La reunión en el club nocturno "Nebula", un refugio exclusivo para las mentes más poderosas y corruptas de las mafias del mundo, estaba en pleno apogeo. La música resonaba sorda tras las gruesas paredes insonorizadas de la sala privada, decorada con un lujo opulento que hablaba de la arrogancia de sus ocupantes. Bajo una cúpula de cristal que reflejaba las luces de la ciudad como un cielo estrellado artificial, los líderes de cinco familias discutían en voz baja. Cada palabra pesaba como una bala, cargada de doble sentido y amenaza velada.
El anfitrión de la noche, Vincenzo Moretti, un hombre de mediana edad con una mirada afilada y un porte imponente, golpeó suavemente la mesa con los nudillos. "Estamos en tiempos críticos," dijo con voz grave. "El Lux Aeterna está casi listo. Si no dejamos nuestras diferencias, otros tomarán lo que es nuestro por derecho."
Una mujer vestida con un traje blanco inmaculado, Kaede Takasugi, alzó una ceja. Era conocida tanto por su belleza como por su crueldad, la hija del temido líder de la Yakuza que había consolidado su poder a base de sangre y estratagemas. "Hablas de unidad, Moretti, pero tus hombres no han hecho más que invadir nuestros territorios. Si esta es tu idea de alianza, quizá deberíamos discutir cuándo terminó la tregua."
"Mis hombres actúan con autonomía," respondió Moretti con una sonrisa ladeada. "Pero no estamos aquí para disputas menores. El Árbol no espera, y tampoco deberíamos hacerlo nosotros."
"¡Suficiente!" gruñó Dimitri Volkov, un gigante ruso con cicatrices que cruzaban su rostro como un mapa de guerras pasadas. "El Lux Aeterna no espera por nuestras disputas. Necesitamos un plan, no recriminaciones."
En ese momento, las puertas del club se abrieron lentamente, y una figura entró con pasos firmes pero silenciosos. Akihiko Sora, con su traje negro impecable y la katana al costado, capturó la atención de todos. A pesar de su juventud, su presencia era inconfundible. Un murmullo recorrió la sala.
"¡Tú!" exclamó uno de los hombres menores al servicio de Moretti. "¿Qué hace aquí el perro del Clan Sora?"
Akihiko no se inmutó. Su mirada fría recorrió a los presentes antes de hablar. "Estoy aquí porque este juego no puede continuar sin mí," dijo, dejando que sus palabras calaran como una hoja afilada. "El Árbol del Edén no tolerará a los débiles. Si quieren sobrevivir a lo que viene, necesitarán algo más que alianzas frágiles. Me necesitarán a mí."
Ecos de un Pasado Olvidado
La tensión en la sala era palpable. Mientras Moretti medítaba las palabras de Akihiko, Kaede Takasugi lo observaba con detenimiento. Había oído hablar de él: el joven prodigio que controlaba el vacío, el "arma secreta" del Clan Sora. Sin embargo, lo que más le intrigaba era el aura de misterio que lo rodeaba. No parecía hablar como un simple soldado al servicio de su familia. Había algo más.
"Hablas con confianza para alguien tan joven," dijo Kaede finalmente. "Pero díme, Akihiko Sora, ¿qué te hace pensar que tienes un lugar en esta mesa?"
Akihiko inclinó levemente la cabeza, y su mano descansó sobre el mango de su katana. "Porque sé lo que el Árbol desea," respondió. "Y porque tengo algo que ustedes no tienen: el poder de destruir aquello que no merece existir."
Antes de que alguien pudiera responder, una explosión sacudió el edificio. Los vidrios de la cúpula estallaron, y una lluvia de escombros cayó sobre los presentes. La sala se llenó de humo y caos. Voces gritaron, y los líderes intentaron buscar refugio.
Aparición del Enemigo
Desde las sombras del humo, se escucharon pasos. Una figura emergió lentamente, vestida con un abrigo largo y una máscara que cubría su rostro. Su voz resonó fría y calculada: "La reunión termina aquí. Ninguno de ustedes merece el Lux Aeterna."
Akihiko desenfundó su katana en un movimiento fluido. El filo brilló con un tono oscuro, como si el vacío mismo lo envolviera. "¿Así que ya empiezan los movimientos desesperados?" murmuró para sí mismo. "Perfecto."
El misterioso atacante no perdió tiempo. Con un gesto de su mano, las sombras del lugar parecieron cobrar vida, extendiéndose como serpientes hacia los presentes. Akihiko, sin dudarlo, cortó el aire con su katana, disipando las sombras con un impacto de energía pura.
"¿Quién eres?" exigió Dimitri Volkov, intentando levantarse del suelo.
"Soy el recordatorio de que el poder no pertenece a los que lo buscan," respondió la figura antes de desvanecerse entre el humo.
Cuando el humo se disipó, los líderes se miraron entre sí, conscientes de que habían sido humillados. Sin embargo, Akihiko permaneció sereno, guardando su katana con calma. "Esto es solo el principio," dijo, dirigiéndose hacia la salida. "Si quieren sobrevivir, mejor empiecen a tomarme en serio."
Mientras descendía por las escaleras del club, su mente trabajaba rápidamente. Algo en el ataque le resultaba familiar, como si aquella sombra tuviera un eco de algo que había enfrentado antes. Pero no tenía tiempo para dudas. La guerra por el Árbol del Edén acababa de intensificarse, y él sabía que estaba destinado a estar en el centro de todo.