con él, el ruido.

Las voces.

Las decisiones.

Pero por ahora había silencio.

Y en ese silencio, Cody se permitió algo que no hacía a menudo.

Estar.

Sin pensar en qué decir.

Sin planear qué hacer.

Sin preocuparse por quién lo esperaba.

Solo estar.

Respiró hondo.

Sintió el aire llenar sus pulmones.

Y por primera vez en días, no sentí peso.

Ni en el cuerpo.

Ni en el alma.

Solo marcas.

Y eso, pensó, era suficiente.

---

El cielo aún no se decidió entre la noche y el día cuando Cody salió de la cabaña. El aire era fresco, con ese aroma a tierra húmeda que solo aparece cuando el mundo está en silencio. No había voces. No había retos. Solo el crujido de sus pasos sobre la grava y el susurro de las hojas moviéndose con el viento.

No llevaba mochila. Ni abrigo. Solo una camiseta limpia, unos pantalones cómodos y la necesidad de caminar.

No por ejercicio.

No por estrategia.

Solo por distracción.

Sus pies lo llevaron por el sendero que rodeaba el campamento, bordeando los árboles, alejándose de las cabañas. No tenía destino. Solo quería moverse. Respirar. Pensar.

Y pensé.

Primero en su cuerpo.

En cómo ya no dolía.

En cómo las heridas eran solo marcas suaves, como si el peligro hubiera decidido dejarle recuerdos sin castigo.

Luego pensó en su familia.

No la que lo vio nacer.

Sino la que ahora lo esperaba en casa.

Los padres de este cuerpo.

Los que lo habían recibido con cariño, aunque él aún no entendía del todo cómo encajaba ahí.

Recordó la cocina.

El olor del café.

Las risas incómodas.

Las preguntas que no sabía cómo responder.

Y el silencio que a veces se volvió más cálido que cualquier palabra.

Pensó en sus amigos.

Los que había hecho desde que llegó.

Erik, con su torpeza adorable.

Kevin, siempre metido en problemas.

June, con sus ojos que parecían leer más de lo que decía.

Pensó en los momentos compartidos.

En los secretos.

En las bromas.

En las veces que se sentía parte de algo.

Y luego, inevitablemente, pensó en ellas.

Las chicas de su hogar.

Las que marcaron su historia.

Roxy, con su energía explosiva, su risa contagiosa y esa forma de mirar que siempre parecía un reto.

Eve, con su voz suave, sus silencios profundos y esa tristeza que nunca terminaba de irse.

Mia, con su dulzura firme, su lealtad inquebrantable y esa forma de abrazar que parecía detener el tiempo.

Becca, con su inteligencia afilada, su sarcasmo elegante y esa forma de proteger sin que nadie lo notara.

Cada una había sido un universo.

Cada una le había enseñado algo.

Y ahora, lejos de ellas, en un campamento donde los retos eran físicos y emocionales, se preguntaba qué pensarían si lo vieran ahora.

Con marcas en la piel.

Con besos en los labios.

Con un oso en su historial.

Con una chica en su mente.

¿Lo reconocerían?

¿Lo entenderían?

¿Lo extrañarían?

Se detuvo junto a un árbol grande, apoyando la espalda contra el tronco. Miró hacia el cielo, donde el azul comenzaba a ganar terreno. Las estrellas se desvanecerían, una a una, como si se retiraran para dejarle espacio al sol.

Cody cerró los ojos.

Y por un momento, se permitió sentir.

Sin nostalgia.

Sin tristeza.

Gratitud en solitario.

Por haber vivido.

Por seguir vivo.

Por tener recuerdos que valían la pena.

Y por estar aquí, en este nuevo capítulo, con nuevas personas, nuevos retos y nuevas formas de amar.

El viento soplo con más fuerza.

Y Cody sonrió.

No por lo que había perdido.

Sino por lo que aún podía construir.

