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Chapter 40 - Capitulo 40

*THYRA*

El lugar estaba oscuro, un vacío absoluto que me envolvía en su silencio. No había más que oscuridad, pero no era un vacío que me asustara. Era como un espacio entre la vida y la muerte, un rincón aislado del tiempo. Estaba sola, o al menos eso pensaba. El aire a mi alrededor era denso, pesado, pero no me sentía atrapada; sentía que algo o alguien me estaba llamando, algo que me reclamaba.

Y entonces, en medio de la penumbra, escuché la voz, poderosa y llena de una determinación inquebrantable. Era la voz de mi padre, de Lord Auren. "¡Te lo prometo, hija mía, que te traeré de vuelta! No importa lo que sea necesario."

Esas palabras atravesaron la oscuridad y mi alma con tal fuerza que mi cuerpo reaccionó involuntariamente. No pude evitarlo, sentí una conexión inmediata, un lazo profundo e irrompible. Era la promesa de un padre que no dejaría que su hija se perdiera en las sombras. Sentí su fuerza, su voluntad, su amor, todo a través de esa voz. La conexión era real, innegable.

Mi corazón latió con fuerza, impulsado por esa fuerza interior. Sabía que, sin importar cuánto tiempo hubiera pasado, él no me había olvidado. Él nunca lo haría. El poder de Auren, la sangre que corría por mis venas, respondía al llamado de mi padre. Lo sentía en cada fibra de mi ser.

"Padre… estoy aquí."

Susurré, aunque sabía que no podía ser escuchada. Mis palabras se perdieron en la oscuridad, como si la misma oscuridad me tratara de silenciar. Pero no podía rendirme, no después de todo lo que había pasado.

De repente, algo dentro de mí cambió. Todo se desvaneció en un parpadeo. La negrura del espacio comenzó a disolverse, desvaneciéndose como niebla al amanecer. En su lugar, todo se tornó confuso y desordenado.

Abrí los ojos, respirando pesadamente, y me encontré nuevamente en un espacio familiar. Una cálida sensación me envolvía, pero el dolor era insoportable. Mi cuerpo ardía con un cansancio que era casi físico. Cada músculo estaba dolorido, cada herida, cada rasguño me recordaba lo que había sucedido. Pero aún así, mi mente luchaba por salir de la niebla.

"¡Padre!" grité, mi voz quebrada y desesperada. Extendí la mano en la oscuridad de la habitación, como si intentara alcanzar esa promesa, esa fuerza que aún resonaba en mi interior. Pero lo único que vi fue un techo de madera envejecida. Estaba en una cama, recostada, rodeada de sombras suaves. El lugar parecía una choza simple, cálida pero llena de silencios.

Mi respiración era agitada, mi cuerpo se movió lentamente, cada fibra de mí gritaba en dolor. Pero mis pensamientos se enfocaron en la voz de mi padre, en su promesa. Si él podía sentirme, si realmente estaba luchando por mí… entonces no me rendiría, no lo haría.

Apreté los dientes, tomé aire con fuerza, y me obligué a moverme. Estaba viva. Y por más difícil que fuera, yo también iba a luchar. Mi cuerpo sangraba, mis fuerzas se agotaban, pero mi voluntad no se quebraría. Lo que había sucedido, lo que aún estaba por venir, no me detendría.

La conexión con mi padre seguía viva, la voluntad de Auren no se desvanecía.

El dolor en mi abdomen era insoportable. Cada vez que intentaba moverme, una punzada de agonía recorría mi cuerpo, recordándome que había sobrevivido a algo mucho más grande que yo, algo que me había dejado marcada tanto física como mentalmente. Me llevé una mano al lugar donde sentía el metal incrustado, aunque sabía que la herida no era la causa de mi agonía. Lo que sentía era mucho más profundo.

Me giré lentamente, mi cuerpo gruñendo con cada movimiento, y allí, al pie de la puerta, estaba una presencia que no había percibido hasta ahora. Era una figura familiar y, al mismo tiempo, extraña. Su aura, como una antorcha iluminando la oscuridad, me recordó a aquella noche en el bosque, cuando la extraña luz me había despertado mientras descansaba en la cueva. Recordaba cómo sentí esa energía, como si fuera algo que no pertenecía a este lugar. Ahora, esa presencia estaba frente a mí, quieta, casi inerte, con una bebida en las manos mientras observaba el exterior.

