WebNovels

Chapter 13 - Raphtylf

Me observaba en silencio frente al espejo.

La imagen que me devolvía era la de alguien que no terminaba de pertenecer a ningún lugar… aunque eso no me sorprendía.

Sabes… el infierno siempre ha sido un lugar de leyenda. No porque lo sea realmente, sino porque así lo ven los humanos.

Ah… día y noche siempre llegan. ¿Qué buscan? Fácil de intuir… hacerse un nombre, conocer a una demonio atractiva, robar los tesoros del infierno…

¿Alguna vez alguien lo ha logrado? Ni idea. Algunos tenemos cosas más importantes que hacer… —mis ojos se clavaron en mi reflejo— como, por ejemplo, yo… hoy, es mi intento de boda.

Un golpe insistente en la puerta me sacó de mis pensamientos.

—Raphtylf, ¿estás listo? —la voz de mi padre atravesó la madera.

Me giré lentamente y abrí la puerta. Mi mirada se encontró con la suya, pero mi rostro permaneció vacío de expresión. Mis ojos, fijos pero ausentes, parecían contemplar algo más allá de él.

—Aun si lo negara… no cambiaría nada.

Terminé de ajustar mi corbata con un gesto mecánico y me dirigí hacia el salón principal.

Mi padre… o este demonio… me acogió en su hogar. Es extraño, no recuerdo desde cuándo fue nombrado cuarto rey del infierno…

Espera… ¿quién los nombra, en primer lugar?

Bueno… da igual. Todo da igual.

Mis pasos resonaron con un eco nítido en el suelo del salón. Cada sonido se multiplicaba entre las paredes, reclamando atención. Los invitados de mi padre se apartaban discretamente al paso que yo marcaba; abrían un camino silencioso, como si temieran tocar siquiera la sombra que proyectaba.

Solo él, mi padre, permanecía a mi lado.

¿A quién le mostraban realmente su respeto?

¿Al pequeño demonio con cuerpo de niño… o a mí, el príncipe más fuerte del infierno?

Como sea.

—El día de hoy la señorita es una atractiva súcubo —comentó mi padre con una sonrisa que no supe si era orgullo o simple cortesía—. Le pedí que mostrara algo de respeto. Andar en pocas prendas es algo que los humanos trajeron para imponer como la nueva moda del infierno. Eso… y sus absurdos nombres para las habilidades.

Hizo un gesto con la mano, como si no pudiera creerlo.

—Puedes creerlo… los seguidores del rey ahora se empujan más bestias que antes… y algunos incluso nombran sus propios ataques.

Ni siquiera prestaba atención por dónde caminaba. Mi padre hablaba… de algo… no sé, su voz se mezclaba con el ruido del salón.

—Cuidado. —Sintiendo un tirón en mi brazo, me detuve. Mi padre me apartó antes de que chocara de lleno contra una pared.

—¿Te sientes cómodo? —preguntó, arqueando una ceja.

No respondí. En algún momento ya estaba en el altar. Esperando a… ¿a quién?

Agité mi mano en el aire, como abanicando la pregunta fuera de mi mente. De inmediato, un sirviente apareció cargando un enorme abanico. Dijo algo que no alcancé a entender… pero mi padre sí. Lo siguiente fue que me prepararon una bebida y la acercaron a mis labios. No me moví.

Mi padre la tomó por mí y me dijo algo más. No escuché. Solo recibí el vaso, lo miré… y lo dejé en el suelo.

Todos se pusieron de pie. Ella entró por el mismo lugar por el que yo había llegado. Nadie la miraba. Todas las miradas eran para mí.

Ella… ¿cómo era su rostro? ¿Cuál era su nombre? ¿Qué ropa llevaba?

Alguien hablaba.

Mi padre tiró de mi ropa con insistencia. Lo miré. Señaló detrás de mí.

Me giré.

Un enano viejo movía las manos mientras murmuraba —o gritaba— algo. ¿Era un sermón? Probablemente… aunque con ese entusiasmo parecía más un actor forzando su papel.

Mi padre se retiró a sentarse con el resto. Demonios que conocía… o, mejor dicho, conocidos de mi padre. No me importaba.

Un ruido desagradable, chillón, como alguien que cree que todos quieren oírlo.

Silencio.

Bueno… da igual.

Un sonido metálico. Arriba.

Da igual… como si algún demonio aquí, o el mismísimo infierno, pudiera significar un problema para mí.

…Un cristal roto.

…Un humano.

—¡Princesa! —la voz de Yuzato retumbó en el lugar.

Fijé mi mirada al frente.