---

El cielo comenzaba a teñirse de naranja cuando Cody regresó de su caminata. El aire fresco de la madrugada aún se aferraba a los árboles, pero el calor del día ya se insinuaba en el horizonte. Sus pasos eran tranquilos, sin prisa. El cuerpo se sentía liviano, como si las marcas del oso, las emociones cruzadas y los besos inesperados hubieran quedado atrás... al menos por un rato.

Entró a la cabaña sin hacer ruido. Los demás aún dormían, envueltos en sus propias batallas internas y sueños confusos. Cody se quitó la camiseta, dejó caer sobre la silla y se dirigió al baño con una toalla al hombro.

La ducha lo recibió con vapor y silencio.

El agua caliente cayó sobre su espalda como una caricia larga, arrastrando el polvo del camino, el sudor de la noche y los restos de labial que aún se resistían a desaparecer. Se miró en el espejo empañado, trazando con el dedo una línea sobre el vidrio. Su reflejo apareció lentamente, como si también necesitara tiempo para volver.

Las cicatrices estaban ahí.

No como heridas.

Sino como medallas.

Se lavó el cabello, se frotó los brazos, se quedó un rato bajo el chorro, dejando que el agua hiciera lo suyo. No pensaba en Gwen. Ni en Heather. Ni en Lindsay. Solo en el café que esperaba encontrar en el comedor. Y en el Chef, que probablemente ya estaría despierto, gruñendo por algo.

Salió del baño con el cabello húmedo, una camiseta limpia y una energía que no venía del descanso, sino de la claridad. Se sintió bien. No perfecto. Pero bien.

El comedor estaba casi vacío.

La luz del sol entraba por las ventanas, pintando el piso de tonos dorados. El aire olía a café recién hecho, pan tostado y algo más... algo que el Chef había cocinado sin seguir ninguna receta oficial, como siempre.

Cody entró con paso relajado, secándose el cabello con la toalla. Al fondo, sentado en una mesa junto a la ventana, estaba el Chef. No cocinando. No gritando. Solo desayunando. Con una taza de café en una mano y un plato de huevos en la otra.

Cody se detuvo en la entrada, encontrando indignación.

"¿Así que esta vez no me preparaste café? ¿Después de todo lo que sufrí? ¿Las garras, el drama, los besos?" dijo Cody, con tono teatral.

El Chef levantó la vista, sin dejar de masticar. Una sonrisa se dibujó en su rostro, más sincera que sarcástica.

"Pensé que seguirías en cama. Las garras del oso no eran exactamente un masaje relajante", respondió el Chef, con voz ronca y divertida.

Cody se acercó, dejando la toalla sobre una silla. Luego se puso en pose, con una mano en la cadera y la otra señalando su rostro.

"No podía quedarme ahí. El mundo necesita mi presencia. Y ahora tengo más estilo. Mira estas marcas. Soy como una versión mejorada de mí mismo", dijo Cody, con exageración.

El Chef soltó una carcajada seca. "¿Versión mejorada? ¿Con labial en los labios y cicatrices en el costado?" dijo el Chef, señalando con la cuchara.

"Exacto. Soy como un héroe de novela gráfica. Trágico, atractivo y con problemas emocionales", dijo Cody, tomando asiento frente a él.

El Chef le sirvió una taza de café sin decir nada más. Cody la tomó con gratitud, inhalando el aroma como si fuera parte de su ritual de resurrección.

"¿Y cómo dormiste?" preguntó el Chef, mientras cortaba un trozo de huevo.

"Como un campeón. Sin dolor. Sin pesadillas. Solo yo, el silencio y una sonrisa que no sé de dónde salió", respondió Cody, tomando un sorbo.

El Chef lo miró de reojo. "¿De dónde crees?" dijo, con tono inquisitivo.

Cody se encogió de hombros. "Tal vez de la casa del árbol. Tal vez de las chicas. Tal vez del oso. O tal vez... de mí", dijo Cody, con una sonrisa tranquila.

El Chef ascendió, como quien sabe que no necesita decir más.

Cody se sentó más cómodo, tomando otro sorbo de café.