"Te vi aquella noche en el bosque", dijo una voz suave pero firme, resonando en la quietud de la habitación. Me costó enfocar mi mente, aún nublada por la fatiga y el dolor. La voz continuó. "Recuerdo haber contemplado la idea de acercarme, pero decidí dejarte en paz. No fue mi lugar interferir en tus asuntos."

Sentí un escalofrío recorrer mi cuerpo, pero no era miedo, era una mezcla de confusión y sorpresa. ¿Quién era esta persona? ¿Por qué estaba aquí, en este lugar, con una energía tan familiar?

La figura se levantó lentamente, acercándose sin hacer un solo sonido, casi como una sombra que se deslizaba. Vi cómo su rostro se iluminaba suavemente por la luz que entraba desde la ventana, pero no pude ver detalles claros de su apariencia. Solo la percepción de su presencia era lo suficientemente fuerte como para llenar la habitación.

"Soy parte del consejo", dijo, en un tono más tranquilo ahora, pero sin ninguna vacilación. "Aunque actualmente estoy recluido de la sociedad por voluntad propia. Estoy tomando un descanso de mis deberes… por decirlo de alguna manera."

Mis ojos se entrecerraron, y me senté lentamente, mi respiración aún agitada. Parte del consejo... ¿Por qué un miembro del consejo estaba aquí? ¿Y por qué se encontraba tan lejos de todo lo que le pertenecía?

"Te encontré medio muerta después de tu batalla contra uno de los patrocinados de Varek", continuó, sin que su voz mostrara ni un atisbo de preocupación. "Te traje hacia las montañas al Este, lejos de donde luchaste. Las heridas eran graves, y tu cuerpo necesitaba tiempo para recuperarse."

Lo observé fijamente, intentando procesar sus palabras, pero el dolor que seguía atravesándome me dificultaba mantener el enfoque. Mi mente volvía a la batalla, a lo que había ocurrido en el pueblo, y a la sensación de que mi cuerpo ya no podía más. Sin embargo, este hombre parecía saber exactamente lo que había sucedido.

"Te vi en acción", añadió, y esta vez, había una leve admiración en su tono. "La destrucción que causaste... impresionante. Entiendo perfectamente por qué aquellos cuatro consejales te prestaron atención, y veo también por qué te enemistaste con Varek."

Me quedé en silencio, procesando sus palabras. Mi lucha contra los consejales, y en particular con Varek, había sido un choque inevitable, pero escuchar a este hombre hablar de ello con tal conocimiento me hizo entender que mi presencia había provocado más que solo caos. Mi poder no solo llamaba la atención de quienes no debía, sino que también parecía atraer a aquellos que no compartían los intereses de los consejales o de sus patrocinados. Pero... ¿por qué este hombre me observaba ahora con tal interés?

"¿Por qué me estás diciendo esto?" pregunté, mi voz rasposa debido a la fatiga.

"Porque, como dije, te admiro", respondió, inclinando levemente la cabeza. "Y también porque, aunque no me involucro en asuntos de poder, sé reconocer a aquellos que poseen un poder auténtico. No eres simplemente una guerrera, Thyra Auren, eres algo mucho más. Y creo que en el futuro, tendremos más en común de lo que imaginas."

Me quedé en silencio, mirando la figura frente a mí. El aire se llenó de una pesada sensación de destino, como si lo que estuviera por venir no pudiera evitarse. Mi cuerpo dolía, mi mente estaba agotada, pero había algo en lo que este hombre decía que resonaba en lo más profundo de mi ser. Tenía razón. El camino que había tomado me había llevado mucho más allá de lo que esperaba, y ahora mi lucha no solo era contra los consejales, sino contra todo un sistema que temía lo que yo representaba.

"¿Qué esperas de mí?" pregunté, incapaz de evitar la duda en mi voz.

"Solo observar. Y quizás, si alguna vez decides cambiar el rumbo de tu vida, estaré aquí para ayudarte", respondió, su tono cargado de misterio.

