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Chapter 7 - Un Viaje a las Afueras de Kioto

Tomé el tren bala con dirección a Kioto. El paisaje urbano de Tokio comenzó a desvanecerse poco a poco, dando paso a campos abiertos y montañas en la distancia. A pesar de la incertidumbre, había algo reconfortante en el sonido del tren avanzando sobre las vías y la vista de los árboles meciéndose con el viento.

Mientras observaba el paisaje, mi mente volvió a la carta de mi abuelo.

"No cometas los mismos errores que yo."

¿Qué había querido decir con eso? ¿Por qué hablaba como si la granja fuera algo más que una simple propiedad?

Y lo más extraño de todo… ¿qué significaba eso de que el camino se borró y el mapa quedó en blanco?

Nada tenía sentido.

Suspiré y decidí distraerme revisando mi teléfono. Como era de esperarse, los mensajes de mi familia eran inexistentes. Para ellos, yo ya no formaba parte de los Kiryuu.

Cerré los ojos y apoyé la cabeza contra el respaldo del asiento.

—Supongo que ahora estoy solo —murmuré.

Después de un par de horas de viaje, finalmente llegué a la estación de Kioto. Bajé del tren y fui recibido por el característico aire más fresco de la antigua capital. A diferencia de Tokio, donde todo era modernidad y luces brillantes, aquí las calles tenían un encanto más tradicional, con templos y casas de madera en cada esquina.

Saqué la carta y revisé la dirección que mi abuelo mencionaba. El lugar estaba a las afueras de la ciudad, lo suficientemente lejos como para que necesitara tomar un autobús y luego caminar.

Me aseguré de llevar todo conmigo y me dirigí a la terminal de autobuses.

A medida que me alejaba de la ciudad, el entorno se volvía más rural. Vi campos de arroz, casas con tejados antiguos y pequeños santuarios al borde del camino. Parecía otro mundo comparado con la vida que llevaba en Tokio.

Finalmente, el autobús me dejó en una parada solitaria. Frente a mí, un camino de tierra serpenteaba entre colinas y árboles de sakura que aún conservaban algunas flores de la temporada pasada.

El aire allí era diferente.

No más fresco, ni más cálido. Solo… distinto. Como si el tiempo se hubiera detenido.

Me ajusté la mochila y comencé a caminar.

Cada paso me acercaba más a la verdad detrás de la granja Encanto Primaveral.

A medida que avanzaba por el camino de tierra, el sonido de mis pasos resonaba en el aire tranquilo. El viento soplaba suavemente entre los árboles de sakura, esparciendo algunos pétalos a mi alrededor.

—Definitivamente, esto es lo opuesto a Tokio —murmuré para mí mismo.

No había rastro de autos, trenes ni el bullicio de la ciudad. Solo el canto de los pájaros y el crujir de las ramas moviéndose con la brisa.

Mientras seguía caminando, una figura apareció en el sendero más adelante.

Era una chica.

Parecía tener mi edad, quizá un poco más joven. Su cabello largo y castaño se movía con el viento, y sus ojos de un tono verde esmeralda reflejaban la luz del sol con un brillo que no sabría describir. Llevaba un vestido ligero de colores pastel y sandalias sencillas, lo que le daba un aire fresco y natural, casi como si hubiera salido de un sueño de primavera.

Cuando me vio, ladeó la cabeza con curiosidad antes de sonreír con amabilidad.

—¡Oh! No suelo ver caras nuevas por aquí. ¿Eres un viajero?

Me detuve a unos pasos de ella, evaluando la situación. No parecía alguien con malas intenciones, pero tampoco estaba acostumbrado a hablar con extraños.

—Algo así —respondí con cautela.

La chica pareció notar mi incomodidad y dejó escapar una pequeña risa, suave como el viento que pasaba entre las hojas.

—Perdón si parezco muy entrometida. Es solo que este pueblo no recibe muchas visitas, y menos aún de alguien que… —me señaló de arriba abajo con un gesto travieso— …parece más un empresario de Tokio que un granjero perdido.

Fruncí levemente el ceño.

—¿Tan obvio es?

—Definitivamente. —Asintió con una sonrisa—. Tu ropa, tu postura, la manera en que hablas… Todo grita "ciudad".

Suspiré. No era como si intentara ocultarlo.

—Estoy buscando una granja. Debería estar por aquí cerca.

—¿Una granja? —La chica parpadeó un par de veces antes de llevarse una mano al mentón, pensativa—. No me digas que… ¿podría ser la de mis abuelos?

Eso llamó mi atención.

—¿Tus abuelos… son los dueños de una granja en esta zona?

—Sí. Son los únicos ancianos que tienen una granja en las afueras del pueblo. Me llamo Ailany, por cierto.

—Haruki Kiryuu.

—Kiryuu… —murmuró el apellido con lentitud, como si le sonara de algo muy lejano. Luego, sus ojos se iluminaron—. ¡Espera! ¡Ahora que lo pienso, mis abuelos mencionaron que recibirían la visita de alguien! ¿Eres tú?

—Probablemente.

Ailany juntó las manos, emocionada.

—¡Entonces no hay problema! Te llevaré con ellos.

Sin esperar respuesta, comenzó a caminar por el sendero, haciéndome un gesto para que la siguiera.

—Vamos, Haruki.

Observé su energía despreocupada y solté un suspiro antes de seguirle el paso.

—No soy muy bueno tratando con personas así… —murmuré en voz baja.

Ella giró apenas la cabeza y dijo:

—Este sendero solo se abre para quienes están listos, ¿sabes? Es por eso que nadie llega sin querer.

Me detuve un instante, pero ella ya caminaba como si no hubiera dicho nada extraño.

Por alguna razón, su presencia no me resultaba molesta.

Y en lo más profundo de mi pecho, una parte de mí comenzó a preguntarse si todo esto… era realmente el comienzo de algo que no podía comprender del todo.

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