"¿Sabes qué es lo más raro?" dijo Cody, mirando por la ventana.

"¿Qué?" preguntó el Chef, sin levantar la vista.

"Que después de todo... me siento bien. No perfecto. Pero bien. Como si algo se hubiera acomodado", dijo Cody, con voz reflexiva.

El Chef le pasó un pan tostado. "Entonces ven. Porque lo que viene seguro lo desacomoda otra vez", dijo el Chef, con media sonrisa.

Cody rio, tomando el pan.

El silencio entre ellos no era incómodo. Era ese tipo de silencio que solo se da entre personas que ya se han visto en sus peores momentos. El Chef no preguntaba por Gwen, ni por Heather, ni por Lindsay. Y Cody no ofrecía detalles. Solo compartían café, pan y la certeza de que el día aún no había comenzado del todo.

"¿Sabes qué pensé esta mañana?" dijo Cody, rompiendo el silencio.

"¿Qué?" respondió el Chef, sin dejar de comer.

"Que prefiero pelear con el oso otra vez antes que con las chicas", dijo Cody, con tono dramático.

El Chef soltó una risa seca. "Eso lo dicen todos. Hasta que el oso aparece con labial y celos", dijo el Chef, señalando los labios de Cody.

"¡No bromees con eso! Ya tengo suficiente confusión emocional como para imaginarme eso", dijo Cody, fingiendo horror.

"Entonces deja de posar como protagonista. Y empieza a desayunar como uno", dijo el Chef, empujándole el plato con huevos.

Cody tomó otro sorbo de café, mirando por la ventana.

El sol ya estaba arriba.

Y el día, oficialmente, había comenzado.

---

El comedor aún estaba en calma cuando Cody terminó su café. El sol comenzaba a colarse por las ventanas, y el aire se llenaba del murmullo de los primeros pasos en el campamento. El Chef se levantó de su silla, estirando los brazos como si el día le pesara desde antes de empezar.

"¿Vas a ayudarme o solo viniste a robar café?" dijo el Chef, con media sonrisa.

"Depende. ¿Hay galletas?" respondió Cody, levantándose con la taza aún en mano.

"Hay huevos, pan, y una montaña de trabajo. Así que mueve el trasero", dijo el Chef, caminando hacia la cocina.

Cody lo siguió, recogiendo un delantal que colgaba de un gancho. Se lo puso con estilo exagerado, como si fuera un uniforme de batalla.

"Listo para la guerra", dijo Cody, ajustándose el nudo.

"Más bien para limpiar grasa", respondió el Chef, encendiendo la estufa.

Comenzaron a preparar los ingredientes. Huevos, cebolla, pimientos, jamón. El Chef cortaba con precisión, mientras Cody pelaba papas con una técnica que dejaba mucho que desear.

"¿Sabes que no todos los héroes cocinan?" dijo Cody, mirando a su papá maltratada.

"Y no todos los cocineros sobreviven a osos", respondió el Chef, sin levantar la vista.

Cody se río. "¿Vas a seguir con eso?"

"¿Tú crees que se me va a olvidar que te enfrentaste a un oso con una rama y una mirada intensa?" dijo el Chef, colocando los pimientos en la sartén.

"Fue más que una mirada. Hubo estrategia. Y gritos. Y un poco de desesperación", dijo Cody, colocando las papas en agua.

"Y chicas. No olvides las chicas", dijo el Chef, girando la sartén.

Cody se detuvo. "Sí. Gwen y Heather estaban ahí".

El Chef lo miró por primera vez con seriedad. "¿Por qué lo hiciste? ¿Por Gwen?"

Cody pensó en un momento. "No solo por ella. Fue por las dos. Gwen estaba atrapada. Heather gritaba. No podía quedarme quieto. No podía verlas en peligro y esperar que alguien más hiciera algo".

El Chef ascendió, sin decir nada por unos segundos. Luego volvió a cortar cebolla.

"Eso dice mucho de ti", dijo el Chef, con voz más baja.