Y mientras sus palabras se desvanecían, algo dentro de mí, algo relacionado con mi linaje y mi fuerza, empezó a sentirse inquieto, como si un nuevo capítulo estuviera a punto de comenzar.

A medida que el consejal me ayudaba a sentarme, el dolor en mi abdomen y la fatiga general me recordaron lo grave que había sido la batalla. No pude evitar que una expresión de frustración cruzara mi rostro al sentir cómo mi cuerpo aún estaba lejos de estar en condiciones óptimas. La situación se me escapaba de las manos.

"¿Cuánto tiempo he estado dormida?" le pregunté, con voz rasposa, sintiendo que el tiempo se me había escapado sin que pudiera hacer nada para evitarlo.

El consejal me miró con una calma inquebrantable mientras se acomodaba en el borde de la cama, sin inmutarse por el cansancio que, a juzgar por su tono, era claramente poco en comparación con el mío. "Tres semanas completas", dijo con un leve asentimiento, como si fuera algo natural.

Mis ojos se abrieron con incredulidad. Tres semanas. Había perdido todo ese tiempo, cuando en realidad debería haber tenido esas semanas para llegar al puerto del sur, para retomar mi camino hacia la seguridad de mi continente. Sentí una furia contenida, como una presión en mi pecho, que no podía hacer nada por liberar. Había quedado atrapada aquí, demasiado tiempo, y el reloj seguía corriendo.

"¿Tres semanas?" maldije para mis adentros, apretando los puños con frustración. "¡Eso me retrasó demasiado! Estaba a ese tiempo de llegar al puerto del sur... y ahora…" Mi voz se quebró por un momento, el cansancio de todo el viaje y las batallas pasadas pesando sobre mí. "Ahora estoy demasiado lejos."

El consejal observó mi expresión, pero no parecía sorprendido. No había juicio en sus ojos, solo una mirada serena, como si ya hubiera anticipado mi reacción. Tras un momento de silencio, finalmente respondió a mi pregunta.

"El puerto del Sur está a dos meses de distancia desde aquí", dijo con tranquilidad, sin apresurarse a ofrecer más explicaciones. "Yo estaba paseando por el continente cuando me topé con tu situación, y decidí traerte a mi casa para que pudieras recuperarte. No es seguro viajar en tu condición. Además, el viaje es largo y peligroso, especialmente con los enemigos que te siguen."

Mis ojos se agrandaron ante sus palabras. Dos meses. Mi mente intentó procesar la distancia, la logística, el tiempo que había perdido, y los peligros que aún acechaban. Cada uno de esos detalles parecía más abrumador que el anterior.

"Dos meses…" repetí, sintiendo cómo la impotencia comenzaba a apoderarse de mí. "Eso es más de lo que pensaba. Estaba tan cerca..."

"Y ahora," dijo él, "es hora de tomar un respiro, aunque sea por un breve momento. Puedes avanzar, pero no lo hagas de la manera en que lo intentabas antes. No en ese estado."

Su tono no era de reproche, pero había algo en su forma de decirlo que hizo que me detuviera a reflexionar. Había estado tan concentrada en huir, en avanzar rápidamente, que había olvidado la importancia de escuchar a mi cuerpo, de tomar el tiempo necesario para recuperarme antes de emprender otro tramo largo.

"¿Dónde estamos exactamente?" pregunté, intentando cambiar de tema, mi mente ya pensando en lo que debía hacer para recuperarme y volver a retomar el viaje lo más rápido posible.

"Estamos en una región montañosa, aislada", respondió él. "Un lugar tranquilo donde los ojos del consejo no llegan. Aquí podrías descansar sin ser molestada, y cuando estés lista, podremos hablar sobre qué hacer a continuación."

El peso de sus palabras no pasó desapercibido.

El consejal se levantó de la silla con una calma casi natural, y con un gesto tranquilo, empezó a preparar algo de comida caliente. El aire olía a hierbas frescas y especias que se dispersaban mientras trabajaba, y el sonido del fuego crepitando en el fondo proporcionaba un ambiente reconfortante que contrastaba con la atmósfera tensa de la conversación.

