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Chapter 22 - Episodio 4: ‘Somos libres, pero no lo somos’ Parte 3

—¿La Rosa Negra?

Midas agachó la cabeza antes de responder. —La Rosa Negra es una organización secreta que manipula los eventos de Noxus desde las sombras. Eso es lo único que sé; es lo único que me permitieron saber… Casi nadie sabe de ellos…

La Rosa Negra se ha mantenido oculta desde los inicios de Noxus. Midas sabe de su existencia gracias a que alguna vez se encontró con LeBlanc y Vladimir. Ellos le dijeron con palabras muy sutiles que algún día sería parte de algo mucho más grande que el ejército de la nación. En ese entonces, Midas no entendió esa sutileza, pero ahora se dio cuenta que esas personas querían que fuera parte de esa organización siniestra.

—¿Y cómo terminaste en Noxus? No creo que simplemente hayas aparecido allí.

Midas se encogió más. —Alguien vio mi magia… Esa persona era de Noxus. Me ofrecieron dinero y yo… me fui… y la dejé sola.

Tiana frunció el ceño en señal de duda. —¿Dejaste a alguien? ¿A quién?

Las preguntas de esta chica eran cada vez más intrusivas, pero ella realmente quería saber. En primer lugar, lo que ella más quería saber era la razón del poder de Midas. Ningún mago común tendría el poder suficiente para iluminar el cielo nocturno con un solo hechizo. En ese caso, ¿qué fue lo que le dió tanto poder a Midas?

Sin embargo…

—Yo… no te voy a decir eso… Estoy cansado de tus preguntas. Solo vete y déjame solo…

Tiana suspiró decepcionada.

—Está bien. Dijiste suficiente.

No era bueno forzar a alguien psicológicamente inestable a hablar. Además, anoche ella pudo ver una parte de esa "oscuridad" que Midas guarda en su corazón. Le bastó con ver la expresión traumatizada en el rostro de este hombre para saber que algo horrible le pasó. Las cicatrices en su cuerpo, las venas doradas que se extienden sobre su piel y las runas incrustadas en su espalda eran el reflejo de su sufrimiento.

Midas había dicho suficiente y Tiana no iba a forzarlo a hablar. Ella mejor que nadie sabía que así no funcionan las cosas. Ella se levantó del suelo y se dirigió a la puerta. Antes de salir, volteó su mirada en dirección a Midas.

La habitación relucía con un dorado puro, dónde la oscuridad se cierne como un velo deprimente. Hay objetos tirados en el suelo, algo que seguramente Midas tiró cuando se despertó. Y en la esquina más alejada de toda esa oscuridad de toda esa oscuridad, el hombre de las manos de oro trataba de aguantar todo este trauma en silencio, con la mirada perdida, brillante con un leve tono arcano.

Todo alrededor de este hombre parecía místico y lejano.

Es una vista deprimente… Pensó Tiana antes de salir de la habitación.

***

Después de su charla con Midas, ella recorrió las esquinas del barco mirando el horizonte del océano. Algunos de sus compañeros marinos que ya estaban haciendo su trabajo la saludaron con esas mismas sonrisas estúpidas tan cotidianas. Incluso el capitán estaba arriba, tomando el timón con fuerza y manteniendo el curso a Piltóver.

Tiana solo levantó la mano para saludarlos a todos y se sentó sobre un barril. En silencio, miró el cielo matutino y pensó detenidamente en lo que habló con Midas hace un rato. Había mucho que descubrir en todo esto, pero apresurarse a los hechos era demasiado arriesgado.

—La expresión en tu cara es muy diferente a lo usual, dulzura—dijo Kalika, apareciendo de repente al lado de Tiana.

Ella miró a Kalika con indiferencia y luego regresó su vista al cielo.

—Anoche casi nos matan. Eso me hizo recordar el pasado, cuando ayudaste a mi padre a entrar a Stillwater.

—Oh, eso…—dijo Kalika, sonriendo con nostalgia. —Fueron buenos tiempos. Han pasado ya algunos años desde la última vez que me sentí tan conmocionada, pero eso cambió anoche. Es como sentir la brisa de un nuevo océano después de tanto tiempo. Refresca la mente y purifica el corazón.

—Ja, ja… ¿Cómo puede algo tan horrible purificar el corazón? Yo estaba tan asustada que pensé que me convertiría en comida de leviatán.

—Bueno, eres muy joven. No lo entenderías, no aún. Además, hay otras cosas en las que debes pensar, porque a medida que envejeces, te vas dando cuenta de muchas cosas que antes no entendías.

—Tiene sentido, creo…

—Ya lo tienes. ¿Y? ¿Qué pasó con el cliente? Vi que fuiste a visitarlo hace un rato? ¿Qué hicieron?—ella sonrió con picardía.