"¿Qué dices?" preguntó Cody, curioso.

"Que eres un idiota con valores. De los buenos. De los que no se cocinan fácil", dijo el Chef, colocando la cebolla en la sartén.

Cody irritante. "¿Eso es un cumplido?"

"Es lo más cercano que vas a recibir de mí", dijo el Chef, sin mirarlo.

El sonido del aceite chisporroteando llenaba el espacio. Cody comenzó a batir huevos en un recipiente, mientras el Chef preparaba la sartén.

"¿Sabes qué es lo más raro?" dijo Cody, mientras mezclaba.

"¿Qué?" preguntó el Chef.

"Que no pensé. Solo me lancé. Y ahora que lo pienso... no sé si fue valentía o estupidez", dijo Cody.

"Fue instinto. Y eso no se juzga. Se reconoce", dijo el Chef.

Cody se apoyó en la barra. "Si hubiera sido otro amigo, lo habría hecho igual. No se trata solo de ellas. Se trata de no dejar a nadie atrás".

El Chef lo miró. "¿Aunque no fuera alguien cercano?"

"Sí. Aunque fuera alguien con quien apenas hablé. Si está en peligro, si puedo hacer algo... lo hago", dijo Cody.

El Chef ascendió. "Eso no es común. La mayoría espera que alguien más actúe."

"Yo no sé esperar", dijo Cody, con una sonrisa triste.

"¿Y qué te empuja por cada una de ellas?" preguntó el Chef.

Cody se quedó en silencio. Luego habló, despacio.

"Gwen... ella me ve. No como el chico del drama. Me ve como si supiera que hay algo más. Y eso me hace querer ser ese algo."

El Chef ascendió. "¿Y Heather?"

"Ella no confía fácil. Pero cuando lo hace, lo hace con todo. Y si alguien rompe eso... se rompe ella. No podía permitirlo", dijo Cody.

El Chef giró la sartén en la plancha. "¿Y Lindsay?"

Cody irritante. "Lindsay siente más de lo que muestra. Y cuando muestra, lo hace sin filtro. Me abrazó como si el mundo se acabara. ¿Cómo no proteger eso?"

El Chef se quedó en silencio. Luego colocó la sartén en los platos.

"Entonces no fue por una. Fue por todas", dijo el Chef.

"Sí," respondió Cody.

"Y por ti," añadió el Chef.

Cody lo miró. "¿Por mí?"

"Porque tú también necesitabas saber que podías hacerlo. Que eras más que el chico que cae bien. Que podías sostener algo más grande", dijo el Chef.

Cody bajó la mirada. "Tal vez sí."

El Chef le pasó un plato. "Entonces ven. Porque lo que viene seguro te va a exigir más."

Cody tomó el plato, pero no comió de inmediato.

"¿Crees que ellas lo saben?" preguntó Cody.

"¿Qué cosa?" dijo el Chef.

"Que lo hice por ellas. Que lo haría otra vez", dijo Cody.

El Chef lo miró. "Tal vez no lo sepan aún. Pero lo van a sentir. Y eso vale más."

---

El pan ya estaba dorado, los huevos batidos y el aroma del desayuno comenzaba a llenar el comedor. Cody y el Chef trabajaban en sincronía, como si la cocina fuera un escenario y ellos dos los únicos actores conscientes de que el telón aún no había subido.

Cody colocaba los platos en fila, mientras el Chef giraba las tortillas con precisión. El vapor subía como una niebla suave, y el sol se filtraba por la ventana, tiñendo la cocina de tonos cálidos.

"¿Sabes qué va a pasar cuando mi familia vea esto?" dijo Cody, rompiendo el silencio.

El Chef no respondió de inmediato. Solo levantó una ceja, sin dejar de mover la espátula.

"¿Qué cosa?" preguntó finalmente.

"Todo. El oso. Las chicas. Los besos. Las marcas. Las poses. Las frases. Todo", dijo Cody, apoyándose en la barra.

El Chef soltó una risa seca. "Van a pensar que estás en una telenovela."