Me senté un poco más erguida, sin poder evitar mirar hacia el plato humeante que me ofreció. La sensación de hambre, aunque latente, no era tan fuerte como el dolor y el agotamiento, pero tomé el plato con gratitud. A medida que comía en silencio, el consejal, que aún permanecía cerca de mí, observaba mis movimientos con una atención sutil.

"Comes con cautela, pero al menos lo haces", dijo él con una ligera sonrisa. "Lo necesitas."

Asentí mientras tomaba un sorbo de la sopa caliente. La calidez de la comida me reconfortaba, y aunque el dolor no desaparecía por completo, sentí que algo de esa fatiga se aliviaba. La tensión que llevaba durante tanto tiempo comenzaba a relajarse, y mi cuerpo se sentía más ligero con cada bocado.

Luego, él se sentó nuevamente frente a mí, sus ojos se enfocaron en mí de manera penetrante, como si estuviera evaluando algo más allá de mi apariencia. Un par de segundos de silencio se alargaron, hasta que finalmente habló, su tono serio y curioso al mismo tiempo.

"Thyra Auren", repitió lentamente, como si tratara de asimilar el nombre. "Escuché tu nombre durante la batalla. Eso, junto con la magnitud de tu poder, me hizo pensar en algo más grande. Pero, debo ser honesto, nunca había escuchado de una familia Auren. ¿De dónde provienes?"

Mi mirada se endureció por un momento. La mención de mi apellido, aunque familiar, me hizo recordar todo lo que había perdido, todo lo que había pasado. La pregunta de él era directa, pero no parecía querer ir más allá sin que yo decidiera hacerlo.

"Vengo del continente Vencido", respondí finalmente, mi voz rasposa pero decidida. "Soy la heredera de la familia Auren, una de las casas más antiguas y poderosas de mi tierra."

Él asintió con comprensión, sus ojos buscando algo más detrás de mis palabras. "Eso explica mucho", murmuró. "Así que tú eres una Auren... una familia que es conocida por todos. A juzgar por tu poder, y por la forma en que luchaste, ahora entiendo por qué te dirigías hacia la costa sur. Tenías planes de tomar un barco para regresar."

Asentí lentamente, mi mente centrada en lo que había sido mi objetivo todo este tiempo. "Sí. Iba a regresar. Después de todo lo que pasó, tengo que regresar a mi tierra... debo llegar a salvo. No puedo quedarme aquí, ni puedo permitir que aquellos que me buscan sigan acechándome."

El consejal observó mi expresión, como si estuviera sopesando sus próximas palabras. "Y ahora, ¿qué harás? ¿Qué será de ti después de todo esto?"

Su pregunta me hizo detenerme un momento. ¿Qué haría ahora? Mis opciones se reducían mientras mis fuerzas aún me fallaban, pero lo único que me quedaba claro era que no podía quedarme aquí mucho tiempo. Si mis enemigos sabían dónde estaba, si el consejo estaba tras de mí, no podía esperar mucho antes de tener que enfrentarme a ellos nuevamente.

"Recuperarme, por lo primero", respondí en voz baja, mirando las llamas del fuego. "Y luego... no lo sé. Pero debo seguir adelante. No puedo permitir que mi familia, mi nombre, mi legado caigan en manos de aquellos que no entienden el peso que lleva."

El consejal se quedó en silencio por un momento, observando mi expresión seria. "Entiendo", dijo finalmente. "Parece que no importa cuánto tiempo pase, el deber y la determinación siguen siendo lo que te guía. Es un honor, aunque un tanto peligroso, tratar con alguien como tú."

Me encogí de hombros, sin mucho ánimo para debatir sobre lo que él pensaba de mí. "Lo importante es que debo seguir adelante. No puedo quedarme aquí para siempre."

Él asintió una vez más. "Tienes razón. Pero recuerda que el continente está lleno de obstáculos, Thyra. No será fácil llegar a donde deseas."

"Lo sé", respondí, mi mirada fija en él. "Lo sé muy bien."