—Quien ose anular la unión… —entonó el cura demoníaco con voz grave.

Este demonio… está hablando.

¿El cristal no fue roto hace un instante?

Un golpe seco de madera crujió detrás de mí.

—¡El héroe! —esa voz… esa voz asquerosa volvió a sonar.

Abrí más los ojos. El demonio continuaba con su misma frase, como si nada hubiera pasado.

Otra vez esa voz, insistente, rompiendo el aire.

Comencé a prestar atención a mi alrededor.

No… no entiendo.

Recuerdo haber visto a alguien arrodillarse.

Otra vez la misma oración.

Me llevé las manos a los oídos.

Una melodía desagradable, chirriante, se filtraba en mi cabeza. Mi respiración se volvió irregular. Alguien estaba hablando…

Me giré. Otra vez… la misma oración.

—Algo está sucediendo… —susurré para mí mismo.

Pero mi pecho… mi pecho se sentía intranquilo.

Mis ojos recorrieron a los invitados y lo vi: alguien… sucio, maloliente, poco agraciado… tan diferente.

Nuevamente, el demonio recitaba su unión de almas.

Pasos firmes, que se acercaban con fuerza.

El calor comenzó a invadirme.

Mis mejillas, antes pálidas, se encendieron de un tono rojizo.

Mi pecho vibraba sin descanso.

Giré la cabeza. Sentí su presencia.

Frente a mí, el altar. Alto, elegante. El cura demoníaco repitiendo sus palabras ceremoniales.

Y ese ser… ese humano repugnante… acercándose al altar. ¿O a mí?

Su armadura oxidada no encajaba con ningún héroe que hubiera visto antes.

Estiré un poco la mano… casi para tocarlo.

De pronto, el altar pareció más hermoso que nunca.

Los colores destellaban, envolviendo mi mente y mi cuerpo en un caos perfecto.

Comencé a exhalar con fuerza… y a babear.

Algo en ese humano… algo me llamaba.

El cristal roto, por un proyectil perdido, resonaba al mismo ritmo que los latidos de mi… hasta ahora inexistente corazón.

Me cubrí las mejillas con ambas manos. Quería verlo de nuevo.

El altar divino seguía frente a mí. El cura estaba listo para bendecir la unión.

Solo faltaba él… ese ser que me llamaba.

Me moví inquieto. Quería mirar hacia la puerta. Quería saber quién era ese humano.

Sin darme cuenta, algo —o alguien— fue arrojado contra mí. O eso creí… porque, en un parpadeo, volví al mismo punto donde había empezado mi fantasía.

Miré al frente. Y ahí estaba… orinando al cura.

Detrás de él, arrodillado, gritando, blasfemando, maldiciendo… rogando.

Humillándose de una manera tan patética… que no pude apartar la mirada.

—Entonces, Raphtylf… ¿aceptas? —la voz del cura demoníaco retumbó en mis oídos.

Por fin… escuché algo.

—Eh… yo… —balbuceé, con la mente todavía sumida en ese mareo extraño.

Mi padre me miraba confundido. Su expresión era una mezcla de sorpresa y… algo que no terminaba de identificar.

—Pues… yo… —seguía tartamudeando, encadenando palabras sin sentido.

Entonces, el sonido de las puertas gigantes de madera volvió a resonar en el salón.

Mi cuerpo reaccionó antes que mi mente: un temblor recorrió mis brazos, mi corazón comenzó a latir de forma descontrolada, mis mejillas ardieron de un rojo encendido… y la saliva comenzó a acumularse, escapando sin pudor.

Me giré, nervioso.

—T… t… tú… —esa voz.

—Tú… —otra vez.

—¿Quisieras…? —un nudo en el estómago.

—¿Quisieras casarte conmigo? —lo dijo.

Lo vi.

Por fin lo vi… directamente.

Ese ser repugnante. Esa voz molesta. Ese porte inútil. Esa absoluta incapacidad para encajar en este mundo.

Y, sin embargo… ahí estaba, frente a mí, con los ojos cerrados como si esperara un milagro.

Apreté su mano con firmeza.

Con la otra, sujeté mi propia mejilla, encendida como una brasa viva.

Sonreí. Sonreí como nunca.

Quería llorar de felicidad… pero la saliva me ganó.

—Nadie… —mi voz salió temblorosa.

Nadie… nunca.

—*Sin duda aceptaré.* —lo dije sin pestañear.

Nadie… nunca… se me había declarado de una manera tan…

—¡PATÉTICA! —grité, con una fuerza que hizo eco en las paredes.