Cody se sonrojó, pero no respondió de inmediato. Mientras pelaba una papa con movimientos torpes, su mente se deslizó hacia esos días antes de que todo comenzara. No lo dijo en voz alta. No lo explicó. Pero ahí estaba, como una raíz silenciosa que sostenía sus palabras.

Había estado en casa. En su casa. Con sus padres. Con sus rutinas. Con sus silencios. Todo era conocido, pero también... distante. No por falta de amor, sino por falta de tiempo. Por falta de presencia.

"Mi mamá va a entrar en modo interrogatorio. Lo sé. Lo veo", dijo Cody, con una sonrisa nerviosa.

"¿Cómo es ella?" preguntó el Chef, sin tono de burla.

Cody se quedó en silencio por un momento. Luego habló, despacio.

"Trabaja mucho. Siempre está ocupada. Siempre tiene algo entre manos. Pero cuando se detiene... cuando se sienta conmigo... se le nota. Me mira como si quisiera recuperar todo el tiempo que no estuvo. Y aunque no lo diga, sé que me ama. Lo siento."

No lo decía por decir. Lo decía porque lo había visto. Porque lo había vivido. Porque en esos días, entre desayunos solitarios y cenas recalentadas, había aprendido a leer el amor en los gestos que no siempre llegaban con palabras.

El Chef ascendió. "¿Y tu papá?"

"Él también trabaja sin parar. A veces ni lo veo en todo el día. Pero cuando aparece, me deja algo. Un gesto. Una frase. Un '¿cómo vas?' "Que parece simple, pero que pesa. No es muy expresivo, pero cuando me abraza... se le nota que no quiere soltar", dijo Cody.

El Chef colocó los huevos en los platos. "Entonces sí te ven. Aunque no estén."

"Sí. Pero no siempre. Hay días en que estoy solo. En que la casa está llena de silencio. Y yo me quedo ahí, esperando que alguien llegue. Que alguien pregunte", dijo Cody.

"¿Y lo hacen?" preguntó el Chef.

"Sí. Pero tarde. Y yo ya aprenderé a no esperar. A hacerme carga. A cocinarme. A hablar solo. A escribir cosas que no muestro", dijo Cody.

El Chef lo miró con respeto. "¿Eso te pesa?"

Cody lo pensó. "No como antes. Ya no me duele. Pero me marca. Me hace buscar señales en los demás. Me hace leer gestos. Me hace querer estar para otros, porque sé lo que es que no estén para ti."

El Chef se quedó en silencio. Luego habló.

"Eso explica mucho."

"¿Qué cosa?" preguntó Cody.

"Por qué corriste hacia el oso. Por qué no dudaste. Por qué te lanzas por los demás como si tuvieras que llenar un vacío", dijo el Chef.

Cody bajó la mirada. "Tal vez sí. Tal vez es eso."

El Chef sirvió café en una jarra. "¿Y cómo fue antes de que empezara todo esto?"

Cody no respondió con fechas. No dijo "el mes antes del show". Solo dejó que los recuerdos hablaran por él.

"Fue... tranquilo. Pero también solitario. Yo estaba ahí, en casa, y todo funcionaba. Pero había algo que no se movía. Como si yo estuviera esperando que algo empezara. Que algo me llamara."

El Chef colocó los platos en la barra. "¿Y crees que tus padres van a entender lo que hiciste aquí?"

"Tal vez no. Tal vez solo vean el programa y digan 'ese es nuestro hijo'. Y se rían. Y se preocupan. Y se abracen. Y luego sigan trabajando. Pero yo... yo voy a saber que me vieron. Aunque sea por un rato", dijo Cody.

El Chef le pasó una servilleta. "Entonces limpia tus marcas. Y prepárate. Porque lo que viene no se cocina fácil."

Cody tomó la servilleta, se limpió los labios y sonriendo.

"Estoy listo. Aunque no lo parezca", dijo Cody.

El Chef lo miró. "Eso es lo que importa."

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