El consejal se quedó en silencio por un momento, observándome con una mirada tan tranquila como si la propuesta que estaba a punto de hacer no tuviera peso, aunque sabía que no era el caso. Su tono suave y calculado revelaba algo más: una propuesta que, aunque parecía generosa, ocultaba su propio trasfondo.

"Thyra", comenzó, su voz profunda y calmada, "sé que ya has rechazado las ofertas de Lysder, Varek, Thalen y Darin. He escuchado sobre eso, y no te culpo. Cada uno de ellos tiene sus propios intereses, y me imagino que has visto lo que eso implica." Hizo una pausa, observando mi rostro con atención, probablemente buscando alguna señal de vulnerabilidad, pero yo mantenía una expresión impasible.

"Sin embargo, déjame ofrecerte algo diferente", continuó, su mirada fija en la mía. "Sé que te diriges al sur, que deseas recuperar tu poder y finalmente regresar a tu continente. Pero lo que te propongo no es simplemente una oferta más. No quiero controlarte, ni mucho menos oprimirte como hacen los demás. Mi único deseo es que crezcas y te liberes, que alcances todo tu potencial sin las ataduras de un consejo que no entiende lo que significa realmente el poder."

Levantó una mano en un gesto calmado, como si las palabras fueran lo único que necesitara para transmitir su mensaje. "Yo tengo una facción, una facción poderosa, y mi forma de actuar es diferente. No impongo reglas sin sentido ni trato de controlar a los demás. Si decides quedarte con nosotros, Thyra, te ofreceré protección. Protección real, la que necesitas para seguir adelante, sea que decidas retomar tu viaje al sur cuando te recuperes o quedarte el tiempo que necesites para restaurar tu fuerza."

Me quedé en silencio, procesando sus palabras. Podía sentir que su propuesta era genuina, pero también sentía que algo más se escondía detrás de su calma y su discurso. A diferencia de los otros, su tono no era de control, sino de libertad, aunque eso no significaba que no tuviera sus propios objetivos. La propuesta de protección era atractiva, y sin duda necesitaba tiempo para recuperarme.

"Mi facción es una de las más fuertes en el continente", continuó, como si anticipara mis dudas. "Y cualquier persona a quien yo patrocine es bienvenida entre nosotros. Mis miembros te aceptarán, no por obligación, sino porque saben que no tomo a nadie bajo mi ala sin una razón justa. No soy como los demás. No quiero nada a cambio, simplemente ofrecerte un camino que te permita actuar sin las sombras del control que otros intentan imponerte."

Sus palabras resonaron en mi mente mientras meditaba sobre la oferta. Protecciones, fuerza, y la posibilidad de tomar el tiempo necesario para sanar... Algo en su mirada, en su calma, en la forma en que hablaba, me decía que podía confiar en él, al menos por el momento. Pero, ¿realmente podía permitir que alguien más me patrocinara? ¿Cuánto más control podría perder?

Finalmente, lo miré a los ojos, con una expresión seria y cautelosa. "Y si acepto tu oferta, ¿qué esperas de mí?" Mi voz era firme, aunque aún sentía las secuelas de mi batalla y el dolor que me invadía.

Él sonrió ligeramente, sin un ápice de arrogancia, como si ya esperara esa pregunta. "No espero nada más que lo que ya has demostrado: tu fuerza y tu voluntad. Eso es lo único que valoro. El resto está en tus manos. No te prometo que el camino sea fácil, ni que no enfrentes desafíos, pero lo que te ofrezco es libertad. La libertad de decidir por ti misma, sin que nadie más te manipule."

Era una oferta tentadora, y por primera vez en mucho tiempo, sentí que tal vez podría tener algo de control sobre mí. Quizás no debía rechazarlo de inmediato, tal vez, por el bien de mi supervivencia, debía considerar su propuesta.

Suspiré profundamente antes de hablar, mirando fijamente a sus ojos. "Te tomaré en cuenta. Necesito tiempo para pensar. No puedo tomar una decisión ahora, pero... esta vez, tal vez... tal vez lo considere."

Su expresión permaneció tranquila, como si ya supiera lo que diría, pero aún así asintió, su mirada respetuosa pero expectante. "Tómate el tiempo que necesites. No tengo prisa. Y cuando estés lista, estaremos aquí. No olvides que en esta facción, tú eres quien decide."