—¡TE AMO! —sin contenerme, tomé ambas manos suyas con firmeza y me acerqué.

Quería verlo de cerca. Tenerlo conmigo. Atarlo a mí. Permanecer juntos hasta que la maldita eternidad se cansara de nosotros.

Me incliné hacia su oído.

Mi respiración, suave y lenta, rozó su piel como una caricia ardiente.

—Vamos… —susurré, con un tono que era promesa y orden a la vez— sigue humillándote… sigue mostrándome qué tan patético puedes llegar a ser.

Acaricié su rostro con ambas manos, siguiendo cada curva, cada línea, como si memorizara un mapa secreto.

—Eres… —mis labios se curvaron en una sonrisa amplia, enfermiza.

—¡Mi perra!

—¡Hola, hola! —la voz de Sippy resonó con su entusiasmo insoportable—. Estamos de regreso con un capítulo especial. Y como es especial… espero que no hayan pensado que no aparecería su tan amado **ULTRA SUPER OMEGA PLUS SYSTEM**. O, como el engendro de Yuzato me bautizó… Sippy.

Rió con su tono chillón característico.

—Bien, mucho bla, bla… actualidad. Mejor dicho, capítulo doce. Para más contexto… lean los capítulos ocho, nueve, diez, once… y doce.

---

La noche anterior no pude dormir. Me encontraba en cama, abrazando con fuerza mi almohada como si fuera lo único que me mantenía en este mundo.

—Yuzato… —susurré, sintiendo una mezcla de risa y desprecio— en verdad… eres patético.

La puerta de mi habitación se abrió lentamente.

—¿Estás bien, Raphtylf? —la voz de mi padre se coló en la penumbra.

Me incorporé de golpe.

—¡Claro que sí! ¿Por qué lo preguntas?

—El rey me contactó —respondió, con ese tono que siempre usa cuando está tanteando terreno—. ¿Hacías algo ahí? Dijo que el humano del otro día lo venció… y que tú lo apoyabas como su fan número uno.

—¡Está mintiendo! —repliqué con una gran sonrisa, casi infantil.

—Yuzato no tiene ni una pizca de talento. No puede hacer nada por sí solo. Es un inútil… bueno para nada. Estuvo a punto de perder… pero, asombrosamente, ganó la batalla del sonido… y el intento de reality show del rey.

—Ya… veo —mi padre sonrió de forma leve, casi como si hubiera entendido algo que yo no.

—Bien, llámame si me necesitas.

Se retiró con la misma calma con la que había entrado.

—¡Seguro! —respondí con ligereza.

Mi padre cerró la puerta con cuidado, casi como si temiera que se deshiciera entre sus manos. Caminé hacia el espejo de mi habitación y me observé unos segundos.

—Ahora que lo pienso… —murmuré, ladeando la cabeza— es demasiado exagerado… ¿No es esta una ventana?

Sonreí para mí mismo.

—Bien.

Extendí la mano, y un destello abrió un portal hacia la Tierra.

—Es hora de pagar, Yuzato.

Atravesé el portal sin pensarlo demasiado. Al otro lado… qué casualidad.

Mis ojos lo encontraron de inmediato. Yuzato.

Acompañado, cómo no, del bebé cósmico.

Pensé en asustarlo… pero estaba hablando solo, como todo buen perdedor. Decidí acercarme en silencio, más para escuchar… y burlarme.

—Te lo digo en serio… —refunfuñaba Yuzato— la novela cada vez se torna más ridícula. ¿En serio el autor creó una constelación en forma de patito? O sea… ¿venimos del infierno solo para eso? No, no, espera… cállate y déjame entender lo que dices… ¿¡el autor dejó un gran cliffhanger!? ¿Y por qué no se puso a escribir, el vago?

Me escondí en un callejón, llevando las manos a mis mejillas encendidas y cerrando los ojos con una gran sonrisa.

—Cariño… —susurré para mí mismo— tan idiota como siempre… cayendo en la locura un día más.

—¡Espera! —continuó él, gesticulando como un loco—. ¡Deja eso de lado! Me prometiste chicas lindas… ¿y qué tengo? ¿Un demonio sexy… digo, un demonio acosador?! ¡Quiero tener una chica al menos, Sippy!

—¿Eh? —susurré con una sonrisa torcida— así que… Yuzato quiere serme infiel.

Una carcajada se me escapó sin que pudiera contenerla.

---

—No te pido demasiado… —su voz se suavizó un poco, como si hablara consigo mismo—. Sí… quiero una chica linda, amigable, tranquila… cálida.