Tiana negó. —Nada de lo que estás insinuando. El parece ser un hombre… con muchos problemas.

—No hace falta que lo expliques, cariño. Todos lo vimos ayer. Lo que pasó no fue algo normal y mucho menos la expresión en la cara del cliente. No sé qué clase de cosas horribles habrá vivido ese hombre, pero sea lo que sea, no tenemos derecho a meternos en eso. Lo sabes, ¿no? Así que no sientas lastima por él, solo haz tu trabajo y ya. Ahora que él nos salvó, debemos enfocarnos en llevarlos a su destino en una pieza. Luego de eso, nada más importa.

Puede que Kalika haya sido cruel con sus palabras, pero ella solo estaba siendo realista. Sea lo que sea que Midas haya vivido, eso no debe interesarle a nadie en la tripulación. Aceptaron un trabajo y eso es todo lo que debían hacer. El cliente no pagó para que se metan en sus problemas, esa era la realidad.

Tiana, sin embargo, a pesar de sonar siempre agresiva y grosera con todos, en el fondo siente que debe ayudar a los que lo necesitan, y Midas es una de esas personas, pero con lo que Kalika dijo, ella dudó de sus propios pensamientos.

—Sé a lo que quieres llegar—mirándose las manos, Tiana pensó en las manos doradas de Midas—, pero no creo que sea correcto dejar pasar esto.

Kalika le puso la mano en el hombro a Tiana.

—Dime una cosa, dulzura. Hace un rato, cuando saliste de esa habitación, ¿saliste de ahí porque tú así lo quisiste o porque él te dijo que te fueras?

Esta mujer dio en el clavo. La expresión sorprendida de Tiana fue la respuesta que ella esperaba.

—¿Ves? Ahí tienes tu respuesta. Aunque te pese en la conciencia, a veces tendrás que dejar pasar ese tipo de cosas. Ahora ve a desayunar y deja de romperte la mente pensando en problemas ajenos. Hoy hay mucha carne, te va a gustar.

—Okey…

Todas esas duras palabras desanimaron a Tiana, pero no había nada que ella pudiera hacer. Así son las cosas, por más difícil que sea de aceptar.

—Ah. Casi se me olvida—dijo Kalika, sacando algo de su bolsillo—. Esta cosa le pertenece al cliente. Si tanto vas a insistir en fastidiarlo, llévalo junto a su desayuno.

Tiana tomó entre sus dedos lo que sea que Kalika tenía guardado. Al verlo con claridad, se dio cuenta que era una bonita piedra roja con la forma de una gota. Y al sostener esa piedra, su capa y capucha se desprendieron en pequeños trozos de tela.

—¿Hm…?

Kalika estaba sorprendida de que Tiana se haya dejado caer la capa, pero Tiana pensó en otra cosa completamente distinta.

—Esta piedra… No puedo usar mi magia…

La capa que ella siempre lleva sobre los hombros se mantiene arriba gracias a su magia. En el momento en que ella tocó la piedra, su capa se cayó porque ya no había ninguna magia que la sostuviera.

—¿De dónde sacaste esto, Kalika?

Ante la incógnita y la expresión preocupada de Tiana, Kalika miró la piedra en la mano de la chica.

—Ayer, cuando el cliente se quitó ese extraño grillete, esa piedra cayó. La guardé porque parecía algo importante, pero no sabía que una piedra tan bonita sería capaz de hacer que tu magia no funcione…

—Hm… Entonces esto es una especie de inhibidor. Parece que estuviera hecho de sangre. Necesito regresar con Midas y—antes de poder terminar de hablar, un fuerte estruendo la interrumpió.

Una de las puertas de una de las habitaciones se cayó, lo que atrajo la atención de media tripulación. Los ojos cayeron en el marco de la puerta, lugar de donde salió una soñolienta Briar. La chica se tambaleó mientras bostezaba y cayó de cara sobre la puerta que estaba en el suelo. El golpe resonó con fuerza, pero Briar no pareció sentir dolor alguno.

—Midas… ¿Dónde estás? Déjame morderte el cuello.

Lejos de las turbias palabras de Briar, Kalika y Tiana se miraron entre sí. Como el ambiente se puso pesado, realmente habían olvidado que aparte de Midas también está Briar.

—¿Mm? ¿Qué pasa? ¿Por qué me miran así?—preguntó Briar, poniéndose de pie y acomodando la picota sobre sus hombros. Ahora que ella miraba los alrededores, buscó a Midas con la mirada, pero no lo encontró—. ¿Midas aún no despierta?

Todos parecieron confundidos ante la pregunta de Briar. Sus orejas puntiagudas se movieron intentando escuchar algo cercano, pero no encontró nada.