Con esas palabras, su propuesta quedó flotando en el aire, ofreciendo una posible alternativa a mi camino lleno de incertidumbre y caos.

****

*VAKER*

Tres semanas habían pasado desde que envié a mi patrocinador para encargarme de la maldita Thyra. Y todo había terminado en desastre. Mis exploradores, aquellos que confiaban sus vidas al servicio del consejo, trajeron informes de la zona devastada. Lo que una vez fue un bosque imponente ahora era nada más que un campo de cenizas, un vacío que reflejaba la furia con la que ella luchó. El pueblo cercano había sido borrado del mapa. No quedó ni un vestigio de lo que alguna vez fue un lugar habitado. Solo un cráter enorme, una huella imborrable de lo que había sucedido allí.

Golpeé la mesa con toda mi fuerza, el sonido retumbando en la sala. Mi furia no conocía límites. El imbécil que envié para traerme la cabeza de Thyra había fracasado. Desaparecido, como si nunca hubiera existido. Ese estúpido había sido reducido a polvo, víctima de un poder que ni siquiera había logrado comprender. Y ahí estaban ellos, los miembros del consejo, Thalen, Darin y Lysder, observando mi frustración sin mover un músculo, como si todo esto fuera solo una pequeña distracción para ellos.

Una risa baja surgió de Lysder, su tono lleno de desdén. "No debiste haber hecho nada, Varek", dijo con una sonrisa burlona. "No se puede hacerle frente a esa mujer. Sabíamos que su poder era desmesurado, pero te cegaste por tu orgullo."

Thalen se inclinó hacia adelante en su silla, sus ojos oscilando entre mí y los demás. "Tu error fue tratar de controlarla, Varek. Si hubieras entendido que su lucha no es contra ti, sino contra todos, tal vez no habrías perdido a tu patrocinado de manera tan estúpida."

Darin, con su típico aire de indiferencia, simplemente observó. No dijo nada, pero su expresión lo decía todo. Ellos sabían que mi reacción había sido impulsiva. Mi orgullo había sido herido de manera tan profunda que no pude tolerarlo. Una mujer, una simple humana, me había humillado frente a todos, y no podía dejar que eso quedara sin respuesta. Pero lo había hecho. Y ahora, la situación estaba fuera de control.

No podía permitir que ella quedara impune ante semejante insolencia. Cada fibra de mi ser ardía de rabia. "No me importa lo que digan ustedes", respondí entre dientes, mi voz baja pero llena de veneno. "Nadie, absolutamente nadie, se atreve a humillarme y vive para contarlo. Thyra pagará por lo que hizo. No importa cuánto poder tenga, ni cuán destrucción haya dejado a su paso. Yo la haré pagar, lo juro."

Mis palabras resonaron en la sala, cargadas de determinación, aunque los otros miembros del consejo no compartían el mismo entusiasmo. Podía ver sus ojos llenos de indiferencia, pero no me importaba. Ya no me importaba su juicio ni sus opiniones. El fracaso que había sufrido me había dejado una marca en el alma, y no descansaría hasta que mi honor estuviera reparado.

"No sé cómo, pero lo haré. Thyra no quedará viva. La destruiré, y cuando lo haga, no quedará ni rastro de ella, ni siquiera cenizas." Mi voz se volvió aún más fría, mientras sentía cómo mi ira me consumía por dentro.

El ambiente en la sala era tenso, pero no estaba dispuesto a ceder. Sabía lo que estaba en juego. Y, aunque el consejo dudara de mis acciones, no importaba. Solo me importaba una cosa: vengarme de la maldita mujer que había osado desafiarme.

"Solo denme tiempo", musité, mirando fijamente a cada uno de ellos. "Lo conseguiré. Lo haré por el consejo y por mí mismo. No me importan sus bromas. El futuro será mío, y todos lo verán cuando me haga con el poder de Thyra."

La sala quedó en silencio después de mi declaración, pero no me importaba. Mientras sentía el ardor de mi venganza quemando mis entrañas, sabía que no iba a descansar hasta que ella cayera, de una manera u otra.

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