Hizo una pausa.

—Aunque no es como si me importara demasiado su apariencia… al menos quisiera alguien que no huyera de mis tragedias… y que me apoyara de vez en cuando.

Se volvió hacia el bebé cósmico, frunciendo el ceño.

—¿El bebé? Este mocoso es el apocalipsis andante… creo que ese es el problema.

Suspiró con fuerza.

—No creo que alguien quiera tomar ese riesgo… —y de repente, su tono cambió a enojo— ¡No me jodas! Abro un poco mi corazón y tú, con tus estúpidos píxeles, ¡solo te burlas de mí!

Comenzó a agitar la mano derecha en el aire, como un loco.

—¿Cómo te desactivo, estúpido system?!

---

Mientras gritaba, yo permanecía detrás, observando.

Me sostuve el mentón con una mano.

—Supongo… que Yuzato también tiene deseos.

Abrí un pequeño portal y saqué un gorro de mi habitación.

—Veamos qué puedo hacer.

Me puse en marcha por el reino.

Cada cosa que veía era más ridícula que la anterior:

un vagabundo junto a un basurero con cara de personaje de relleno, guardias temblando de puro miedo, carteles pegados en las paredes buscando al "Aullador Nocturno", al "Acosador del Reino"… y al "Enemigo del Rey".

Sacudí la cabeza.

—Pobres idiotas… ¿qué necesidad tienen de tener mala fama?

Sonreí, pensando en él.

—Yuzato… pides demasiado para lo que puedes ofrecer.

Llegué al centro del reino.

El lugar estaba… vivo, de alguna manera.

Mujeres caminando de aquí para allá, comerciando, charlando.

Una en especial llamó mi atención: llevaba un gran saco de monedas colgando al hombro. La observé con detalle.

—Estoy seguro de que ese es tu tipo… bajita, facciones finas, hogareña, bla, bla, bla… bla, bla, bla…

Mis ojos se movieron hacia otras. Algunas con más presencia… otras con menos.

Las autoproclamadas heroínas.

—Ya veo… —murmuré, recordando las palabras de mi padre— así que esta es la moda que decía. Poca ropa = mayor defensa.

Sonreí con burla.

—Ni tú te lo crees, ¿verdad?

---

—Oh, bien… creo que es suficiente por hoy.

Volví al infierno y me planté frente a mi espejo una vez más.

—Mmmm… Yuzato… —pronuncié su nombre afinando mi voz poco a poco— Yu-za-to\~… —más dulce— Yuzato… —y un poco más— ¡YUZATO!

Perfecto.

Esa sería mi voz.

Me miré el cuerpo, girando ligeramente sobre mí mismo.

—Mmm… no arregles lo que no está roto…

Una sonrisa se dibujó en mi rostro.

—Solo… recuerda que Yuzato prefiere chicas…

—Nota del autor irresponsable, dada por su system de confianza: algunos demonios pueden cambiar su sexo a preferencia… así que sí, Raphtylf puede ser lo que quieras imaginarte. ¡Fin de la nota!

---

Pasé una mano por mi cabello.

—Me gusta… aunque… tal vez un poco más largo.

Con un ligero chasquido de dedos, mi cabello creció, cayendo en ondas más allá de mis hombros.

—Y por último… —toqué levemente mi rostro, inclinándolo apenas mientras me observaba en el espejo— no cabe duda… soy más hermosa que cualquier mujer de la Tierra.

Sonreí con un dejo de arrogancia.

—Bueno, ya lo sabía. Pobres de ellas.

Ahora… el último paso.

Abrí nuevamente un portal.

Di un paso hacia él… pero me congelé en el acto.

—Pero… ¿cómo lo tomará? —mi voz se volvió más baja— Mejor dicho… ¿qué le voy a decir?

Caminé en círculos, sintiendo cómo la ansiedad se mezclaba con una extraña emoción.

—Mi verdadera batalla… apenas comienza.

Me detuve frente al portal, apretando los puños.

—¿Cómo… lo invito a salir?

---

—Y así es —intervino Sippy, como si cerrara un capítulo de telenovela barata—, como Raphtylf declaró nuevamente su amor al inútil que tenemos por protagonista.

Suspiró con falsa solemnidad.

—No cabe duda, soy el mejor system que puede existir… hasta nuestro intento de protagonista consiguió triunfar en el amor.

Su tono cambió a uno burlón.

—Esperen con ansias el próximo capítulo… algún día llegará… esperemos.

Una pausa dramática.

—En el capítulo catorce retomaremos el cliffhanger… espero.

More Chapters