—Parece que nadie sabe—dijo ella, bostezando—. Iré a despertarlo yo misma.

Kalika y Tiana corrieron a donde Briar para decirle lo que pasaba con Midas.

Al verlas a ambas, Briar sonrió y se acercó a ellas. Se veía tan animada como siempre.

—Hola, amigas.

—Briar. No vayas, no ahora—Tiana aún tenía sus dudas sobre la estabilidad de Midas. Toda la habitación estaba cubierta de oro. Si una persona incapaz de manejar el maná entra, seguramente se convertiría en una estatua—. Midas no quiere ver a nadie en este momento.

—Hazle caso, niña. Ella sabe de lo que habla—agregó Kalika, acomodando su sombrero.

Pero como era de esperarse, Briar no entendió. ¿Cómo era eso de que Midas no quiere ver a nadie?

—¿Y eso por qué? ¿Se arrancó los ojos y ahora no puede ver? ¡No hay problema! ¡Aún podemos hablar!

Kalika y Tiana se miraron entre sí. Briar no entendía indirectas. Más bien, Briar es el ser más literal del planeta, por supuesto que ella sería incapaz de entender indirectas.

—Iré con él y se sentirá bien en un parpadeo. Ya lo verán

Ignorando las advertencias de las otras mujeres, Briar marchó hacia la puerta dorada. Ella movió la picota sobre sus hombros mientras tarareaba y bailaba de camino al lugar.

Ella inocentemente pateó la puerta para abrirla, pero se detuvo de entrar a la habitación al ver a Midas. El hombre estaba en una esquina, abrazándose las rodillas con una mirada perdida en sus propios recuerdos. Sus brazos eran dorados y relucientes, pero la expresión en su cara era completamente contraria.

Parecía que Midas estaba llorando.

Extrañamente, ella sintió que podía hacer algo al respecto. Hábilmente cerró la puerta con el talón y salió de la habitación. Kalika y Tiana la miraron a lo lejos, esperando respuestas. Briar sonrió y levantó los pulgares. Después, se dirigió a la puerta que estaba al lado de la puerta dorada y la pateó. No había nadie en la habitación, por lo que entró y cerró la puerta pateandola otra vez.

Estaba oscuro, justo como ese calabozo, pero era más cálido y acogedor. No era frío, no había deliciosos bichos caminando por las paredes y el suelo, y tampoco había voces que gritaban rogando por la sangre que alimenta sus espiritulos.

Este lugar…

—Es muy tranquilo…

Entre esa oscuridad, ella podía ver con sus ojos blanquecinos. Apuntó a la pared que conectaba con la habitación de Midas y la pateó, haciendo un agujero en la madera. Se sentó con la espalda pegada a esa pared, cerca del agujero y miró al techo.

—Oye, Midas. ¿Recuerdas la vez que nos caímos al río y ninguno de los dos podía nadar? Tuvimos que caminar bajo el agua hasta llegar a la orilla.

Al otro lado, Midas levantó un poco la mirada. No respondió, pero prestó atención a la voz de Briar.

Separados por un muro, ambos se sintieron de regreso en esa prisión oscura. Está oscuro, pero ésta vez ambos son libres. Pueden salir de este lugar cuando quieran, pero, por ahora, la oscuridad de este lugar es algo que ambos necesitan.

—Me pasó algo parecido hace mucho tiempo. Creo que es una historia que ya sabes, ¿quieres oirla de nuevo? Es muy divertida. No vas a perder nada escuchando, ¿no crees? Es algo que llevas años haciendo.

Era un recordatorio de lo deprimente que fue la vida en esa prisión. Claro estaba que Midas no iba a responder, pero Briar ya estaba acostumbrada. Lleva diez años hablándole a una persona que jamás respondía a sus historias.

—Creo que acabo de recordar algo de lo que pasó en esa historia. ¿Sabes? Cuando me miré en el agua, mi cara estaba toda manchada de sangre. Me sentí enojada porque toda esa sangre se desperdicio cuando me caí al río.

Midas mantuvo su silencio mientras Briar le hablaba. Él recordó todos esos años junto a ella, junto a la voz que le hablaba al otro lado de la gruesa pared de piedra.

Midas la conoce, conoce toda la historia de Briar. Ella le contó todo eso durante esos diez años, pero no podía evitar pensar que no conoce a Briar realmente. ¿Qué hay en la mente de esa chica? Eso no importaba, pues estaba más ocupado lamentando su propia existencia.

Briar habló, habló y habló. Habló tanto y parecía no cansarse de hacerlo. Repitió las mismas historias en sucesión, pero al final algo cambió.

Ella comenzó a contar la historia que ellos están viviendo en este instante.

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